Hay miles de personas que viven por y para el carnaval en Brasil. Todo el año. Doce meses preparando la maquinaria para una fiesta sagrada. En algo parecido se ha convertido la nueva y abrumadora Brasil de Tite. Para ellos, la vida es un carnaval. Que es lo que ha sido toda la vida el fútbol en Brasil, a pesar de los pesares. Un año después de haber tocado fondo y de que se especulase con un Mundial 2018 sin el pentacampeón, la 'verdeamarelha' lidera las eliminatorias sudamericanas con notable suficiencia. Este jueves, sin ir más lejos, venció con mucha autoridad a Uruguay a domicilio (1-4).
El año pasado, cuando ya nadie creía en Dunga, Adenor Leonardo Bacchi, 'Tite' (Caxias do Sul, 1961), siempre fue el mejor colocado en la lista de pretendientes a la plaza de seleccionador brasileño. Casi todos le querían al frente del equipo nacional. Casi, porque en el Corinthians la idea no gustaba. Lógico, allí le conocen mejor que en ningún sitio. Los directores técnicos de las categorías inferiores del club paulistano suelen pasar por España cada poco tiempo acompañando a sus equipos cuando disputan algún torneo internacional. El año pasado, cuando Tite ya sonaba con fuerza, uno de los responsable lo dejaba claro en el Mundial sub-17 de la Comunidad de Madrid: “Tite está muy bien donde está.” Para todos los chavales era casi un Dios, pero les duró muy poco.
Un Del Bosque brasileño
Esa sería la primera de las claves: Tite es un hombre práctico, honrado y de consenso. Y le gusta divertir al público, que es el que paga la entrada y mantiene el espectáculo vivo. Un Del Bosque brasileño. Un tipo que conoció el oficio de futbolista a base de dolores en las articulaciones y equipos humildes, y que agarró con las dos manos el sabor de la victoria ya como entrenador, como una merecida venganza. Sobre todo con Corinthians –Libertadores, Mundial de Clubes, Recopa Sudamericana, dos Campeonatos Brasileños– pero también con Internacional. Sí, además de ser un amplio conocedor del fútbol del sur de Brasil –y por supuesto del paulista–, Tite levantó la Copa Sudamericana en 2008 con Internacional –allí reinaban Andrés D´Alessandro y Nilmar, y batieron en la final al gran Estudiantes de la Brujita Verón–.
La segunda clave viene de Río 2016. Tite no era el seleccionador olímpico que firmó el oro el pasado verano en Maracaná –ese placer y ese desafío perteneció a Rogério Micale, un hombre curtido en las categorías inferiores, dejando huella sobre todo en el Atlético Mineiro–, pero ya había sustituido a Dunga al frente de la selección absoluta. El torneo olímpico no comenzó nada bien para los anfitriones, silbados en varios momentos de los dos primeros partidos por su propio público, pero parece que todo se enderezó en Salvador de Bahía cuando Tite se unió a la concentración. Ahora Micale ha sido destituido de su puesto como seleccionador sub-20 y ha lanzado críticas a diestro y siniestro, denunciando abandono tras la histórica medalla dorada y provocando con una afirmación nada desencaminada: “Tite está surfeando la ola de las Olimpiadas”.
Efectivamente, aquella noche frente a Alemania el bueno de Neymar pulsó el botón de reiniciar. Le acompañaban Marquinhos, Renato Augusto y Gabriel Jesus. Y Micale lleva razón, la ola que se formó durante los Juegos es la que sepultó a la Argentina de Messi el pasado noviembre. En el mismo partido pero en la primera vuelta de las Eliminatorias, las calles de São Paulo estaban muertas de aburrimiento el día que la selección jugaba en Argentina. Y eso es imperdonable. Todo ha cambiado desde los Juegos Olímpicos. Rogério Micale estará en los libros de historia. Tite no iba a ser tan suicida ni tan torpe de no aprovechar el momento. Ha colocado a todos los brasileños a preparar el carnaval. Una fiesta eterna.
La sorpresa de Paulinho
La tercera clave se llama Paulinho. Si a Tite le hicieran elegir una sola cosa para llevarse a una isla desierta, se llevaría a Paulinho. Ahora está en la galaxia china pero él fabricó los cimientos del Corinthians campeón del mundo, y juega a sus anchas en la actual selección brasileña. Salió del radar para todos menos para Tite, que tiene memoria. Qué poca memoria hay en el fútbol de hoy en día. Ayer Paulinho hacía el gesto del triplete con la mano ante Uruguay. Qué justo es el fútbol hoy en día.
La cuarta clave, de muchas que se podrían enumerar, es el acompasado manejo de la plantilla. Una gestión sin rencores, sin dramas innecesarios, sin cabezonerías, sin castigos. Con Marcelo, con Marquinhos, con delanteros (se dice fácil), con encanto. Y con ganas de jugar al fútbol como siempre ha jugado Brasil. Como se intenta jugar en el Campeonato Brasileño aunque a veces la velocidad no sea la deseada. Como intentan jugar los equipos humildes que tan bien conoce Tite en los campeonatos regionales, en el Paulista, en el Carioca, en el Gaucho, en el Mineiro. Lo anterior, lo de los últimos años en la selección brasileña, era una traición en toda regla. Una falta de respeto a una tradición que, como el carnaval, nació antes que sus abuelos y que les enterrará a todos.
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