Pongamos que hablamos del Atlético, del tercer equipo de España por presupuesto y afición, del club que ha llegado a la final de la Champions en dos de las cuatro últimas ediciones. Pongamos que hablamos de ellos y del Qarabag, un equipo que juega por primera vez la Champions, que disputa la liga de Azerbaiyán y que, más allá de la ilusión (esa se le presupone a todo el mundo), goza de pocos argumentos futbolísticos. En este caso, y antes de que se desarrollasen los acontecimientos, cualquiera habría apostado, sin pensárselo, por una victoria de los colchoneros. Es más, muchos se habrían jugado la vida por defender que los rojiblancos, este miércoles, golearían en Bakú. Pero no, no lo hicieron [narración y estadísticas: 0-0].



A veces, como decía Simeone en la previa, “el más débil termina siendo el más fuerte porque el más fuerte no lo es tanto como aparenta”. Y, esta vez, ese macho predominante, vestido de rojiblanco, no lo fue. El Atlético se despeñó en Bakú y se complica la vida en la Champions. En tres jornadas, no ha ganado ningún partido (dos empates y una derrota) y suma tan solo dos puntos. Es decir, si a la Roma le da por pescar contra el Chelsea, los rojiblancos podrían haber caído al vacío de la Europa League en una noche fastuosa contra el Qarabag, en un partido en el que cualquier intentona resultó insuficiente porque, sencillamente, el equipo hizo su peor partido de la era Simeone.



Puede que fuera el frío, el cambio horario o el exotismo de Bakú. O quizás la necesidad (el Atlético tenía que ganar), la temperatura, la baja de Koke o los cambios: Gameiro, por primera vez titular esta temporada, Vrsaljko y Gaitán. Igual simplemente fue eso. O no. Da igual. El caso es que los rojiblancos terminaron la primera parte con caras serias, brazos en jarra y pensando que aquello no iba bien, y replicaron los movimientos al finalizar el partido. Y, sí, los colchoneros pudieron adelantarse en la primera mitad con sendas ocasiones de Griezmann y de Carrasco, ambas atajadas por Sehic, pero no lo hicieron. Ni entonces ni en los 90 minutos.



No era el día, eso estaba claro. Ni de Griezmann, ni de Gameiro, ni de Torres, ni de Correa, ni de Saúl… De nadie. Todos jugaron, pero ninguno encontró las llaves. El Atlético no jugó bien ni fue capaz de crear ocasiones de gol (y mucho menos convertirlas). Ni siquiera cuando se encontró con 10 por una doble amarilla vista por Dino, que fue expulsado por tirarse –aunque, en realidad, lo hizo por un derribo de Godín– y dejó a los suyos en inferioridad a 15 minutos del final.



Así, el Atlético tuvo ese tiempo para intentar ganar y sumar tres puntos, pero no lo hizo. Se tuvo que conformar con un empate (el sexto de este curso, cuatro de ellos en Liga) y se complica la clasificación a octavos de final. En gran parte, por la falta de gol, algo que se debería solucionar con el ‘fichaje’ de Diego Costa a partir de enero. Pero que, hasta entonces, podría resultar mortal para el Atlético, que es cuarto en Liga y tiene que ganarlo todo en la fase de grupos. No le queda otra al Atlético que ganar, ganar y ganar. Y, aun así, se podría quedar fuera de la siguiente fase. Bakú puede resultar mortal, pero tampoco conviene adelantar acontecimientos. Ya se verá. 

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