El Atlético, desde hace cinco años, es de los grandes y se comporta tal. De hecho, es juzgado, a menudo, bajo ese prisma. Y es normal. Nadie duda de su entidad ni se pretende en esta crónica. Pero, a veces, esa imagen es engañosa. El ejemplo: muchos, este domingo, habrán abierto las páginas de la crisis sin razón -como se hace en Madrid y Barça ante casi cualquier derrota-. Y sí, el Atleti ha empatado (2-2). Y sí, dice prácticamente adiós a la Liga quedándose muy lejos del Madrid (a ocho puntos y con un partido menos). Sin embargo, no hay ningún mal momento del que hablar, aunque eso se explicará más adelante. Yendo a lo puramente informativo, el equipo de Simeone sacó unas tablas cuando el partido estaba perdido. Marcó Griezmann y se hizo con un punto. “Un resultado justo”, según lo definió Koke al final del encuentro. Y, dicho esto, poco hay de que hablar [Narración y estadísticas: 2-2].
Volviendo a lo anterior. El Atlético ya pasó su bache. Fue en 2016, en Liga, y fue acreditado por todos, desde el cuerpo técnico a la prensa. Entonces, se dejó puntos. Muchos puntos. Acumuló cinco derrotas y un empate en los últimos ocho encuentros del año y se cayó de los puestos de cabeza. Por tanto, su crisis viene de ahí. Pero, ahora, en este 2017, la cosa es diferente. Sólo se ha perdido un partido de seis (la vuelta de la Copa frente a Las Palmas cuando la eliminatoria ya estaba sentenciada) y se suman cuatro victorias y este último empate, algo normal merced al rival y al lugar de peregrinación por el que pasaban los colchoneros este fin de semana.
¿Podría haberse sacado un mejor resultado? Desde luego que sí. En un primer momento, todo se puso a favor del Atlético. Antes siquiera de que en San Mamés pudieran abrir las bolsas de pipas, llegó el gol colchonero. Koke tomó la pelota, se asomó al área, vio el desmarque de Griezmann, la colgó y, entre el despiste de la defensa y el portero, la pelota se coló dentro de la portería. Una situación ideal para el conjunto rojiblanco, que buscó acomodo en su campo y una posible salida a la contra. Pero entonces se torció la cosa.
Si algo no hace el Athletic es rendirse, y menos cuando juega en San Mamés. De ahí que, con el Atlético esperando en su campo (y acumulando tan solo un 37% de posesión), el equipo de Valverde se fue haciendo grande. Amagó con un disparo de Williams desde lejos y recortó antes del descanso. Lekue recogió la pelota dentro del área y la colocó en la escuadra. Quizás, el mejor momento en lo psicológico de cara a la remontada, que fue tomando forma a partir de entonces y se confirmó nada más comenzar la segunda mitad con un cabezazo de De Marcos.
Se lanzó el Athletic a la yugular colchonera y entonces es cuando reaccionó el Atlético. Y, de nuevo, apareció Griezmann. Tarde, pero llegó su gol, un disparo desde 30 metros que se coló pegadito al palo, impecable. Pero, a pesar de las intentonas, el equipo de Simeone no consiguió darle la vuelta al marcador. Sumó un punto. Sólo un punto. Y sí, quizás se despide de la Liga. Pero la crisis no existe. Sobre todo, porque el Atlético tiene certificado prácticamente su pase a las semifinales de la Copa y disputa los octavos de final de la Champions el próximo mes. Suficiente, en principio, para espantar los fantasmas de otro tiempo.
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