Apenas nueve jornadas, cinco partidos para tocar la gloria europea -si todo va bien-, un homenaje en el Calderón y todo habrá acabado. ¿Con éxito? Eso es (y será) relativo. Así ha sido siempre. Dependerá, simplemente, de que el equipo compita como lo ha hecho desde que llegó Simeone. El resto dará igual. Y, vista la reacción este sábado, eso parece asegurado. El Atlético, una vez más, dio la cara. Jugó como lo lleva haciendo durante todo este 2017: firme en defensa, compacto durante los 90 minutos y mortífero en ataque. Gracias, por cierto, a Fernando Torres, creador de las dos jugadas donde llegaron los goles (uno de Koke y otro de Filipe Luis) en la victoria ante el Málaga que deja a los colchoneros durmiendo terceros [narración y estadísticas: 0-2].
Tenía que probarse el equipo de Simeone tras el parón de selecciones. Y lo hacía en Málaga, donde todo empezó y donde se acelera esta temporada. Allí, el Atlético se miró al espejo y se reconoció. En defensa, inexpugnable, como siempre, dejando que los locales, en toda la primera mitad, apenas si lograran disparar una vez a puerta: un remate de tacón de Keko que detuvo sin problemas Oblak. Y también en ataque, efectivo, marcando en su primera llegada: Torres recibió en la frontal del área, se fajó de sus dos defensores, cayó al suelo y dejó la pelota en territorio de nadie, a donde llegó Koke para picarla por encima del portero y hacer el primero.
Hizo lo que debía el Atlético en la primera parte y no cambió la estrategia en la segunda mitad. Cedió el balón al Málaga y se metió en su campo. ¡Y tan contento! Desde la defensa, creció. Sin prisa, dando pequeños pasos, presionando arriba y buscando salir al contraataque al mínimo fallo del conjunto andaluz. Y así hizo el segundo y último gol. Torres, de nuevo, ese que debía estar retirado, ese que ya es mayor, ese que ya sobra… Pues sí, ese mismo -que no es nada de lo anterior ni de lo que dicen- volvió a meterle un balón a Filipe Luis para que éste la picara por encima del portero y aumentara la distancia. Y fin de la historia. Conseguido el segundo, se encerró de nuevo y contemporizó los minutos hasta verlos morir en La Rosaleda.
El Atlético sobrevivió al parón. De hecho, compitió como antes de que las selecciones aparecieran de nuevo para llenar el calendario de partidos amistosos o de clasificación para el Mundial de Rusia. Incluso desplegó su mejor versión en La Rosaleda. Se mostró inexpugnable, como casi siempre, y golpeó cuando era necesario. Sumó su cuarta victoria consecutiva y se coloca tercero en la clasificación a la espera de lo que haga el Sevilla. Ese, al fin y al cabo, era su objetivo inicial y el que ha perseguido durante todo este tramo final de la temporada. Y ahora ese reto está más cerca. Muy al contrario que su rival, que sólo suma siete puntos de los últimos 48 y no termina arrancar (y parece que no lo hará). Un drama que no depende del entrenador ni de Míchel, pero que de momento lo salva.
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