Mohamed Salah siempre estuvo ahí, en la agenda de los grandes, en la boca de los directivos y en los susurros de los entrenadores. Su nombre sonaba. “Puede ser uno de los grandes”. Lo tenía todo: velocidad, conducción, regate, clase y talento. Sin embargo, entre todas esas laudas, siempre existía un “pero”: no marcaba gol. Esa era su carencia, su pena. Su explosión no era completa. El egipcio cumplía en la cama, pero no provocaba orgasmos. Así era su vida en Italia. Allí se le quería, se le apreciaba y se le buscaba. Era valorado, pero no tenía nivel para la Juventus. Eso se pensaba. Su destino era transigir entre equipos de segunda fila.
Hasta que llegó Jürgen Klopp y todo cambió. Salah, por fin, encontró su hábitat. Llegó a Liverpool y vio su casa, saltó al césped de Anfield y reconoció su cama, miró al cielo y se enamoró de The Kop, escuchó el rumor de la batalla y vio claro su destino. Y corrió. Corrió mucho. Fijó su lugar en la banda, plantó su jardín y alzó los brazos para festejar un gol. Y otro. Y otro más. Y, finalmente, ha llegado a 41 (31 en la Premier League, uno en la fase de clasificación de la Champions, ocho en la fase final y otro en la FA Cup) antes de enfrentarse a la Roma, su exequipo (miércoles, 20:45 horas). El resto es inevitable: todos los grandes se han interesado por él. Entre ellos, el Real Madrid, que lo ve como posible sustituto de Bale. En Barcelona, sin embargo, se equivocaron: el jugador a fichar no era Coutinho, sino el egipcio.
Salah, así, ha conseguido ser designado como el mejor jugador de la Premier League esta temporada. Es más, el pasado fin de semana, superó a Luis Suárez (2014), Cristiano Ronaldo (2008) y Alan Shearer (1996) en la lista de máximos goleadores (31 en total). Y, antes de que termine el curso, tiene a tiro superar el récord de la liga inglesa cuando no tenía la denominación actual: los 34 tantos conseguidos por Andy Cole y el propio Shearer en las temporadas 94 y 95.
A todo esto, hay que sumarle los 13 pases de gol que ha dado esta temporada. Porque Salah no es sólo un artillero, sino que es un jugador total. “Es lo más parecido que he visto a Messi”, reconoció Montella. Y algo de eso tiene. El egipcio es capaz de moverse por todo el flanco de ataque. Su hábitat natural es la banda, pero también aparece por el centro para dar el pase o baja para ayudar al centro del campo. Conduce la pelota rápido, tiene definición y disparo. Jürgen Klopp ha conseguido convertirlo en un jugador total, en una de las patas de su trío atacante.
A su lado, Salah forma junto a Firmino (25 goles) y Mané (17) uno de los mejores tridentes del campeonato. Todos con libertad; todos mortales. En la Premier y en la Champions League, donde se verán las caras con el equipo revelación, la Roma. Después de aplastar al Manchester City, tienen a tiro la final contra el equipo más asequible, pero también frente al más inesperado. El equipo de Di Francesco llega tras tumbar al Barcelona en el Olímpico y con ganas de seguir haciendo historia. Eso sí, antes tendrán que amordazar a su excompañero, a Salah, aquel jugador que extirpó el “pero” de su ADN para alzarse hasta el firmamento.
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