Todo lo que sube tiene que bajar. Al menos, de algún modo. Bien lo sabe Sun Yang, el mejor nadador de la historia de China. A sus 24 años, conoce de sobra el lado positivo del éxito gracias a sus medallas en Juegos Olímpicos y Campeonatos del Mundo, salpimentadas por sus récords en la piscina. Sin embargo, también ha sido víctima del reverso tenebroso de la gloria: líos de faldas, relaciones tormentosas con sus entrenadores, polémicas al volante y con el dopaje, problemas de salud sospechosos antes de alguna gran prueba… Elementos lo suficientemente escabrosos como para conformar uno de los guiones más interesantes de Río 2016, donde Yang competirá en tres pruebas: 400 (sábado 6 de agosto), 200 (domingo 7) y 1.500 metros libre (viernes 12).
El campeón chino afronta sus terceros Juegos Olímpicos con más dudas que certezas. A ello contribuye su ausencia en los pasados campeonatos nacionales de su país, motivada por una lesión en el pie que sufrió mientras entrenaba. Este percance vino a cerrar el círculo abierto en el último día de competición de los pasados Mundiales de Kazán (2015). Tras ganar el oro en los 400 y 800 metros libre y ser segundo en los 200, Yang decidió no participar en la final del 1.500, su distancia fetiche. Según la versión oficial, “sintió malestar en el pecho durante el calentamiento y, al no haber tiempo para hacerle un reconocimiento médico adecuado, se retiró”.
En la práctica, el plusmarquista mundial de la distancia nunca acabó de mostrar sus cartas en las eliminatorias. Además, las molestias que sufría parecieron quedar olvidadas tras un supuesto altercado con una nadadora y un técnico brasileños. Un incidente unido a sus polémicas críticas hacia el himno de Japón.
El hipotético altercado con la delegación brasileña fue zanjado con un “No comment” al ser interpelado al respecto por la prensa. La misma que ahora recuerda aquél y otros incidentes del pasado con más nitidez que el resurgir de Yang en junio. Entonces, se impuso en una prueba de 200 metros libres celebrada en Santa Clara (California)… antes de no comparecer en las finales de 400 y 1.500.
Entre el ying y el yang
Quién sabe si Yang no decidió hacerse nadador entonando unas notas bajo el agua de su ducha. Más que nada porque el sueño de su niñez era ser cantante. De hecho, Avril Lavigne es todo un referente musical para el nadador. Aunque, al final, se pasó al deporte. Algo influiría su padre, Sun Quanhong, jugador de voleibol en sus tiempos.
Tras un debut olímpico de aprobado ante los suyos en 2008 (se clasificó para la final de 1.500 de Pekín con 16 años, aunque fue último), la gran esperanza de la natación china explotó en 2009. Todo gracias a un bronce mundial, al que seguirían dos oros y dos platas en los Juegos Asiáticos de 2010. Poco en comparación con su gesta en los Mundiales de 2011, cuando batió el récord del mundo de los 1.500 libre: el más longevo de la historia de la natación, en posesión del australiano Grant Hackett durante diez años. El resultado fue el oro en la distancia y también en 800.
Hasta entonces, todo eran buenas noticias para Yang. Y continuarían siéndolo en los Juegos de Londres, en los que se convirtió en el primer campeón olímpico chino de natación (400 y 1.500). Además, con dos récords (uno olímpico y el mundial de 1.500 mejorado) y otras dos medallas (plata en 200 y bronce en el relevo 4x200) debajo del brazo. Una buena dinámica que continuaría en los Mundiales de 2013 como segundo hombre de la historia capaz de alzarse con el triplete en las pruebas de fondo (400, 800 y 1.500). Igualando a, cómo no, Grant Hackett, y con un bronce en el relevo 4x200.
Sin embargo, algo había empezado a torcerse en la hasta entonces buena dinámica del campeón chino. Meses antes de ser uno de los grandes triunfadores de los Mundiales de Barcelona, Yang rompió con su entrenador de toda la vida, Zhu Zhigen. Molesto por el affaire de su pupilo con una azafata de vuelo, el técnico creía que la chica impedía tanto la concentración como el buen desempeño del nadador en los entrenamientos. El vigente campeón olímpico lo vio de otra manera y decidió que sus caminos se separasen.
Su calvario tuvo un nuevo episodio en noviembre de aquel 2013, cuando fue suspendido de forma indefinida por el equipo chino de natación. Había tenido un accidente de tráfico al volante de un Porsche en su Hangzhou natal y, lo que es peor, sin carné de conducir. “Debería haber sido un ejemplo a seguir como deportista y figura pública… pero he fallado en mi responsabilidad”, declaró Yang entonces en un comunicado público.
Volvería a dejar de ser el hijo que toda madre china querría tener meses después, ya en 2014. Le tocó cumplir tres meses de suspensión por dopaje en secreto (la sanción se anunció en mayo, ya a posteriori) al haber consumido trimetazidina, un estimulante prohibido. Yang tomaba el medicamento debido a los mismos problemas cardíacos que, supuestamente, motivaron sus problemas en los Mundiales del año siguiente.
Sin duda, a Yang le había pasado factura el éxito. Las autoridades de su país ya no le miraban con tanto orgullo a pesar de que sus gestas en la piscina continuaban (tres oros y una plata más en los Juegos Asiáticos). Es más, hasta empezaban a ver su figura con cierto recelo. Tanto como para que el campeón chino emigrase a Australia para entrenar… no sin tiranteces con otro preparador, Denis Cotterell. De nacionalidad aussie y extécnico de, otra vez, Grant Hackett. También de Yang, al que dejó de tutelar tras hacerse público su problema de dopaje.
Con más sombras que luces en los últimos tiempos, pocos parecen recordar que el mejor tiempo del año en 200 libre (1:44.82) le pertenece. Lo fácil es hablar de la dificultad del reto que le espera a Yang si pretende conquistar todas las pruebas de fondo en el Estadio Acuático de Río. Sobre todo, con adversarios como el italiano Paltrinieri (vigente campeón del mundo en 1.500), el australiano Horton, el estadounidense Jaeger, el canadiense Cochrane, el francés Agnel…
Muchos nombres en las quinielas y tan sólo un futuro poseedor de los oros olímpicos. Los que protagonizarían la enésima redención del campeón chino que, como buen nadador, se mueve como pez en el agua entre la victoria y la derrota, el éxito y el fracaso, el ying y el yang.