El gol más recordado de Pelé estuvo cerca de ser gol. El balón que salió de su bota derecha, tras eludir al portero rival sin que nadie lo tocase, sorteó con habilidad al defensa uruguayo Atilio Ancheta, que había esprintado para colocarse bajo el arco del que había huido el meta Ladislao Mazurkiewicz, y botó alegremente hasta en dos ocasiones con la intención de besar la red y convertirse en gol. Pero algo salió mal: aquel Adidas quiso pasar a la historia en México 1970 como el esférico que se resistió a la voluntad de Pelé. Y el gol, cantado por la 'torcida' brasileña antes de tiempo, rozó el palo izquierdo y murió tras la línea de fondo.
Hay quienes comprenden el fútbol en base a estadísticas, quienes aún recuerdan que Pelé marcó 1282 goles en 1351 partidos -una media de 0,94 por encuentro- a lo largo de su extensa carrera y quienes creen que el galardón de la FIFA según el cual se le reconoce como el mejor futbolista del siglo XX es una consecuencia lógica de los tres mundiales que consiguió con Brasil y los 95 tantos que logró en los 92 partidos en los que se enfundó la camiseta de la 'canarinha'. Tal vez a ellos les convenza la lógica de 'Pelé, el nacimiento de una leyenda', el filme en el que los hermanos Jeff y Michael Zimbalist recogen su biografía temprana. Y en el que gol más recordado de Pelé, aquel que nunca se produjo, ni aparece.
La vida de Pelé no fue un camino de rosas, como bien se recuerda en este biopic que no elude aspectos escabrosos de su infancia, como cuando tuvo que trabajar junto a su padre -bedel en una clínica- limpiando orinales y váteres ajenos con apenas diez años. O como cuando tuvo que elegir su futuro, teniendo en cuenta el poderoso instinto de conservación que su madre le inculcaba para que aprovechase sus estudios en la escuela y rechazase todo lo que tenía que ver con el fútbol, un deporte que se practicaba en cada esquina pero que ahora se nos presenta como un tabú social.
El aspecto emocional no es lo que chirría en una historia de superación en la que la pobreza, el racismo e, incluso, la muerte se interponen en el camino de Pelé. No. Lo que descuadra en este relato es el exceso de tópicos e ideas aplicables al cine estadounidense, pero que tal vez no describan con fidelidad a un hombre de su trascendencia, sino a un chaval de barrio con rivalidades de instituto con el gran José Altafini -quinto máximo goleador de la Serie A- desde niños y que termina con el triunfo de un fútbol mágico vetado casi por decreto y que los jugadores pueden activar y desactivar a su antojo.
¿Pelé, una historia de Star Wars?
Todo reside en el 'ginga', un concepto que podríamos comparar con el de la Fuerza en el universo de Star Wars y que, como el midicloriano, reside dentro de cada brasileño desde que sus ancestros africanos -esclavos llevados a Sudamérica por los portugueses- se rebelaron contra sus opresores a golpe de Capoeira. Tal cual. Porque el talento de Pelé se reduce a ese instinto heredado de bailar en el campo, una suerte de poder innato capaz de ser invocado a su antojo.
Como cuando va perdiendo 6-0 ante el equipo infantil de Altafini y le da la vuelta al partido cual Oliver Atom, o como cuando está a punto de ser expulsado del equipo juvenil del Santos por su falta de gol y decide usar su magia para marcar una chilena memorable. Este misticismo que rodea al personaje de Pelé hace que hasta su padre le llegue a reconocer en un momento clave: "El 'ginga' que tienes dentro es muy fuerte". Algo así como el poder de un Jedi, que se mide por la intensidad de la Fuerza en él.
El problema es que hay personas con más 'ginga' que otras. Si en Pelé rebosa, en su némesis Altafini -de origen burgués e italiano- apenas se aprecian signos. Se presenta, como ocurre con todo lo europeo que aparece en el filme, como un ser disciplinado, correcto sobre la cancha, pero carente de emoción. Con este planteamiento, es casi una suerte que llegue a coincidir con Pelé en la selección brasileña del 58. Y eso que Altafini fue uno de los grandes goleadores de la historia del fútbol, tanto en Brasil como en Italia, para la que jugaría a partir de aquel Mundial de Suecia. Y eso que Altafini, además de marcar, sabe pasar la pelota. Algo que no se ve hacer a Pelé más que un par de veces en siete años de su vida (o en casi dos horas de película).
Pelé -que participó activamente en la película e incluso la promocionó para pedir fondos en 2013- se dibuja como un personaje que cambió la historia del fútbol de chiripa. Entrenando junto a padre destruyendo cientos de mangos -los cuales podrían haberse llevado a casa para sustentar a una hambrienta familia de cinco miembros-, Pelé consiguió hacerse un hueco en historia al ser el goleador más precoz de la historia de los Mundiales -y conseguir, de paso, hacer olvidar el Maracanazo del 50- desafiando con su 'ginga' el dogma futbolístico europeo impuesto por el mismísimo seleccionador, Vicente Feola, el único personaje creíble e interpretado por un correcto Vincent D'Onofrio. En resumen, otro mito más que es devorado por el cine.
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