Menos de 40 kilómetros separan Turnberry de Royal Troon. Menos de 40 años separan el British Open de 1977 del British Open de 2016. Menos de cuatro décadas después, Henrik Stenson y Phil Mickelson han replicado aquel 'Duelo al sol' con el que Tom Watson y Jack Nicklaus deleitaron al mundo para volver a dar la sorpresa. Si entonces fue Watson quien tumbó al Oso Dorado, esta vez, con bastante menos sol, el sueco acabó con el zurdo de San Diego para destruir de una vez por todas la leyenda negra de los suecos y los torneos de Grand Slam.
Annika Sorenstam ya no está sola. Desde Jesper Parnevick a Soren Hansen pasando por Thomas Björn, Dinamarca y Suecia han acariciado la gloria más de una vez. Más de dos. Siempre sin premio. También Henrik Stenson, nueve veces entre los 10 mejores en los grandes, habitual del top-ten mundial en la última década y uno de los grandes talentos europeos (y grandes pegadores) del Viejo Continente. Una insistencia sin premio. Hasta ahora. Hasta que llegó su momento.
Cinco birdies por el front nine, otros cinco por el back nine. Menos ocho en el día para una tarjeta final de 264 golpes, un total de 20 por debajo del par del campo para igualar el resultado más bajo en la historia de los majors: el -20 de Jason Day en el PGA de 2015. Y para superar igualmente el que hasta hace un año era histórico -19 de Tiger Woods en 2000, precisamente en el British Open.
Números de récord, de libro de historia, que, sin embargo, ocultan la importancia de Phil Mickelson, el cara a cara durante 18 hoyos contra Mr. Birdie, cómo el estadounidense alimentó, se retroalimentó e hizo lo propio con el sueco durante 15 hoyos. Porque fue Mickelson quien arrancó con birdie al 1, quien enchufó un eagle en el 4 y otro birdie en el 6. Fue Mickelson quien la presionó hasta el límite. Fue, en realidad, Mickelson quien sacó lo mejor de Stenson. Porque Stenson, que nadie lo dude, dio su mejor versión.
Tocado por la varita, cuatro birdies en los últimos cinco hoyos. Especialmente el puro del 15 para dejar dos golpes de diferencia en el momento clave, forzando a Mickelson a ir un paso más allá, el que le rompió la cadena y le sacó de la pelea por la Jarra de Clarete. Esa de la que Stenson podrá presumir junto a Annika Sorenstam.
Probablemente el sueco lucirá sobre la chimenea de su casa el trofeo junto al de la FedEx Cup de 2013, el año que cambió su suerte. Fue entonces cuando se embolsó más de 11 millones de dólares, cuando él y su economía renacieron. Porque Stenson descendió al 230 del ránking mundial al mismo tiempo que descendía a los infiernos económicos y psicológicos por culpa de una estafa piramidal.
Igual que Bernard Madoff estafó miles de millones a miles de personas, Stenson se vio involucrado en la estafa del Standford Finalcial Group, que ascendió a más de 7.000 millones de dólares y engañó a más de 50.000 clientes. De hecho, el caso del golfista fue especialmente sangrante, pues llegó a firmar como embajador del grupo financiero, que se convirtió en uno de sus principales patrocinadores.
Un mal recuerdo, una anécdota hoy, aunque el triunfo, por desgracia, siempre encuentra un punto agriducle y Stenson, frío en sus celebraciones como buen nórdico, dedicó su gran éxito a Mike Gerbich, amigo cercano fallecido hace pocos días a consecuencia del cáncer.