En la vida, en ocasiones, no gana el mejor –aunque, obviamente, es importante–, sino el que más lo intenta. El persistente, el que no cede, el que está ahí siempre, el que cae y se levanta, el que aguarda noticias esperanzadoras hasta el último minuto, el que no se rinde. Y Brasil, contra Costa Rica, fue ese tipo que por pesado acaba alzando los brazos y cantando victoria. Hasta el minuto 91, de hecho, no encontró puerta. Tuvo que ser Coutinho el que desatascara el encuentro, entrara como un obús al área y rematara con el corazón para darle los tres puntos a la canarinha. Después, llegaría el gol de Neymar en el 97. Y se acabó. [narración y estadísticas: 2-0].
Brasil, ya saben, tiene estrellas, calidad y juego. Es decir, todo. Eso es indudable. Por eso, era favorita. Pero, claro, después de su empate contra Suiza en la primera jornada (1-1), tras ver a Alemania caer, a Argentina camino del abismo de la eliminación… Después de todo eso, se duda. Y se hace porque Costa Rica, al otro lado, le plantó cara. Sin tirar a puerta, prescindiendo de juego ofensivo, pero especulando con el autobús metido en su campo. Así, con ese planteamiento, resistió durante 91 minutos, soñó con extender su paso por el Mundial hasta la última jornada. Pero, finalmente, la canarinha cumplió con su deber: ganar el partido.
Antes, se encontró con Keylor Navas. El portero del Madrid –al menos, de momento– cuestionado sistemáticamente en Chamartín cada verano, volvió a emerger para demostrar por qué merece la portería de un grande. Que si una puño por aquí, que si otra por allá, que si ahora un mano a mano, que si luego una atajada espectacular… Un recital en toda regla. Pero él sí que está solo. Ni Messi ni Ronaldo, él es el que no tiene a nadie. Trata de mantener el marcador a cero, pero no es infalible.
Máxime cuando al otro lado hay una selección de primer nivel. Brasil, que en su primer partido tan solo jugó bien durante 15 minutos, mejoró en el segundo. Y mucho. Buscó controlar el partido, mantener la posesión y golear. No quiso despistes y no los cometió. Anuló a Costa Rica y atacó. Una y otra vez. Con disparos de Coutinho desde fuera del área, con internadas de Neymar y con cabalgadas de Douglas Costa, que entró en la segunda mitad para sustituir a Willian. Pero nada. O era Keylor o era la defensa. Costa Rica se agarraba a un clavo ardiendo para seguir en el Mundial.
Hasta que llegó el final y emergieron las estrellas. En el minuto 91, cuando el precipicio emergía ante un Brasil en el alambre, apareció Firmino para ponerle la pelota de cabeza a Coutinho y que éste anotara el primer gol. Locura, éxtasis y el segundo tanto, obra de Neymar, que marcó en el 97 tras cuajar un buen partido –piscinazo mediante– y mejorar ostensiblemente. Insistió, luego venció.
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