No es Chernóbil, como algunos críticos han señalado con humor ácido a través de las redes sociales. Sin embargo, Río ha abandonado a su suerte a buena parte de las instalaciones que formaron el fascinante complejo deportivo que albergó los últimos Juegos Olímpicos el pasado verano.
Un estado de decrepitud que confirma que la cita olímpica de Río supuso un momento 'kistch' en una ciudad y un país que, a pesar de haber acumulado problemas políticos -como el 'impeachment' a Dilma Rousseff- y económicos, se volcó con un proyecto deficitario y que difícilmente podría llegar a perdurar.
Sucede más a menudo de lo que creemos. Las citas olímpicas (así como los Mundiales de fútbol) en sedes poco preparadas y sin las infraestructuras adecuadas suelen causar más problemas que otra cosa a la sociedad civil, que acostumbra a pagar los despilfarros del gobierno de turno.
En el mejor de los casos, el mantenimiento de las instalaciones cae en el olvido y, aunque haya estadios y campos abandonados, al menos no suponen un gasto extra para las administraciones. En Sarajevo -sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984- la falta de recursos y los bombardeos de la guerra de principios de los 90 han condenado a sus instalaciones a ser una suerte de esqueleto monumentales, un último vestigio del lugar donde hace 30 años saltaban o se deslizaban los esquiadores.
En Atenas, la mala situación económica del país de los últimos años, ha hecho que la preservación del legado de los Juegos de 2004 no sea priotaria: campos destruidos, y complejos conquistados por la vegetación salvaje se repiten en el complejo olímpico, mientras que la Villa ha sido directamente olvidada.
Algo parecido sucedió en Pekín 2008, donde en la actualidad uno puede jugar al béisbol en el campo que fue sede de la disciplina, ahora recubierto de césped seco en plena calle. Eso sí, al menos en China conservan estructuras y edificios de la época; de Atlanta 96 sólo queda el Pebetero Olímpico -el estadio fue destruido un año después para construir un parking de 4.000 plazas-, que aguarda como único recuerdo de la cita en una carretera local para ser demolido durante este 2017.
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