Hace casi 26 años, en Albertville 1992, Blanca Fernández Ochoa, con su bronce en esquí alpino (eslalon), ganaba la segunda y hasta la fecha última medalla de España en los Juegos Olímpicos de Invierno. A la vez, la delegación de Corea del Norte vivía un hito idéntico: Han Pil-Hwa, plata en los 3.000 metros de patinaje de velocidad femenino en Innsbruck 1964, encontraba sucesora gracias a Hwang Ok-Sil. En el mismo deporte, pero en una distancia (500 metros, pista corta) y con una presea (bronce) diferentes. Así se cerró, por el momento, el palmarés olímpico invernal norcoreano. Ese que, sobre el papel, permanecerá inamovible en Pyeongchang 2018. Allí donde todo dependerá única y exclusivamente de, otra vez, los patines. En este caso, de su vertiente artística.
Sí, Ryom Tae-ok y Kim Ju-sik serán los únicos deportistas del país que acudirán a la vecina Corea del Sur en febrero a día de hoy. Ninguno de los miembros de esta pareja, decimoquinta del mundo el año pasado, había nacido cuando se logró el último gran logro invernal: él cumple 19 años días antes de que arranquen los Juegos y ella cumplirá 26 en septiembre. Terceros de Asia en la versión continental del evento en el que competirán en unos días, Ryom y Kim son los representantes más aperturistas que podría tener Corea del Norte. ¿Por qué?
En primer lugar, por los programas que ejecutarán sobre el hielo. Estos beben del dinamismo de las parejas chinas, del estilo clásico que caracteriza a las duplas rusas e incluso de la sobriedad alemana. Sólo hay que ver la música que acompaña a sus rutinas: A Day in the Life, de los Beatles, para el programa corto; un fragmento del ballet del Cascanueces de Tchaikovsky para el programa libre.
Aunque lo más occidental de los únicos olímpicos norcoreanos en Pyeongchang es su personalidad. El carisma que desprenden, por mucho que los primeros puestos les estén vetados ahora mismo, les hace ganarse a la grada desde el minuto uno. Y a los periodistas, con los que la pareja se muestra bastante abierta. Ryom, por ejemplo, no esconde que le gustaría ser campeón del mundo en un futuro. Tampoco ocultan, en común, su nulo interés por la política: ni llevan los pins típicos con el rostro del abuelo o del padre de Kim Jong-un, que le precedieron como líderes supremos norcoreanos, ni atribuyen sus éxitos a la bendición de este último dictador. Prefieren centrarse en sus estudios y en el deporte.
Los patinadores ya hicieron los deberes que les correspondían: clasificarse para los Juegos en septiembre, durante una competición disputada en Alemania. Que sean los mandamases norcoreanos los que se ocupen de la tarea de estrechar lazos con sus vecinos del Sur y, de paso, con el universo en su conjunto. Mejor que el acercamiento se inicie con los primeros, para que se repitan imágenes como las de los Juegos de Verano de 2000 y 2004: ver desfilar juntas a las delegaciones de Corea del Norte y del Sur en la ceremonia de inauguración olímpica.
A los anfitriones de la próxima cita invernal no les importaría revivir una escena así en unos días. La verdad es que también ha habido un cierto acercamiento deportivo entre ambas naciones, antaño hermanas, en los últimos tiempos. Por ejemplo, el año pasado, cuando la selección femenina norcoreana de hockey jugó en Corea del Sur y las internacionales surcoreanas en fútbol hicieron lo propio en Corea del Norte. También hubo un equipo de taekwondo norcoreano que compitió en tierras vecinas.
Con Kim Jong-un nunca se sabe, pero parece que se disipa la amenaza de algún ataque de la nación del Norte en la del Sur con la excusa de la celebración de un gran evento deportivo. Ocurrió 10 meses antes de los Juegos veraniegos de Seúl 1988, con una bomba norcoreana que mató a los 115 ocupantes de un avión militar surcoreano. También en pleno Mundial de fútbol de 2002 (se celebró en Corea y Japón), con una emboscada naval el mismo día del partido por el tercer y cuarto puesto que disputó Corea del Sur.
Quizá Ryom Tae-ok y Kim Ju-sik no sean conscientes de ello, pero van a ayudar, y mucho, a contener los arrebatos del dictador que gobierna su país. Ellos y Donald Trump, con un 'pronto' igual o peor que el de Kim Jong-un y sin ningún tipo de miedo a iniciar una guerra nuclear llegado el caso. Todavía podría haber más deportistas norcoreanos en Pyeongchang (en esquí y en la modalidad invernal fetiche, el patinaje de velocidad, vía wild-cards). Sin embargo, y cuatro años después de no acudir a Sochi, Corea del Norte vuelve a la cita deportiva por excelencia de un mundo al que puede que se abra más a partir de ahora. Y todo por culpa de dos patinadores.
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