Jon Rahm venía a España con un objetivo claro: ganar el Open de España en categoría absoluta. Era el único título nacional que no adornaba sus vitrinas, y lo ha conseguido. Ha sido un absoluto escándalo de tee a green y sólo el putt ha evitado una victoria mucho más amplia, aunque el de Barrika tuvo que sufrir hasta el último golpe por la formidable presión del cántabro Nacho Elvira, que sólo se dejó doblegar en el penúltimo hoyo.
El vasco ha gozado cada uno de los cuatro días de numerosas ocasiones de birdie aunque sólo ha conseguido materializar un pequeño porcentaje. Sus cuatro vueltas de 67-68-66-67 llegaron únicamente después de dejarse muchas oportunidades por el camino. Ése es el increíble nivel del jugador vasco. Un abuso. Una exhibición.
El esfuerzo ha merecido la pena. Un larguísimo viaje, numerosos compromisos consecuencia de su condición de estrella y la presión de conseguir el único trofeo nacional que le falta. Nada de eso ha afectado a Jon. Está hecho de otra pasta, ese lodo primigenio del que han salido estrellas como Tiger Woods, Jack Nicklaus y el gran referente español, Severiano Ballesteros. Fiel reflejo del cántabro está siendo la carrera de Jon. Y hoy lo ha confirmado con una impresionante victoria.
Rahm sabía que era el dueño de la baraja y ponía sus triunfos encima del tapete a las primeras de cambio. Birdie en el uno y birdie en el 2. Se prguntaba al terminar la tercera jornada si podría utilizar a esa marea humana que copaba el Centro Nacional a su favor, y el partido estelar se sentía presionado pronto ante el griterío que pudiera provocar con sus birdies.
El comienzo de la película no se saltaba una coma del guión, pero Nacho Elvira no quería ser sólo un figurante y exigía sus líneas con un birdie en el uno también y respondiendo al bogey del 4 con un magistral eagle. Llegaban los nervios, se enfriaba el acierto en los greens. El tercero en contienda, y líder durante los tres días, el irlandés Paul Dunne no se sentía tan cómodo como hasta el momento. Al pasar por el hoyo 9, triple empate en cabeza con -17.
Entonces los españoles pisaron a fondo y dejaron rezagado al irlandés, fueron intercambiando aciertos hasta el que sería juez de la contienda: el hoyo 17. Dos errores desde el tee y dos tiros que rodaban por la ladera con ganas de mojarse, aunque sólo la de Elvira acababa en el obstáculo. El cántabro rozó el milagro con el aproach, pero no embocó el putt de vuelta. Mientras Rahm se paseaba por la calle del 18 sabiendo que era el dueño de la copa. Un birdie le daba la victoria. Y así fue.
Se proclama así campeón el niño de oro de la cantera española, el estandarte de la Federación, producto de la Blume y culmen del fantástico trabajo de dichas instalaciones. El niño que soñaba con superar los grandes de Nicklaus. El niño que idolatraba a Seve, y apenas contenía el llanto cuando la familia Ballesteros le invitaba a contemplar el cuarto privado de palos y recuerdos del maestro cántabro. El niño que camino de la entrega de tarjetas, abrazaba emocionado a su amona, la abuela que le trajo una buena cantidad de sus comidas favoritas. El campeón del Open de España.
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