Miles de personas abarrotaron esta noche el estadio Atanasio Girardot de Medellín, el estadio donde se iba a disputar el primer partido de la final de la Copa Sudamericana, para rendir un homenaje póstumo al equipo de fútbol brasileño Chapecoense.
En el comienzo del homenaje fueron soltadas en el centro del campo de juego 71 palomas que recuerdan a cada una de las personas fallecidas en el siniestro, en el que además hubo seis sopervivientes.
La multitud, vestida de blanco en su mayoría y con velas encendidas, guardó un minuto de silencio en memoria del "eterno chapecoense".
Al finalizar, el toque de corneta, en medio de lágrimas, los presentes rompieron el silencio y comenzaron a gritar "Vamos, vamos Chape", que paralizó la ceremonia algunos minutos.
"Estamos contigo Chape" o "Somos todos Chapecoense" han sido algunas de las pancartas extendidas en una de las tribunas del Atanasio Giradot, estadio en el que el club brasileño jugaría esta noche con el Atlético Nacional el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, que sería la mayor hazaña deportiva de sus 43 años de existencia.
Los jugadores de Atlético Nacional entraron en el campo con un uniforme negro y llevando cada uno un manojo de flores.
Una banda militar interpretó una marcha fúnebre mientras el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y el gobernador del departamento de Antioquia, Luis Pérez, depositaban coronas de flores en el centro del campo.
Al acto asisten los ministros brasileños de Exteriores, José Serra, y de Cultura, Roberto Freire; el alcalde de Cahepecó, Luciano Buligon; el presidente de la Confederación Suramericana de Fútbol (Conmebol), Alejandro Domínguez, y otras autoridades colombianas, así como representantes de los clubes de fútbol.
Serra agradeció la solidaridad de los colombianos en esta tragedia y tuvo que interrumpir un momento sus palabras con la voz quebrada por el llanto al hablar de la "terrible tragedia" que vive Brasil por el accidente.
"Muchas gracias Colombia, muchas gracias Medellín, muchas gracias Atlético Nacional, muchas gracias toda la gente que aquí está", dijo el canciller brasileño.
El acto, que tiene una duración prevista de dos horas, continuó con un discurso del presidente de la Conmebol y de otras autoridades mientras fuera del estadio una multitud que no consiguió entrar seguía en silencio el homenaje.
Homenaje en Chapecó
La afición del Chapecoense, en Brasil, también transformó la tristeza por haber perdido a la mayoría de sus futbolistas en un accidente de avión en orgullo a través de un homenaje lleno de esperanza celebrado en el estadio Arena Condá, la casa de este modesto equipo brasileño.
El acto tuvo lugar a la misma hora a la que estaba previsto el duelo entre el Chapecoense y el Atlético Nacional, correspondiente al partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, el cual se iba a celebrar en Medellín .
"Con mucho orgullo, con mucho amor" o "este sentimiento nunca va a parar" fueron algunos de los gritos entonados en comunión que unieron a una afición todavía en estado de shock por el trágico suceso, pero que sacó fuerzas para llenar por completo el estadio, con capacidad para unas 19.000 personas.
La noche del lunes, el avión de la compañía boliviana Lamia, que llevaba a bordo a 77 personas, se estrelló a pocos kilómetros del aeropuerto José María Córdova, ubicado en una localidad cercana a Medellín, donde hoy también se rindió homenaje a los fallecidos.
De las 71 víctimas mortales registradas, 19 eran jugadores de la primera plantilla del Chapecoense, además de un gran número de directivos y prácticamente la totalidad de todo el cuerpo técnico encabezado por el entrenador Caio Júnior.
Las escenas de desconsuelo de los primeros días se transformaron en una celebración orquestada por las barras, como si de una gran final se tratase, donde no faltó el gran despliegue del escudo del "Huracán del Oeste", apodo que recibe el equipo, en uno de los costados del estadio.
No pararon de cantar ni un instante, salvo cuando la organización del club emitió unos vídeos cuya banda sonora era el tema "Knockin' on Heaven's Door", en un estadio que en esos momentos se quedó a oscuras, solo iluminado por las pantallas de los teléfonos de los allí presentes.
Algunos hinchas encendieron bengalas mientras se dejaban la garganta al ritmo de los himnos del "Chape", cánticos que se mezclaron con aplausos improvisados cada vez que pasaba la mascota del equipo, un niño de unos siete años ataviado con un tocado de plumas indígenas.
En el círculo central del terreno de juego se colocaron un altar y unas decenas de sillas reservadas para amigos y familiares de las víctimas, donde se celebró una misa en recuerdo de los futbolistas.
Hasta el sacerdote se animó a azuzar a las gradas al cantar uno de los gritos de guerra del "Chape".
El suceso ha afectado la vida general de Chapecó, ciudad de unos 200.000 habitantes en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil, pues entre la población y los futbolistas existía un fuerte vínculo de cercanía, algo extraño en el mundo del fútbol.
Las voces de los vecinos de Chapecó no solo se fundieron en la distancia con las del estadio Atanasio Girardot de Medellín, también con la de otras aficiones de otras partes del mundo, como la del París Saint-Germain que cantó en Francia: "Vamos, vamos, Chape".
La guinda la puso el futuro del Chapecoense, representado en los jugadores de las categorías inferiores del club, quienes dieron una vuelta de honor alrededor del Arena Condá, mientras las gradas les vitoreaban y cantaban "Olé, olé, olé, Chape, Chape".
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