El lunes cumplí 34 años. No todo el mundo puede decir que ha celebrado su cumpleaños durante unos Juegos Olímpicos. Entre entrenamiento y entrenamiento, tuvimos tiempo de tomarnos una tarta que me trajeron los entrenadores españoles. Fue un día especial, aunque todavía faltaban muchos por llegar. Nosotras fuimos de las primeras en aterrizar en Río y hemos estado unos días viendo cómo la Villa se llenaba de vida hasta estar prácticamente abarrotada.
Poco a poco, nuestro equipo va tomando forma: el martes llegaron la mayoría de los chicos, con Rafa a la cabeza. Entrenamos por la mañana y también por la tarde, una doble sesión para seguir con la puesta a punto. Se nota el gran ambiente y es contagioso. Los jugadores de baloncesto colonizaron la Villa ayer y son muy culpables de ese buen rollo que distingue a la delegación española.
Precisamente, Sergio Rodríguez me ha retado. Así, sin miramientos. ¡Me ha retado! Quiere jugar un set contra mí y dice que puede hacerme dos puntos por juego. Sinceramente, yo lo veo imposible, pero él tiene mucha fe en sí mismo… Hay pistas de tenis dentro de la Villa, así que no descarto que salgamos de dudas esta semana y veamos si sabe defenderse con una raqueta en la mano. De momento, yo no me atrevo a tirar triples.
Es llamativo el número de disciplinas que hay en unos Juegos Olímpicos. Es algo que por supuesto ya sabemos, pero cobra más sentido cuando estamos aquí preparándonos para competir. Muchas veces, Carla y yo nos dedicamos a intentar adivinar a qué deporte pertenece cada atleta. Nunca sabemos si acertamos o no, y posiblemente fallamos siempre, pero es una divertida forma de pasar el tiempo durante las comidas o los ratos muertos que tenemos.
Nuestra intención es acercarnos a ver algunos deportes una vez que arranque todo. Será complicado porque tenemos un calendario exigente, pero lo intentaremos y ya veremos cómo nos organizamos para conseguirlo. Le he cogido mucho cariño a las chicas de hockey y también a las de balonmano. Estos días de convivencia con otros deportistas nos permiten abrir la mente y ver lo que hay más allá de lo que hacemos nosotros. Conocemos sus horarios, cómo se preparan y el tipo de presión que tienen que soportar.
Ellos alucinan, por ejemplo, cuando se enteran de nuestras inciertas rutinas. No les entra en la cabeza que no sepamos cuándo vamos a jugar exactamente y que tengamos que adaptar sobre la marcha el calentamiento y la comida. Acostumbrados a tener unos horarios fijos y bien marcados, lo nuestro les parece imposible, una locura.
De eso se habla estos días en la Villa Olímpica. Una Villa que ha recibido muchas críticas desde hace meses, críticas que todavía se siguen escuchando. Yo he participado en cuatro Juegos y esta es la mejor Villa en la que he estado nunca. Mejor que Atenas, mejor que Pekín y por supuesto mejor que Londres. Es espectacular, un condominio enorme. A mí me encanta, aunque es cierto que no es la más cómoda porque está un poco lejos de todo.
Nuestras casas son grandes. No hay muchos lujos, pero están bien. Las chicas nos hemos repartido en tres habitaciones: Conchita está sola, Garbiñe duerme con Carla y yo estoy con Arantxa, mi compañera de dobles. Al constructor de nuestra habitación se le olvidó dejar la llave de la terraza, así que no podemos salir a tomar el aire. Eso sí, la comida en Río tiene un margen de mejora bastante amplio. Ahí tengo que ser realista: en España les ganamos por goleada.
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