17 de diciembre de 2015, el Atlético acaba de clasificarse para los octavos de final de la Copa del Rey tras una victoria de oficio en el Calderón contra el Reus (1-0). En zona mixta, aquel día, aparece Lucas, un chaval que promete, pero del que nadie conoce demasiado. Contesta, habla y cuenta que no sabe muy bien qué será de su futuro. O, dicho de otro modo, y para entendernos, que estaba pensando en buscar otro club si no contaba con minutos. Sin embargo, finalmente, se quedó. Simeone lo convenció de que permaneciera hasta final de temporada y él aprovechó sus oportunidades: jugó 180 minutos contra el Barcelona en Europa y se doctoró en Champions. Lo mismo, en definitiva, que hizo en la victoria contra el Deportivo (1-0), con una buena actuación y la correspondiente loa de su entrenador.



Lucas era, hasta este domingo, el único jugador que no había disputado ningún minuto en el Atlético -sin contar con los porteros suplentes-. Pero le tocó entrar, sin que lo esperara y por la lesión de Giménez, que se tuvo que retirar en el minuto 36. Y cumplió, como siempre. Sin ponerse nervioso. Sacó un balón en la línea de gol, formó junto a Godín y dio la talla. “Estaba tranquilo y sabía que mi momento iba a llegar”, reconoció el canterano posteriormente, en zona mixta, con una sonrisa de esas que sólo aparecen en los días grandes.



Lucas, natural de Marsella e hijo de Jean-François Hernández, también central del Atlético de Madrid, volvió a jugar. Y lo hizo para reclamar un sitio en el once. Méritos, al fin y al cabo, lleva haciendo desde la temporada pasada, como bien sabe Simeone, que elogió su trabajo después del partido: “Es rápido, veloz, fuerte e intenso. Tiene un futuro increíble y tiene una competencia brutal con Savic, Giménez y Godín. Lo suyo es de sombrero. Entra siendo el último que quedaba por debutar y cumplió”, sentenció el técnico.



A sus 20 años, importa poco que sea el cuarto en la rotación. Su impronta, su figura y su temple son los de un gran jugador. O, mejor dicho, los de un central que ha sido (y sigue siendo) pulido por el mejor formador posible, Diego Pablo Simeone. De eso no hay ninguna duda. El Cholo, que algo sabe de esto, no ha parado de pulir a grandes centrales. Hizo lo propio con Miranda, vendido posteriormente al Inter por 15 millones de euros; con Giménez, que ha crecido de forma exponencial dese que llegó; con Savic, de lejos el mejor en la zaga esta temporada; y, obviamente, con él, que aprende de los mejores y tiene las condiciones para ser uno de ellos en poco tiempo.



PASOS DE GIGANTE



Su irrupción contra el Deportivo, en cambio, no fue una sorpresa. Ni para Simeone ni para la afición. El canterano ya se doctoró la temporada pasada. Lo tuvo que hacer ante el PSV, sustituyendo nada más y nada menos que a Godín. Y, posteriormente, se presentó en sociedad en los cuartos de final de la Champions League compareciendo durante toda la eliminatoria contra el Barcelona. “No es fácil con 20 años jugar como lo ha hecho él. Me alegro porque le insistí para que no se marchara y al final ha acabado saliendo todo bien”, desveló el Cholo tras aquel partido.



Ahora, sigue siendo el cuarto en la rotación. Por delante tiene a Giménez, a Savic y a Godín. Pero él no pierde la fe. Como reconoció tras el partido contra el Deportivo, “está tranquilo”. Y eso, precisamente, es lo que lo ha hecho ir subiendo escalones poco a poco. Y lo que le hará seguir progresando en el futuro. Al fin y al cabo, cuenta con un intangible que no se compra ni se entrena: la ambición. La tuvo a la hora de decidir si se quería quedar en el Atlético y la sigue teniendo este curso a pesar de ser el último en discordia. A sus 20 años, le sobra con copiar a los mejores. Ya lo decía Volteire, sólo los inteligentes se dejan enseñar. Y este Lucas, por cierto, lo parece. 

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