Hay veces que a una grada no la levanta un gol, una buena jugada o un susto del equipo rival. Tan solo basta con la aparición de un jugador para cambiar el ambiente de un estadio. El fútbol, como tantas otras cosas en la vida, tiene un componente de nostalgia, de querer recuperar aquello que funcionó y de abrazar otra vez a sus ídolos.
Así fue con Gareth Bale en el partido en el que el Real Madrid jugó (y ganó, 2-0) ante el Espanyol. Al Bernabéu le entró una felicidad de repente con la simple irrupción del galés, el que faltaba para redondear un equipo que goza de buena salud, como demostró el encuentro de este sábado. Los menos habituales también demostraron que están plenamente en forma para ganar la Liga, cada vez más cerca para un Madrid que este año sí tiene mucha cara de campeón.
Hubo tres momentos significantes en la vuelta de Bale. Antes, eso sí, Cristiano había conseguido ganarse la admiración de todo el público con un regate diabólico a David López. Pero tanto esa obra de arte del portugués como el gol de Morata quedaron olvidados por la aparición celestial de Gareth. Primero, en el descanso, al hacer los primeros ejercicios de calentamiento cuando sus compañeros escuchaban las órdenes de Zidane. Segundo, al salir a calentar ya con el partido en juego. Toda la grada cercana a la banda en la que estaba se rindió ante Bale. Por último, el momento en el que salió a jugar. Era el minuto 71. 12 después marcaría.
Su gol ante el Espanyol bien refleja lo que es Bale. Una carrera larguísima, a lo Bolt (harían bien en medirse jamaicano y galés), iniciada en su propio campo, acabada con un remate pegado al palo inventado en dos toques. El balón lo cogió en tres cuartos de campo, tras un pase medido de Isco, y ahí solo necesitó un control y un disparo ajustado para superar a su excompañero Diego López. Lo hizo por la banda izquierda, su preferida, allí donde dejó sus acciones más brillantes de su carrera pero donde no es habitual verle en el Real Madrid.
La simple vuelta de Bale dio otro aire al Madrid. El galés es un jugador diferente, como reconoció Zidane. Pero no diferente por el simple hecho de no llamarse como otro o por el tópico futbolístico, sino por lo que aporta y demuestra. Es un jugador que tiene gol, que tiene velocidad, capaz de desequilibrar los encuentros. Le hace todo eso un futbolista completo, difícil en estos tiempos. Ya era el mejor del Madrid cuando se lesionó en Lisboa, a finales del mes de noviembre. Ahora amenaza con volver a serlo.
Es tan verdad que el Madrid no ha notado en exceso la baja de Bale (eso es mérito de la planificación de la plantilla) como que en algunos partidos sí se echó en falta al galés. Por ejemplo, en el Camp Nou. Un jugador tan rápido como Bale hubiera hecho mucho más daño del que ya hizo Lucas Vázquez. O en la eliminatoria copera ante el Celta, donde Bale te podía dar algo diferente a un Madrid errático.
Una vez pasada la adrenalina, Bale quiso templar los ánimos: "Tengo que ir partido a partido para estar en el mejor estado posible muy pronto", comentó. "Necesito unas semanas para estar al 100% físicamente", añadió. La pregunta es cómo será cuando llegue a ese 100%. Su respuesta, el mismo Bale que se vio hasta noviembre.
El madridismo añora, en su justa medida, ese Bale con el que el Madrid jugaba mucho mejor, tenía más opciones de ataque, creaba más peligro y daba otro aire a los partidos. Así se lo hizo ver. El fervor fue total en el Bernabéu. "La afición es increíble, he sentido su cariño. Fue difícil estar fuera este tiempo, pero menos mal que estaban ganando. Queremos ganar todos los trofeos y ahora puedo contribuir a hacerlo", dijo un Bale tan contento como cauto en zona mixta.
Zidane se resistió a decir un halago, hasta que acabó resaltando que "es un jugador especial, distinto a los demás". "Tenía ganas de estar con nosotros en el campo, sentirse jugador. Le he dicho que disfrutara, nada más. No había que decir más. La palabra era disfrutar".
Y disfrutó Bale, Zidane y la afición. Esa era la palabra clave. Porque no hubiera sido extraño que, con 1-0, el Bernabéu se hubiera impacientado como tantas otras veces. La simple alegría que aportó la presencia de Bale evitó esos típicos pitidos que aparecen cuando el Madrid gana por la mínima. Además de futbolista, fue bombero. Bale vale para todo.
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