“¡Olé, ahora hablas!”. Tres palabras, apenas un gesto, un aplauso, una mirada al palco -“donde se mueven los hilos”, reconoció el defensa culé- y un duelo. Ramos y Piqué. Piqué y Ramos. Dos escudos, dos ‘amigos’ parciales -sólo cuando se encuentran en la selección- y dos ‘enemigos’ a tiempo completo en el choque permanente que es la rivalidad entre blancos y azulgranas, entre Madrid y Barça. Ellos representan lo mejor, lo peor y lo intermedio. Depende del día. Se les admira, se les alaba, pero también se les crítica. “Son como niños”, decía un lector de este periódico. Y lo son. A veces, sí. Pero también son mucho más: los herederos de aquella rivalidad entre Mourinho y Guardiola. O de aquella entre Gaspart y Lorenzo Sanz. O de aquella entre Luis Enrique y todo el madridismo. Son únicos. Y protagonistas. Los dos del último Clásico (2-3) -pese a Messi-.
Dentro del campo, los focos fueron para Leo. Su gol en el 92, su camiseta volando, su '10' tendido al respetable y su victoria. El fútbol ofreció eso. El espectáculo posterior, el pique y la rivalidad fue patrimonio de los de siempre. Ramos, como actor principal, saltando con las dos piernas por delante, autoexpulsándose en una contra del Barcelona -a pesar de no tocar a Leo-. Su gesto, sus palabras y su dedo señalando a Piqué. Ese fue su momento, su reproche y su culpa. Después vino el de su antítesis. Apareció el defensa en zona mixta, y no se calló. No lo ha hecho nunca, y no lo iba a hacer tras una victoria de los suyos en el Clásico. “Cuando llegue a su casa se va a arrepentir. Creo que la roja es muy clara: los dos pies por delante, sin opción de tocar el balón, Leo se va solo (…) Aquí (en el Bernabéu) están acostumbrados a unos arbitrajes muy permisivos y hoy (por ayer) no ha sido el caso”.
Piqué acusó y Ramos contestó. Otra vez en zona mixta, su otro campo de batalla, después de la derrota. Apareció ante los micrófonos decaído, en frío y tras ver la jugada de la polémica -y quizás la decisiva. Allí compareció para explicar cómo condicionó el resultado su expulsión: “Dirán lo que quieran los medios de su casa… con tanto morbo en cada tuit, en cada cosa… Me llevo bien con Piqué. Eso sí, después de un clásico no me pidas que le dé un abrazo”, contestó medio en broma... medio en serio.
La relación entre ambos – en todos los sentidos- ha pasado por diferentes fases. Malas, buenas e intermedias. Casi siempre, con un denominador común: su ‘odio’ al eterno rival. De ahí el rechazo de Piqué a los valores del eterno rival: “Yo jamás trabajaría para el Madrid. No me gustan los valores que transmite, a los jugadores los aprecio muchísimo y muchos son amigos. A mí el del tema del Madrid lo que no me gusta es ver en el palco las personalidades que hay y cómo mueven los hilos. La persona que imputó a Messi y Neymar y tiene un trato diferente con Cristiano, está en el palco”.
La acusación encontró respuesta inmediata en su compañero de selección. Sergio no quiso evitar la polémica. Evitó esa respuesta hueca que a menudo suena preparada. “En todos los palcos se mueven hilos, pero ellos tienen más que callar que nosotros. Si tiramos de hemeroteca… aquel gol de Iniesta (2009)…. No están para hablar. Este año, no”. ¿A qué se refería con ello? A la remontada histórica del Barcelona contra el PSG, en la que el colegiado, Aytekin, fue parte importante en la victoria del conjunto azulgrana.
PUNTOS SUSPENSIVOS Y MÁS REPROCHES
Antes de esos aplausos de Ramos, la pasada semana, ambos volvieron a tener un encontronazo. Piqué, durante el partido entre Real Madrid y Bayern, con motivo de la expulsión de Sergio, tuiteó tres puntos suspensivos…. ¿Y qué hizo el defensa del Madrid? Contestarle: “Nada nuevo, no me sorprende. Pero que Piqué rebobine un poco, que se ponga el partido del PSG y los tres puntos se le quedarán cortos”, sentenció.
Esa es la relación entre ambos. Pacífica en el campo, cuando les toca jugar con la selección. En ella, no han tenido problemas. De hecho, hasta han bromeado. “Nos gusta el morbo y tirarnos alguna piedrecita”. Pero todo cambia cuando representan a sus clubes. Ramos, capitán del Real Madrid y escudo blanco; y Piqué, capitán del Barça y culé desde pequeño. Dos “niños”, a veces. Adultos, también. Rivales, amigos y enemigos. Dos centrales únicos, que defienden sus intereses, pero a los que unen con la ‘Roja’. Iguales en las formas y en el fondo. En todo. Pero uno del lado azulgrana, y otro del blanco. ¿Por siempre? Sin duda.
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