Algún día, Anna Cruz les contará a sus nietos que fue campeona de la WNBA, pero también que ganó una plata olímpica, la primera del baloncesto femenino español, con la selección. Y Alba Torrens les dirá que antepone esta medalla a un título de la mejor liga del mundo, si es que llega a conseguirlo (y ojalá sea así) algún día. A buen seguro que el resto de sus compañeras también hablarán maravillas de esta gesta, porque no se logra todos los días. Y menos jugando de tú a tú contra Estados Unidos. Al menos, hasta que el físico aguantó. Cuando lo hizo, España llegó a ir ganando hasta por tres puntos (14-17 en el primer cuarto). Cuando las faltas rompieron la buena dinámica de Astou Ndour y Laura Nicholls en la pintura, las norteamericanas se fueron para no volver en el marcador. Iban a por su sexto oro olímpico consecutivo y lo consiguieron [Narración y estadísticas: 101-72].
Sí, el auténtico 'Dream Team' de Río 2016 acabó ganando la final sin ningún tipo de sobresalto. Imposible no subir a lo más alto del podio brasileño con jugadoras tan mortíferas como Maya Moore, Diana Taurasi y Lindsay Whalen en el perímetro o Breanna Stewart, Elena Delle Donne y Tina Charles por dentro. Unas brillan por los tiros que apenas dejan de fallar. Otras, por su contundencia bajo el aro, con una intimidación a prueba de bombas.
Y, a pesar de tener enfrente a una plantilla tan temible, España salió a disfrutar de su gran momento olímpico desde el minuto uno hasta el 40. Tanto como para jugar unos primeros minutos de ensueño, con la defensa rayando al nivel idóneo. Las culpables fueron Astou Ndour y Laura Nicholls, excepcionales durante todo el campeonato y sin miedo a perderles el respeto a las norteamericanas por dentro. Además, el gran inicio de partido de Alba Torrens (10 puntos en el acto inaugural, 18 finalmente) daba pie a soñar.
La ilusión de pelear la victoria se acabó tan pronto como las personales acabaron con la solidez española en la zona. Sin poder competir contra la efectividad estadounidense en el tiro exterior, las chicas de Lucas Mondelo sacaron la bandera blanca... a medias. Aunque las yankees se pusieron el disfraz de extraterrestres mediado el segundo periodo para no quitárselo, las jugadoras españolas disfrutaron de cada segundo de la gran experiencia que tuvieron el honor de vivir.
Tanto es así que, ya con el partido totalmente roto, Astou Ndour tuvo el descaro de anotar triples como si de una jugadora de perímetro se tratase. Más escandaloso fue el atrevimiento de Silvia Domínguez, capaz de clavar una canasta lejanísima sobre la bocina del tercer cuarto. Y, por supuesto, Marta Xargay y Anna Cruz se encargaron de dejar claro a las norteamericanas (en sus filas militan algunas compañeras suyas en la WNBA) por qué han llegado a compartir liga con ellas.
En definitiva, a las pioneras olímpicas de nuestro baloncesto femenino no les importó demasiado la amplia superioridad norteamericana en el rebote (51 capturas frente a 28), en las asistencias (29-16) o en los puntos del banquillo (55 por 23). La hombrada ya estaba consumada desde el triunfo en las semifinales contra Serbia. El partido por el oro iba a ser una fiesta en toda regla por parte de los dos bandos.
Para las estadounidenses, por su nuevo título y por mantener una imbatibilidad olímpica vigente desde Barcelona '92. Para las españolas, por conseguir medalla en el último gran evento internacional donde todavía no se habían subido al podio. Y, qué duda cabe, por volver a hacer historia y por empezar a escribir la que vendrá. Porque aún quedan desafíos de suficiente enjundia (el Europeo de 2017 y, sobre todo, el Mundial de 2018 en España) para que la mejor generación de nuestro baloncesto femenino siga haciéndonos felices. ¡No se vayan todavía, aún habrá más!