Arrigo Sacchi, un mes antes de que el Corriere della Sera anunciara su fichaje por el Milan, fue a visitar a su padre al hospital de Fusignano (Italia) -ciudad donde nació-. Aquel día, como relata en su biografía, habló con él de lo “humano y lo divino” y, de paso, comentó su último partido con el Parma. Y después, en un momento dado, se acercó y le preguntó: “Padre, ¿sabes guardar un secreto?”. “Sí”, le contestó. Y su hijo, obviamente, no se pudo contener y le dio la buena nueva: en pocos meses firmaría como nuevo técnico rossoneri. Al enfermo, inmediatamente, se le iluminó la mirada.
Al día siguiente, el médico llamó a Arrigo Sacchi y le preguntó: “¿Pero qué le ha hecho a su padre? ¡Hoy parece que está muy bien!”. Y así era. Aquella noticia dio aliento al señor Augusto. Y, de alguna manera, la anécdota ha quedado señalada como el origen del mejor Milan de la historia, aquel que heredó el gusto por la pelota de la Holanda del 74 y sustituyó el catenaccio por el fútbol total en Italia. Un equipo que, como posteriormente diría Muti, era “una sinfonía”.
Cuando se cumplen casi 30 años desde que llegara Arrigo Sacchi, el Milan ha pasado por diferentes épocas. Algunas buenas, como la de Ancelotti, con Champions League incluida; y otras muy malas, como la de los últimos años. Hasta este curso, cuando, por fin, ha resurgido con Vincenzo Montella en el banquillo y una camada de jóvenes tan prometedora como real. La misma que ha hecho posible que, a día de hoy, el equipo ocupe el tercer puesto en la Serie A, esté en puestos de Champions y a cinco puntos del liderato que ostenta la Juventus.
MILAGRO ‘MADE IN CHINA’
Esta buena marcha no es casual. Como decía Herman Hesse, “a veces la paciencia vale más que la inteligencia”. Sin embargo, en el Milan han brillado por su ausencia ambas en los últimos años. Hasta que Silvio Berlusconi -sobran las palabras- decidió vender el club en agosto. El grupo Haixa Capital se hizo con él por aproximadamente 740 millones de euros y, de paso, acabó con el lastre de endeudamiento que arrastraba la entidad. Y esto, pese a lo que ha ocurrido en otros clubes, ha dado estabilidad y coherencia a la política de la entidad. Paradójicamente, la gestión China ha dado más rendimiento que la italiana.
El cambio queda patente repasando el balance de este verano. El Milan tan solo gastó 26 millones de euros en el mercado de fichajes (por los más de 90 del curso pasado) y, sin embargo, sus resultados son mejores: acumula siete victorias, dos derrotas y un empate. Es tercero en la Serie A y, además, ha llegado a competir de tú a tú contra la Juventus, a la que tumbó con un tanto del joven Locatelli (18 años), uno de esos jugadores que aparecen de repente y, de un día para otro, son capaces de levantar los cimientos de cualquier club del mundo.
Locatelli, sin embargo, es tan solo una de las muchas perlas que tiene Vincenzo Montella en su sus manos. El técnico de Castello di Cisterna ha dado un giro a la política de fichajes del club y ha priorizado a los jóvenes frente a esos jugadores que llegaban cerca de la treintena al Milan -con algunas excepciones, como la de Bacca, que sigue en la entidad-. Así, esta campaña, sobre el césped, han coincidido talentos como el portero Donnarumma, el que dicen será el próximo Buffon (17 años); el defensa Romagnoli (21), por el que pagaron 25 millones de euros en su momento; el también zaguero De Sciglio (24); Gustavo Gómez (23); o Niang (21), ese jugador que estrelló su Ferrari y que fue condenado a 18 meses de cárcel por herir a 11 personas. Un tipo al que, finalmente, ha conseguido redirigir el entrenador italiano.
Con estos cimientos, el Milan espera construir de nuevo aquella catedral que brilló como los ojos de Augusto el día que Sacchi le anunció su fichaje por el conjunto rossoneri. Al fin y al cabo, son ya muchos años sin que su camiseta pasee por Europa -desde la temporada 2013/14, cuando cayó en octavos- y por la plaza del Duomo urge escuchar la música de la Champions sin que los protagonistas sean extranjeros. Pero para eso queda mucho -o quizás no tanto-. Y, como decía el propio Arrigo: “Mientras no hagamos soñar también a la afición, no habremos resuelto el problema”. Y en eso están los ‘niños’ de Montella.