Su carácter irascible, seco y, a veces, prepotente ha provocado que no tuviera ese áurea que consiguió Guardiola, a pesar de que él no se ha alejado mucho de los éxitos que consiguió el técnico catalán. Luis Enrique ha dicho ya adiós al Barcelona tras ganar la Copa del Rey este sábado en el Calderón y cerrar con título sus tres años, movidos y polémicos, en el Camp Nou.
Acabada ya la etapa del técnico asturiano, solo queda analizar las tres temporadas en las que reconstruyó al barcelonismo, modificando el estilo tan cerrado que tenían (en idea) y devolviendo al Barça a los títulos. Recuerden que Luis Enrique cogió a un Barça en blanco. Mezclando toque con contras y posesión con fútbol directo, el Barça de Luis Enrique ha ganado nueve títulos, principalmente alimentados por las Copas, que ganó todas, pero con la mancha de la Champions, que solo ganó una y se quedó en cuartos otros dos años más.
Pero si algo ha quedado claro en la etapa de Luis Enrique es la influencia total de Messi en el Barcelona. Ya se demostró en el año en blanco del 'Tata' Martino (2014), se acrecentó con los traspiés de Guardiola desde que dejó el Camp Nou y se confirma por completo en el adiós del entrenador asturiano. Luis Enrique se fue como llegó, ganando títulos gracias a su mejor jugador.
Cuando quiso (o pudo) Messi, el Barça ganó. Cuando se 'borró', se quedó sin fuerzas o fue superado por rivales, los azulgrana cayeron. El fútbol a veces es mucho más sencillo que unas tácticas enrevesadas o que los cambios en los banquillos. Messi así lo dice. Él ha sido capaz de cambiar partidos y, en definitiva, la historia. El Barcelona tendría menos títulos si Messi no estuviera en su equipo.
En la actual temporada, el argentino estuvo muy por debajo del nivel que debió dar y falló en las grandes citas. Ausente ante la Juventus, el Barça quedó eliminado en cuartos de Champions. Sin participación en los días claves de la Liga, los culés quedaron segundos. Lo que hizo Messi fue alargar la agonía del Barcelona tras una gran actuación en el Bernabéu. Pero sus malos partidos en aquellos campos en los que se dejaron puntos (Benito Villamarín, Riazor, Balaídos, Anoeta, La Rosaleda...) acabó pagándose muy caro. Esta Liga de Messi fue la de los regates al Espanyol o al Eibar, de mérito también, pero en la que, excepto ante el Madrid, solo rindió con el viento a favor.
Retrocediendo a la anterior, pasó algo muy similar. Messi apenas apareció en la Champions, no fue decisivo y el Barça acabó eliminado en cuartos ante un Atlético de Madrid que llegó a jugar casi la mitad de la eliminatoria con un jugador menos (expulsado Torres en Camp Nou). Ni en Barcelona ni en Madrid fue determinante. Si lo fue en Liga, no más que Suárez, pero estuvo en los días señalados y por eso el Barça fue campeón. E igual en Copa.
Más 'caliente' fue el primer año de Luis Enrique (2014/15), en el que se pudo ver bien el contraste entre un Barça con o sin Messi. El proyecto azulgrana salió por los aires la primera semana de enero en Anoeta cuando la Real Sociedad ganó al equipo culé (1-0) con Messi en el banquillo. El argentino salió en la segunda parte, acabó andando y no cambió nada. Se vio que no estaba contento con lo que había. Horas después, dimitió Zubizarreta y Bartomeu convocó elecciones, que seis meses después ganó.
Venció el actual presidente a Laporta en los comicios porque apareció con un Triplete, ese que se había conseguido gracias a que Messi, junto al vestuario, se conjuró y tiró de un carro que se hundía. Especialmente recordadas son sus actuaciones en la final de Copa ante el Athletic y, sobre todo, el partido de ida de semifinales de Champions ante el Bayern de Guardiola, la última gran actuación del argentino en Europa. Otra vez Messi estuvo bien, otra vez el Barça fue campeón.
Luis Enrique se va con nueve títulos, pero con la sensación de que si no hubiera tenido a Messi le pasaría como a tantos otros técnicos que luchan, que también ganan pero que se quedan a las puertas de tantas victorias claves. Es un jugador que marcó la diferencia y todos a su alrededor, no solo el técnico, vivieron de él.
Al técnico asturiano le queda ahora demostrar que es entrenador más allá de Messi, algo que todavía se le atraganta a Guardiola, el espejo más fácil en el que mirarse. Pep, sin el astro argentino, ha ganado cosas, pero las normales, las Bundesligas que también ganaron otros. No fue capaz de vivir sin un jugador tan celestial como Leo y todavía sigue siendo incapaz de exportar sus éxitos azulgrana a otros lugares de Europa. Luis Enrique, con perfil mucho más bajo que el técnico catalán, afronta ahora el reto de ser buen gestor lejos del Camp Nou.
Ganó este sábado y Luis Enrique se va con la Copa, exactamente igual que Guardiola en 2012. Ha ganado esta competición los tres años que ha estado, pero esta vez no salva una triste temporada. El declive del Barça de 2017 se vio esta temporada: ganó fácil al Alavés, meritorio pero lógico, y se quedó muy lejos en Europa, la medida en la que se deben juzgar a los grandes equipos.
Como desde hace ya muchos años, fue siempre lo que quiso Messi. Si Guardiola fue capaz de tener algo más que el argentino (el mejor Valdés, Iniesta, Xavi, Busquets...), a Luis Enrique no le ha quedado otra que vivir de Leo. En su última noche, apareció. Y por eso ganó el Barça y Luis Enrique levantó la Copa.
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