“Están todas las entradas vendidas, ¿no?”.
La frase llevó la firma de Rafael Nadal y las risas que llegaron a continuación fueron de Dominic Thiem, aunque tardaron muy poco en esfumarse. Pasadas las 12 de la mañana del viernes, español y austríaco entraron en la pista Margaret Court para hacer algo inédito en sus carreras: jugar un partido de competición fuera de la competición. En un encuentro que comenzó con unas 30 personas en la grada, y que terminó con algo más de 300 en un estadio con capacidad para 7500, los dos rivales se enfrentaron bajo la supervisión de un árbitro y sus jueces de línea, ayudados por los recogepelotas y con los entrenadores sentados en el lateral, tal y como habría ocurrido si se hubiesen medido en el torneo. El cruce, una idea del número uno mundial, se gestó a primera hora de la mañana y terminó con victoria del mallorquín (6-7, 6-2 y 10-8) en un ensayo general a tres días de que arranque el Abierto de Australia.
“Ha sido un entrenamiento más parecido a lo que es un partido, que era el objetivo”, explicó el español en el túnel de vestuarios tras la victoria contra Thiem. “El hecho de que hubiese árbitros, los recogepelotas o los entrenadores fuera de la pista ha hecho que las condiciones se pareciesen mucho más a las que tenemos compitiendo. Esa era la meta, más que cualquier otra cosa”, prosiguió Nadal, que mantuvo su convincente versión del miércoles en el Tie Break Tens. “He estado entrenando bien, con gente buena. Hoy era otro test importante ante uno de los mejores y lo he superado, pero lo he superado porque he estado a un nivel alto, jugando a un ritmo parecido al de la competición”, insistió. “Ha sido otra buena prueba después del día de descanso que tuve el jueves. Estoy contento por haber mantenido las buenas sensaciones. Se va acercando la competición y siento que cada vez estoy más preparado”.
“Lo de hoy era un simulacro de partido y ha sido muy positivo ante un rival muy bueno”, celebró Carlos Moyà, uno de los entrenadores del campeón de 16 grandes. “Se está siguiendo la progresión esperada. Hemos ido claramente de menos a más entrenando y hay que ser optimistas, va estar preparado”, avisó el ex número uno mundial. “Llegamos de la manera que habríamos firmado hace nueve días cuando aterrizamos en Melbourne”.
Después de descansar el jueves y visitar el zoo de Melbourne, Nadal volvió al trabajo con la intención de seguir poniéndose en situaciones de la máxima exigencia tras verse obligado a renunciar a Abu Dhabi y al torneo de Brisbane para recuperarse totalmente de la carga por estrés que sufrió en el tendón rotuliano de la rodilla derecha. Así, el balear descartó irse a jugar un encuentro al torneo de exhibición de Kooyong por las condiciones del día (nublado y a ratos lluvioso) y se sentó a pensar con los suyos la forma de organizar un partido lo más parecido posible a la competición.
El simulacro se gestó en poco tiempo gracias a la buena relación que tiene el equipo del español con la federación australiana. Carlos Costa, el agente del tenista, habló con Craig Tiley, director del torneo, para ver si era posible poner en marcha la petición de Nadal y el mandatario aceptó encantado, accediendo a convertir una sesión de práctica previa al arranque de un Grand Slam en un partido con todas las piezas de la competición.
La salida de Nadal y Thiem a la pista anticipó lo que sucedería luego. A excepción de la presentación que suele hacer el speaker, y sin la habitual ovación del público, los dos jugadores aparecieron en la Margaret Court vestidos como tenistas que van a medirse en cualquier torneo del mundo, cargando con las bolsas al hombro. A un calentamiento más largo de lo normal (20 minutos) le siguió un partido que se disputó con señal televisiva (los operarios de cámara grabaron para emitirlo en la sala de prensa y también repitieron los puntos en las pantallas del estadio) y con la tensión que existe cuando hay algo en juego, la misma que suele desaparecer en los entrenamientos.
“Señoras y señores, este partido se jugará al mejor de tres sets con super tie-break en el tercero”, avisó el juez de silla a una grada en la que no había ni 20 personas, completamente vacía. Poco antes, Nadal había cumplido sus rutinas habituales, alineando sus botellas de agua frente al banquillo y haciendo esperar a Thiem en la red para el sorteo inicial, que ganó el español (eligió sacar). Mientras el árbitro activaba el marcador electrónico y el medidor de velocidad para los saques, dos sistemas que funcionaron durante el duelo, y ponía en marcha la maquinaria del Ojo de Halcón, que también estuvo a disposición de los jugadores, un puñado de espectadores terminaba de acomodarse en los asientos de la pista.
Al equipo del español, dividido en dos (Carlos Moyà, Rafael Maymò y Tomeu Salvà se colocaron abajo; Benito Pérez-Barbadillo, Sebastià Nadal y Costa lo hicieron arriba), se unieron la francesa Kristina Mladenovic (número 11 mundial y pareja de Thiem), el futbolista Iván Campo, de visita en Australia, o algunos pocos periodistas, curiosos testigos de algo único.
Nadal, que no perdió ni un segundo la concentración, se permitió alguna sonrisa (“¡calité!”, le dijo en voz baja a su banquillo después de ganar un punto produciendo una derecha corta que Thiem no pudo alcanzar) y se enfadó cuando las cosas no le salieron bien, como varias veces que tomó malas decisiones, eligiendo erróneamente el lugar al que mandar la pelota. El mallorquín, sin embargo, se movió de nuevo con explosividad, sin rastro de dolor en la rodilla, y no tuvo miedo a ir a buscar tiros envenenados, que son los que obligan a realizar apoyos agresivos que un jugador lesionado no podría soportar.
Con 6-5 en la primera manga, después de que el español desaprovechase dos puntos de set al resto en el 5-4, el público comenzó a entrar en la pista y poco a poco se fue corriendo la voz de que Nadal y Thiem estaban midiéndose bajo el techo de la Margaret Court. Con una única puerta abierta por motivos de seguridad, los aficionados se quedaron alucinados al comprobar la veracidad del rumor que llevaba minutos dando vuelvas por las pistas exteriores de Melbourne Park, donde los jugadores sin plaza en el cuadro final buscan estos días superar la fase previa para ganarse la clasificación.
La masa de espectadores, en cualquier caso, apareció en el mejor momento. Tras la primera manga, que el austríaco hizo suya en el desempate, Nadal y Thiem aumentaron una marcha la intensidad del partido, y eso que hasta entonces ya había sido bastante alta. Los dos oponentes protagonizaron intercambios rebosantes de intensidad, se buscaron las cosquillas con ángulos imposibles y demostraron que van sobrados de energía. Dos roturas de saque del mallorquín (para 2-1 y 5-2) le despejaron el camino hacia un super tie-break que coronó para ganar el partido y continuar dando pasos en su preparación del Abierto de Australia.
A falta de tres días, antes de que llegue el estreno con Víctor Estrella Burgos en la primera ronda del torneo, Nadal cada vez está más cerca de estar listo.
Noticias relacionadas
- Nadal encuentra la suerte en Australia
- Muguruza llega a Melbourne en alerta roja
- Nadal sigue subiendo peldaños en Australia
- Nadal, primera prueba fallida con Gasquet
- Murray, operación de cadera y seis meses de baja
- La tercera juventud de Federer
- Australia todavía espera a Kyrgios
- Nadal, 10 días para aspirar a todo en Australia
- Serena no llega al Abierto de Australia
- Siete preguntas (con respuesta) a las lesiones de Murray y Djokovic