En el calendario, esta semana, 16 partidos y 32 clubes en la Copa del Rey. Caras de ilusión, estadios llenos y sueños sin materializar. Una jornada bonita para equipos y ciudades pequeñas. Un día dado a las sorpresas, los despistes y los sustos. Encuentros de ida donde los aspirantes a ‘matagigantes’ pueden calibrar e incluso imaginar su conquista durante 90 minutos, choques donde los aficionados elucubran con posibles hazañas y los técnicos con vivir una noche de gloria. Todos, obviamente, consagrados en pos de ver algo histórico.
Ese sueño, sin embargo, tiene fecha de caducidad. Cumplido el guión del partido de ida, la Copa del Rey ofrece encuentros de vuelta que son todo lo contrario. Estadios de equipos y ciudades grandes medio vacíos, resultados abultados, choques sin historia, pocas sorpresas (o casi ninguna) y escasas audiencias de televisión. A doble partido los ‘matagigantes’ menguan y las posibilidades se reducen. Lo normal, para qué engañarnos, es que pasen los equipos de Primera. Con este formato, pocos muerden el anzuelo. Los imponderables evitan desde la barrera sufrir un revolcón.
Hecho el diagnóstico, contadas las sensaciones, el debate se repite cada año de forma irremediable y la pregunta surge, de nuevo, con la misma intensidad que en años pretéritos: ¿por qué estas eliminatorias de Copa del Rey no se disputan a partido único? ¿Por qué no dar posibilidad al pequeño de dar la sorpresa? ¿Por qué no darle interés a un inicio de competición que carece de alicientes? ¿Por qué no cambiarlo todo? Pues eso…
Los motivos deportivos para que la Copa del Rey fuese a partido único son evidentes. En primer lugar, los equipos pequeños tendrían la oportunidad de clasificarse. Jugando 90 minutos y en su campo, las posibilidades de sorpresa se incrementan. Con un estadio lleno, una afición volcada y unos jugadores dispuestos a aprovechar su día de gloria, las posibilidades se incrementan y los aficionados, que escapan de la seducción de estos encuentros, acudirían a la llamada, por si acaso.
En segundo lugar, una Copa a partido único facilitaría que los equipos grandes, con sus apretados calendarios y sus exigentes agendas, respiraran y llegaran en mejores condiciones a final de temporada. Es decir, tanto los pequeños –con más posibilidades de clasificarse– como los grandes se verían beneficiados. Por eso, precisamente, en Inglaterra la Copa de la Liga se hace a partido único y en Alemania, también (aunque aquí es sorteo puro, por lo que el pequeño puede jugar en el campo del grande). Y tanto el espectador como las televisiones lo agradecerían. Sin embargo, no se hace. ¿Por qué?, toca volver a preguntar. Obviamente, porque a las instituciones responsables de organizar la Copa del Rey les interesa que los grandes lleguen lejos. Ni más ni menos.
Contemplado esto, sólo queda centrarse en la competición, y ésta comienza el martes con seis partidos (a destacar el Murcia – Barcelona a las 21:30 y el Zaragoza – Valencia a las 20:30), sigue el miércoles con otros cinco choques (con un Elche – Atlético de Madrid como atractivo a las 21:30) y termina con otros cinco el jueves (con un Fuenlabrada – Real Madrid como cabeza de cartel a las 21:30). Partidos que vivirán su primera parte esta semana y su vuelta el día 29 de noviembre, con un resultado previsible y unos marcadores, obviamente, abultados. No puede ser de otra forma.
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