Minuto 95 del encuentro. Vas perdiendo por 0-1 y buscas a la desesperada el empate, adelantado líneas, peloteando a la frontal del área para que tus hombres altos peinen o dejen muerto un balón para poder chutar en condiciones. En esas, rascas un córner y el portero, como tantas veces en el fútbol, decide sumarse a la nómina de rematadores. ¿Qué es lo más probable que ocurra?
En más de un 99,9% de las ocasiones, la ocasión se frustra o acaba en manos del portero rival. Incluso puede que acabe en gol, pero casi nunca es el arquero atacante quien lo logra. Entonces, uno recuerda a Andrés Palop en el punto de penalti cabeceando a la red aquel centro preciso de Dani Alves desde la esquina, el cual forzaría la prórroga ante el Shakhtar Donestk en octavos de final de la Europa League de 2007.
Ante el Orlando Pirates, Masuluke Oscarine debió tenerle muy presente. como a Jacques Songo'o, el meta del Depor que en febrero de 2000 marcó un gol legal en Los Pajaritos que fue injustamente anulado, y como a tantos otros que desafiaron la lógica del fútbol para tratar de marcar gol en lugar de defender su arco en momentos desesperados.
Oscarine, cancerbero del Baroka FC -club de la primera división sudrafricana-, no se lo pensó dos veces al ver el 0-1 en el electrónico y se sumó al ataque en el último córner del partido. El portero del Pirates despejó mal de puños, dejando el balón botando a media altura en el área, momento en el que Oscarine, acostumbrado a exhibir su agilidad felina bajo palos, se sacó de la manga una chilena inverosímil, genial, quimérica, que puso un pie al estadio cuando se coló por la misma escuadra.
Ni siquiera el defensor que guardaba el palo largo fue capaz de estirar el cuello lo suficiente como para desviarlo. Un gol que, más allá de su belleza, está llamado a competir por el Premio Puskas como el mejor de 2016.