Leo Messi ha tenido en los últimos días una oportunidad después de otra. Después de su decepcionante partido ante Islandia, donde falló un penalti clave (hubiera supuesto la victoria de Argentina), tuvo el de Croacia, donde tocó fondo con una actitud impropia de su nivel, andando por el terreno de juego durante el 84% del partido (datos de FIFA). Pese a la debacle argentina en ese encuentro, tuvo otra opción, ante Nigeria, donde ahí sí apareció Messi... en la primera parte.
Y, en octavos, con Francia, pasó lo que tenía que pasar. Argentina eliminada del Mundial con una pobre actuación de su mejor jugador, que no fue tal en Rusia 2018. Leo Messi ha pasado por el torneo más importante del mundo del fútbol sin pena ni gloria. Un gol a Nigeria y una asistencia a Francia en el 93'. Ese es el bagaje del futbolista que llegó con el cartel de trascendencia histórica y acaba perdiendo crédito.
A Leo Messi no se le puede pedir milagros, es decir, no se le puede pedir llevar a Argentina a ganar un Mundial. Incluso ni a semifinales. La albiceleste tuvo en Rusia uno de sus peores equipos y un jugador solo no puede tirar de otros 10. El problema del crack del Barcelona es que directamente él ni ayudó a ello. No fue el mejor (jugadores como Banega o Di María han hecho mejor Mundial que él) y no ejerció nunca de lo que es: líder.
Messi se achicó en los momentos en los que su país le necesitaba. Algo muy parecido a lo que le ocurre en los últimos años en el Barcelona, donde el argentino no aparece cuando su equipo está al borde del KO, como por ejemplo las tres eliminaciones consecutivas en los cuartos de final de la Champions. Con viento a favor, Messi rinde, busca el balón, crea ocasiones y lidera. Con situaciones adversas, se esconde y no aparece. Es el mismo guión de los últimos tiempos.
Messi ha pasado desapercibido en Rusia y eso no se debe a que a su lado jueguen compañeros de un nivel menor. Hay algunos que rozan la mediocridad, pero también hay otros que ni mucho menos son malos. En Argentina está el central y delantero titular del campeón de la Premier (Otamendi y Agüero), el mejor jugador de la Serie A (Dybala, del que tendrán que explicar porque no juega ni un solo minuto), el máximo anotador histórico de una temporada de la Serie A (Higuaín), un semifinalista de Champions (Fazio), otro cuartofinalista (Mercado), al defensa titular del subcampeón de la Premier (Marcos Rojo) y jugadores de muy buena calidad como Banega y Di María.
No es que con este equipo Leo Messi pueda ganar un Mundial, porque por ejemplo es peor conjunto que Francia, pero ni mucho menos tiene una plantilla para dejar esa idea de que Messi no puede hacer nada. El futbolista del Barcelona no ha hecho nada por mejorarla y se ha basado en pequeñísimos momentos. Un golazo ante Nigeria y una asistencia ante Francia. Eso contrarresta con una desaparición total ante Islandia y Croacia, una ausencia en la segunda parte contra Nigeria, cuando Argentina estaba contra las cuerdas, y un tristísimo encuentro ante Francia, en el que apareció por primera vez en el minuto 84.
En la considerada era Messi, Argentina se va en octavos (y gracias, porque pasaron agónicamente a esta ronda, de la misma manera que se clasificaron para el Mundial) con una actuación pobre del mejor jugador. Messi decepcionó, porque nunca se le vio activo ni con fuerza para liderar el mundo del fútbol. Leo cerró en este Mundial cualquier opción a ganar el Balón de Oro o cualquier título individual así como para ser considerado el mejor jugador de la historia del fútbol.
Messi se va con un gol pero con la realidad de que jamás fue capaz de levantar a Argentina, algo que sí hicieron Banega ante Nigeria o Di María contra Francia. ¿Por qué ellos sí y Messi no? El fútbol lleva dictando sentencia y ahí vemos a dos Messi: el que juega extraordinariamente bien, que es en los últimos años en partidos menos importantes y con viento a favor, y el que se esconde y se achica, que es el que (no) está en los duelos más relevantes y decisivos del mundo del fútbol.
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