Era lo esperado. Sergio Ramos fue abroncado en la que fue su casa tras la polémica de los últimos días tras el enfrentamiento entre Sevilla y Real Madrid en Copa. El Ramón Sánchez Pizjuán recibió al capitán del Madrid con una sonora pitada, que se hizo más notoria cada vez que el jugador camero tocaba el balón. La afición sevillista no perdonó a Ramos sus gestos tras marcar el gol de penalti en el compromiso copero del pasado jueves ni la forma en la que lo hizo, a lo panenka, interpretada como una falta de respeto.
Además de los pitos continuos, Ramos también se encontró con una pañolada en su contra justo antes de que el árbitro pitara el inicio del encuentro. No sería exagerado si esos 30 segundos que pasaron entre que el colegiado Hernández Hernández colocó el balón en el centro del campo y pitó el inicio fueron los más largos en mucho tiempo para el jugador del Real Madrid. La realización de televisión le buscaba y la generalizada pañolada se mezcló con gritos de "Sergio Ramos, hijo de puta". El Pizjuán habló claro y mostró su definitiva separación con el que fue su jugador varios años. Y no solo fueron los Biris los que le criticaron, sino todo el estadio.
La pañolada, además de ir dirigida a Ramos, también sirvió de forma de protesta de la afición contra La Liga, que apercibió de cierre al Sánchez Pizjuán y que denunció al club por los cánticos contra Ramos en el último partido. Desde las redes sociales se había convocado a la afición a llevar pañuelos en forma de queja.
Al que si agradeció el actual jugador del Real Madrid su trato fue a Sampaoli. El técnico argentino había defendido a Ramos en la previa, diciendo que en ningún momento había faltado al respeto al club ni a la afición y que no debía ser pitado. El capitán del Madrid fue a agradecérselo antes del partido.
Antes del partido, varias pancartas aparecieron por el estadio y sus calles cercanas en las que se podía leer "SR4 no, Biris sí", "Sergio Ramos traidor" o "esta nunca será tu casa".
También recibió algún que otro apoyo Ramos en el Pizjuán, mínimo en comparación con la opinión generalizada de crítica al que fue su jugador. Fue de los pocos aficionados madridistas presentes, que encima tuvieron el premio de llevarse, como pedían, la camiseta de Ramos.
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