En el descanso, un aficionado, entre bocado y bocado, trago y trago, miró a su acompañante y refunfuñó, irónicamente: “Cuenta que el Atlético marcó un día en el Metropolitano...”. Al lado, risas. Las únicas de un partido que recordaba a otros pretéritos. Pasado el ‘chiste’, el respetable volvió su rutina, a su queja, a sus ánimos y, de repente, llegó el gol en la segunda mitad. Correa rescató un balón imposible, lo puso dentro del área y Griezmann, que acumulaba ocho partidos sin ver puerta, volvió a marcar con una media chilena de esas que están reservadas a unos pocos. Quizás, a él y a otros dos o tres delanteros, a pocos más. Porque en el Atlético, donde volvió Torres y Gameiro hizo el segundo, las diferencias las marca todavía él [narración y estadísticas: 2-0].
Mucho antes, el Atlético se enteró de lo que le deparaba su suerte futura: el Chelsea ganó al Qarabag (0-4) y certificó su clasificación para los octavos de final de la Champions. Es decir, las posibilidades de clasificación colchonera menguaron incluso antes de que comenzara el encuentro. Daba igual. El equipo de Simeone debía ganar para apurar sus opciones, y eso es lo que intentó, con hasta tres ocasiones claras en la primera mitad: un cabezazo de Koke que eludió la portería, un disparo de Griezmann que se fue cerca del palo y un trallazo de Augusto que el árbitro anuló por mano. Y mientras, la Roma, a esperar.
No marcó el Atlético en la primera mitad, pero mejoró. Ganó en profundidad con la pareja formada en la delantera por Torres y Griezmann, e incluso con la inclusión de Thomas como lateral derecho. Ante las bajas de Juanfran y Vrsaljko, el centrocampista, de un tiempo a esta parte hombre para todo, se colocó en la banda y, de nuevo, cumplió. Y con él lo hizo su equipo, que, esta vez, no regaló la pelota. Los colchoneros mantuvieron la posesión, movieron el balón con criterio y crearon ocasiones. Pero, como viene ocurriendo de un tiempo a esta parte, no consiguieron ver puerta.
El respetable, desesperado en los últimos tiempos por la falta de gol, mantuvo la respiración hasta la segunda parte. Y entonces, el Metropolitano pudo celebrar, por fin, un tanto. ¡Y qué tanto! Griezmann, con una media chilena, anotó el primero del partido. Entró el balón en la red y, en escasos segundos, la cara de los colchoneros cambió. El nerviosismo, la ansiedad… Todo se fue al carajo. Abrió la lata el Atlético y no quiso cerrarla: Gameiro, en los últimos minutos, recibió la pelota, dejó al portero en el suelo y, casi sin ángulo, mandó el cuero a dormir entre las redes.
Ganó el Atlético y se reencontró con su afición. Griezmann, el primero. El francés, cuestionado desde que este verano quiso marcharse al Manchester, marcó y buscó a la grada para celebrarlo con ella. Acabó con su peor racha y, de paso, da esperanza al Atlético de Madrid, que todavía tiene opciones de pasar a octavos. Necesita hacerse con la victoria en Stamford Bridge y esperar que el Qarabag dé la sorpresa en Roma. Parece imposible, pero, si alguien va a creer, ese es el Atlético.
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