Benzema ha vivido, y vivirá, porque así lo ha querido él y porque así es, con esa fama de delantero moderno, abandonado la vieja idea de que un gran equipo que quisiera luchar por los títulos necesitaba un '9' puro, de esos que marcan casi todas las ocasiones que tienen. Sin ser un killer, el francés sobrevivió cada año, pero en este parecía estar ya sentenciado.
En la victoria ante el Eibar (1-4), el más destacado fue el francés, que precisamente en Eibar cumplía 350 partidos con el Real Madrid. Karim despertó siete partidos después en Liga. Desde el 7 de enero, ante el Granada, no marcaba el francés en la competición de la regularidad. Su anterior gol se remontaba a finales de octubre ante el Athletic Club. En resumen, Benzema marcó los mismos goles en Ipurua que en los cinco últimos meses en la Liga.
Marcó los dos primeros goles, esos que modifican un partido y acaban siendo los más importantes, regaló el tercero a James y comenzó la jugada del cuarto. Esta última acción pudo ser en la que mejor se vio su papel. Benzema fue más Benzema que nunca, entendiendo por ello como un delantero en continuo movimiento, sin ser el '9' tradicional. Bajó más allá del centro del campo y todavía en su campo comenzó la jugada. Benzema lo que hizo fue reafirmar con su actuación esa idea instaurada de que él aporta mucho más sin esa figura de delantero centro puro que, tras sus últimas actuaciones, el madridismo pedía.
Porque así como se recalca su exhibición en Ipurua, la que seguramente será la mejor de toda la temporada, los precedentes habían dado lugar a una oleada de críticas sobre el mismo Benzema, con la diferencia que el Karim que jugó antes era uno apático, sin intensidad y con muchos fallos de cara a portería. Exceptuando el partido ante el Nápoles en el Bernabéu y este último ante el Eibar, su 2017 es pésimo, con actuaciones en las que tocó fondo: Celta de Vigo, Sevilla, Osasuna...
Pero al margen de si las cosas salen bien o mal, lo que a Benzema también le condenaba eran sus fallos en la portería. En el partido ante Las Palmas erró dos ocasiones muy claras, prácticamente solo y sin oposición. En otros partidos también tuvo remates que era difícil de creer que no fueran a gol. Y eso, seas un '9' más o menos dinámico, debe ser gol, y más cuando el Madrid necesitaba en momentos decisivos el gol.
La aparición de la JAB
Lo que también dejó Ipurua fue la aparición de un nuevo trío que funcionó de maravilla: la JAB, James-Asensio-Benzema. Los tres se lucieron en Eibar y los dos primeros estaban bien necesitado de ellos. Cuando James está bien, es uno de los jugadores más determinantes del mundo. De sus botas salió el segundo gol, marcó el tercero y con el rechace de una ocasión fallada suya llegó el cuarto.
Por su parte, Asensio volvió tras seis partidos en los que no jugó nada. El mallorquín no disputaba ningún minuto desde finales de enero y en Eibar jugó los 90. Fue el tercer mosquetero, ya que también estuvo muy metido en todo el partido, asistió en el primer gol y marcó el cuarto.
Eso sí, no tendrá la JAB los focos mediáticos que tiene la BBC. Ambas tripletas son incompatibles, aunque algunos se pueden mezclar. El Madrid, como ya hiciera en el partido de ida de los octavos de Copa ante el Sevilla, jugó muy bien con su equipo menos habitual. Zidane dio descanso a Carvajal, a Marcelo, a Kroos y a los que ya había dejado en Madrid, Cristiano y Morata. Después quitó a Benzema y Modric en la segunda parte. Dosificó esfuerzos, pensando lógicamente en el encuentro del martes ante el Nápoles. Le salió bien, ¿por el rival, por el buen partido o por los cambios?
Fue la tarde de Benzema, pero también en la que el Madrid pudo tener la tranquilidad que le faltaba en los últimos diez días. Este partido puede servir para cerrar la semana en la que los blancos se tambalearon, perdieron el liderato y volvieron las dudas a Chamartín. La goleada en Eibar sirvió de analgésico.
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