¿Es cierto? ¿De verdad esta vez es la definitiva? ¿No será otro espejismo? ¿Se ha propuesto Nick Kyrgios ser más profesional y aprovechar todo el talento que tiene con la llegada de la nueva temporada?
El sábado por la tarde, el australiano venció 3-6, 6-1 y 6-4 a Grigor Dimitrov y se clasificó para jugar la final del torneo de Brisbane, la primera que disputará en su país. A los 22 años, Kyrgios peleará por el título con Ryan Harrison (vencedor 4-6, 7-6 y 6-4 de Álex de Miñaur en la otra semifinal) después de una semana sorprendente, de lucha, ganas, resistencia y supervivencia, cuatro palabras que habitualmente no han marcado la carrera del número 21 del mundo.
Para llegar con vida al último día de torneo, Kyrgios necesitó remontar sus tres encuentros del cuadro (a Matthew Ebden, Alexandr Dolgopolov y Dimitrov), los mismos que en todo 2017 (Dudi Sela en su estreno en Acapulco, Ivo Karlovic en octavos de Cincinnati y Mischa Zverev en octavos de Pekín). Además, superó unos amenazantes dolores en la rodilla izquierda, que le llevaron a tumbarse sobre la pista para recibir asistencia médica en la primera manga de su debut en el torneo. A diferencia de la mayoría de las ocasiones pasadas en las que se enfrentó a las adversidades, esta vez el australiano salió adelante apretando a los dientes, sin plantearse en ningún momento el camino fácil de sacar bandera blanca.
“Estoy entrenando mucho más duro en el gimnasio, así que espero que mi cuerpo se fortalezca y pueda ser más consistente”, había dicho Kyrgios días antes de comenzar el nuevo año en Brisbane. “Me estoy cuidando mejor ahora, siendo más disciplinado con mi rehabilitación”, añadió el australiano, que cerró antes de tiempo su temporada anterior (tras el torneo de Amberes) por la lesión en la cadera que arrastró desde la gira de hierba, consecuencia, entre otras cosas, de pasar demasiado tiempo en la cancha de básquet, que es su deporte favorito. “Jugar mucho a baloncesto no fue bueno para mi cuerpo, la gente me lo dijo y ahora estoy empezando a escuchar. También he mejorado mi dieta, he hecho todas las cosas que se deben hacer para estar en mejor forma”, insistió Kyrgios, que por ejemplo se atiborró a helados y batidos durante el Masters 1000 de Cincinnati, en el que pese a todo alcanzó la final. “Me siento listo para jugar un buen tenis”.
Es muy pronto para decirlo, pero el australiano ha demostrado durante la primera semana de la temporada en Brisbane que está por la labor, y eso es mucho para alguien que va sobrado de potencial. Gane o pierda el trofeo ante Harrison, Australia aguanta con paciencia porque todavía hay tiempo. El primer grande del año arranca en unos días (el 15 de enero) y muchos aficionados no recuerdan el nombre del último ganador local del torneo (Mark Edmondson en 1976). En consecuencia, y con solo tres australianos entre los 100 mejores (Ebden y Jordan Thompson, 76 y 94 del mundo respectivamente, completan el grupo), Kyrgios representa más que ningún otro la esperanza de un país con una larga tradición de grandes campeones.
“Solo recuerdo un año en el que Hewitt ganó su final en Brisbane”, dijo el australiano sobre el partido que el ex número uno mundial y actual capitán de Copa Davis disputó con Roger Federer en 2014. “Esa fue probablemente la última vez que vi una final aquí. Sería genial tener mi nombre al lado del suyo, algo muy bueno”, confesó. “No he ganado nunca un título en Australia, pero obviamente no voy a perder el sueño si caigo derrotado mañana en la final”.
Kyrgios, claro, puede intentar cambiar ciertos hábitos para ser mejor jugador y esforzarse por tener una mentalidad distinta, pero jamás renunciará del todo a su esencia natural. Bien lo demuestra esa última afirmación sobre lo que ocurrirá si este domingo cae en la final de Brisbane.
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