Cuando Del Bosque anunció que no seguía al frente de la Selección, Paco Jémez -cesado este miércoles como entrenador del Granada- entró en la lista de los más que posibles sustitutos al salmantino. Él mismo se incluyó porque metió una cláusula en el contrato que acababa de firmar con el Granada que le permitía irse a entrenar a España si le llamaban. Dejó numerosas veces abierta la puerta por si Villar le elegía y estaba llamado antes o después a coger ese cargo. Pero finalmente el presidente de la Federación acabó eligiendo a Lopetegui y Jémez tuvo que conformarse con un mal menor.
Un mal menor porque así lo ha hecho saber el propio técnico canario en cada una de las ruedas de prensa que protagonizaba tras las derrotas, cuatro, del Granada en este inicio de temporada. Una y otra vez repetía que si él era el problema, le podían echar, que entendía que sus decisiones hicieran perder al equipo. En la humillante derrota ante Las Palmas (5-1) llegó a decir que él había sido el mejor jugador de su rival. "Por mi culpa nos toca mascar la vergüenza y la humillación", añadió. Y así en casi todos los partidos. Esa actitud acabó cansando tanto a los dirigentes como a los aficionados y este miércoles el Granada ha anunciado su destitución. Se va dejando al equipo nazarí penúltimo, con dos puntos de 18 posibles, sin ganar todavía.
En el último partido, ante el Deportivo Alavés (3-1), Jémez tocó fondo. Los errores defensivos, en muchos casos por su idea de una zaga adelantada, hicieron perder al Granada y él, otra vez, se limitó a decir que podía "tener las horas contadas". El cambio de Atzily, al que metió en el terreno de juego en el 46' y le quitó en el 71'. acabó por agotar la paciencia de la entidad andaluza. El Granada tiene un proyecto totalmente nuevo, cambiado, con muchos jugadores que llegaron este verano, pero todos ellos fueron fichados con el beneplácito de Jémez. Se hizo el equipo a semejanza del juego del técnico. Y todo acabó mal.
La caída de Jémez es la caída de un estilo de fútbol y de una forma de entrenar. Valiente, no supo nunca diferenciar partidos y prefirió perder por seis que por uno. La apuesta le salió bien en muchos partidos, pero acaba minando al equipo. Por ejemplo, el entrenador más goleado en estadios como el Camp Nou, Santiago Bernabéu o Vicente Calderón, donde era normal que perdiera por 4 o 5 goles de diferencia. En Vallecas eso le valió, le llevó a ganarse el fervor de su afición y a que se asimilara que su estilo de juego era el más necesario. No se puede dudar que durante un tiempo funcionó, ya que llegó a clasificar al Rayo a puestos europeos, pero a la larga, acabó mal. El equipo madrileño descendió a Segunda en mayo de este 2016 y él, que era la imagen visible de ese proyecto, se abandonó el Rayo.
Una forma de entrenar que fracasa
Es este 2016 el peor año sin duda de todos en los que ha entrenado. Los datos son contundentes contra Jémez. De 29 partidos en este año natural, solo ha ganado cinco (todos con el Rayo) y ha perdido 12 encuentros, mismo número de empates. Al Granada le deja como el peor equipo hasta el momento de Primera División. Dos puntos y 15 goles en contra, el equipo más goleado de todos. Nunca el equipo andaluz había empezado tan mal en las cinco temporadas anteriores en la máxima categoría. Al Rayo, al que descendió, le dejó con 74 goles en contra y con fallos claves que acabaron provocando su descenso. Los vallecanos fueron durante dos años el equipo más goleado de toda Europa.
Jémez es, además, el técnico con más de 100 partidos en Primera que más goles ha encajado en los últimos 50 años de la Liga. En ese medio siglo, el Granada jamás encajó tantos goles en su inicio de competición. Hasta que llegó Jémez. Y, para más inri, sus datos generales todavía dudan más de su forma de afrontar los partidos. Tiene una media de dos goles por partido desde que entrena y, lo que es peor, pierde un encuentro de cada dos.
Pero, a pesar de los resultados, no se le puede negar a Jémez que tiene una idea definida y que la lleva a sus máximos extremos. Eso le llevó a sonar para grandes clubes (en varias ocasiones se dijo que es el entrenador perfecto para la idea del Barcelona) pero acabó en Granada. Con una personalidad marcada, esta destitución frena su progreso y le provoca no poder entrenar en España en todo lo que queda de temporada. Aquello que negó a Zidane hace unos años, en el rifi-rafe más gordo en el que se metió Jémez, cuando se encaró con el técnico blanco cuando entrenaba, sin carnet, al Real Madrid Castilla. Desde ese momento, Jémez fue devorado por un personaje valiente pero peligroso en el césped, con un sistema para disfrute del aficionado pero que provocó lo que hoy recoge, una destitución en un equipo hecho a su medida.
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