En el recuerdo, una mañana calurosa de verano; unos churros, un Mundial en la tele –o en el estadio, quién sabe– y los cuartos de final. España a un lado y la anfitriona, Corea del Sur, al otro. El árbitro, aquel día, era Al-Ghandour. Nadie lo conocía antes de empezar; todos lo perpetuaron el encuentro. ¿El motivo? Anuló dos goles a España aquel día. El primero, a Rubén Baraja, que, en teoría, había hecho falta antes de disparar. Y el segundo, en la prórroga a Morientes. Al parecer, el balón centrado por Joaquín había salido de fondo. No era así. Ambos tenían que haber subido al marcador. Es más, el segundo habría sido gol de oro –que daba la victoria automáticamente–. La encerrona, entonces, acabó con la ‘Roja’ eliminada por penaltis.
Esta vez, en octavos, España se volverá a ver con una anfitriona tras quedar primera de su grupo. Después de empatar contra Portugal (3-3) y de sus victorias ante Irán (1-0) y Marruecos, espera Rusia. Un rival, en teoría, fácil. La ‘Roja’ debería pasar por encima de ella y avanzar en un camino que se antoja, a priori, sencillo: se las vería contra Croacia en cuartos. Y eso, ahora mismo –y hace unos meses–, lo firmaría cualquiera. Seguramente, todos. Porque, obviamente, podría llegar a semifinales sin enfrentarse a ninguna de las favoritas (Alemania, Brasil o Argentina).
A partir de ahí, el peligro de jugar contra la anfitriona es real. Rusia, en su último partido, no quiso ni luchar por la primera plaza. Reservó a tres hombres de inicio y acabó engullida por Uruguay. Luis Suárez de falta –la mandó al palo del portero con su colaboración–, Cheryshev en propia puerta y Cavani en última instancia –aprovechó un rechace para empujarla dentro– aplastaron a Rusia. Pero da igual. Pocas conclusiones se pueden sacar del último encuentro.
Rusia es mucho más de lo que se vio contra Uruguay. Su nivel lo mostró en los dos primeros partidos. A Arabia Saudí le metió cinco y a Egipto, otros tres. Y, en el tercero, descanso y a reservar a sus jugadores. A ese once inicial con suplentes se le sumó el cambio de Cheryshev –su mejor jugador, de lejos– tras el descanso y la expulsión de Smolnikov en la primera mitad. Lo ocurrido, por tanto, no tiene nada que ver con lo que puede suceder en octavos de final.
En la próxima fase, contra España, la historia será diferente. Rusia lo tiene todo planeado: ambiente preparado para la ocasión, extra de motivación y posible encerrona. Eso es lo que teme la selección. VAR al margen, un arbitraje casero puede dar al traste con la vida de cualquier selección. ¿La prueba? El segundo penalti pitado a Arabia Saudí contra Egipto –más que dudoso– o una doble amarilla que pueda acabar con un jugador en el túnel de vestuarios lo antes posible.
España, por tanto, no teme a la anfitriona en lo futbolístico. Eso nunca. Su nivel y sus jugadores son inferiores. Pero, claro, la ‘Roja’ sí tendrá que tener cuidado con todo lo que rodea al partido. Esos han sido los peligros de los anfitriones toda la vida. Y, en pleno siglo XXI y con el VAR instalado, lo sigue siendo. Hay cosas que no cambian. O quizás sí. Ya se verá en estos octavos.
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