Hay torneos que hay que jugarlos, y, claro, hay que ganarlos, pero que acaban siendo más una china en el zapato que un prestigioso título que exhibirlo día a día. El Mundial de Clubes bien podría ser uno de esos. Hay que levantar la copa, ponerla en tus vitrinas y ganar más dinero. Hay que ganar prestigio y lucir un escudo en el pecho que te proclama el mejor del mundo. Pero el madridismo ni irá a Cibeles ni se quitará un polvorón de la boca para celebrarlo. Lo que si puede es atragantarse si el Madrid se ve contagiado por lo que este torneo en los últimos años.
En el fondo de esa supuesta fiesta vienen apareciendo problemas a la larga, que bien se haría si se analizan antes y no después. Existe un elemento común en los últimos cinco años en el Mundial de Clubes: equipo europeo que participa, equipo que acaba arrastrando un cansancio clave en el devenir del equipo.
Las temporadas ya no son lo que eran antes, donde se empezaba a finales de agosto y se acababa a mediados de mayo. Ahora se comienzan tres semanas antes, en la primera semana de agosto con la final de la Supercopa de Europa y se finalizan en junio (este año la final de Champions será el 3 de junio y eso que no hay ni Eurocopa ni Mundial). Para el campeón de Europa, la temporada dura más de nueve meses con un viaje a Japón justo en el centro, este Mundial de Clubes que para el Real Madrid comienza el jueves y en el que obligatoriamente, gane o pierda en semifinales al América, jugará dos partidos. Y a eso hay que unirle las pretemporadas por Estados Unidos en China, muy diferentes a las que se hacían años anteriores. Ademas, jugadores como Cristiano, Pepe o Kroos irán a la Copa Confederaciones, que se disputa en Rusia este verano. En caso de llegar a la final con Portugal o Alemania estarán hasta el 2 de julio.
Este Mundial de Clubes es un torneo que se juega a mitad de la temporada posterior a la que le corresponde, ya que el Madrid está en Japón gracias a lo conseguido en la 2015/16. Es algo engañoso porque muchas cosas han cambiado desde que se ganó la Champions. Y jugar en diciembre un torneo así rompe el ritmo de la competición, da muchas menos vacaciones que a tus rivales, cosas que a la larga pueden decidir encuentros. Es por ello que el desgaste al final acaba notándose. Eso o el haber ganado y creer que ya está el trabajo hecho. Para contrarrestarlo, se necesita una amplia plantilla y una planificación en la que los jugadores puedan aguantar una exigente temporada, que acabará y comenzará con lucha por los títulos, además de éste, que aparece en la zona intermedia de competición.
A evitar al Madrid de Ancelotti
El espejo al que se debería mirar el Madrid es al propio Madrid de hace dos años, ese que se hundió lentamente tras ganar el Mundial de Clubes 2014. Después de unos meses en los que los blancos arrasaron y mostraron el que habrá sido su mejor juego en muchos años, el equipo entonces entrenado por Ancelotti se despeñó nada más acabar el torneo, cuando llegó el 2015 y la planificación deportiva saltó por los aires por la mala gestión física del equipo. Rápidamente serían eliminados en Copa ante el Atlético de Madrid y poco a poco en Liga fueron perdiendo una ventaja que llegó a ser de cinco puntos. En marzo ya había perdiendo en el Vicente Calderón (4-0), San Mamés y Camp Nou y habían empatado ante el Villarreal. Lo que era una distancia de +5 se convirtió en -4. La eliminación en semifinales de Champions ante la Juventus acabó sacando el gran problema que había, que no era otro que la pésima planificación física que acabó con el equipo incapaz de moverse a partir de abril, estático en el campo, sin fuerzas para aguantar un partido entero.
Lo mismo le pasó, aunque con diferente final, al Barcelona, último campeón de la competición y equipo que sucedió al Madrid. Los de Luis Enrique acabaron ganando la Liga, pero pasaron de una ventaja de 12 puntos a la final de uno, ganando el título en la última jornada cuando tenían el torneo prácticamente ganado en marzo. También notaron el cansancio, el desgaste de una larga temporada que se vio traducida en la eliminación en cuartos de la Champions ante el Atlético de Madrid, en una eliminatoria en la que se pudo ver claramente la diferencia física entre unos y otros, algo entendible por el menor número de partidos (y días) que llevaban en sus piernas los jugadores rojiblancos.
A estos dos casos, los más cercanos y los dos españoles, hay que sumarles los anteriores. Al Bayern, ganador en 2013, el 'Mundialito' no le quitó la Bundesliga, que aunque la consiguiera oficialmente en marzo, ya antes de ir a esta cita de diciembre tenía virtualmente en su bolsillo el título, pero sí le hizo llegar a la fase final muy por debajo del nivel de sus oponentes, traducido en el 5-0 que le endosó el Madrid en semifinales de Champions. El año anterior fue el único desde 2007 en el que el representante europeo perdió el torneo. El Chelsea cayó ante el Corinthians brasileño y, casualmente, al equipo inglés le acabó yendo bien después (ganó Europa League, aunque eso sí, no tuvo opciones en Premier) y al brasileño, mal, cayendo en octavos de la Copa Libertadores ante Boca Juniors. En 2012, el Barça solo pudo conseguir la Copa, perdiendo Liga y Champions notando también el desgaste físico tras ganar el 'Mundialito' y lo mismo le pasó al Inter de Milán un año antes, que tras ganar el triplete con Mourinho solo pudo ganar la Copa al año siguiente.
En lo que a este Mundial de Clubes se refiere, el Real Madrid debutará el jueves (11:30 horas) en Yokohama ante el América mexicano en una de las dos semifinales del torneo. La otra la juegan este miércoles el Atlético Nacional de Medellín ante el Kashima japonés (11:30). Zidane se ha llevado a todo el equipo a Japón para cerrar el 2016 con un título, el que sería el tercero tras la Champions y Supercopa de Europa. No debería tener ningún problema el Madrid para alzarse con su segundo Mundial Clubes (2014, aunque tiene otras tres Copas Intercontinentales, 1960, 1998 y 2002). Si lo gana, tendrá derecho a ponerse el parche con el que podrá mostrar que es el mejor del mundo. A partir de ahí, luchará contra sí mismo, contra ese parche y contra el cansancio físico.
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