Finalmente, Andy Murray ha tomado la decisión que llevaba mucho tiempo intentando evitar. El lunes por la mañana, y por sorpresa, el británico entró en uno de los quirófanos del hospital St Vincent’s de Melbourne y se puso en manos del doctor John O’Donnell para operarse la cadera, donde sufre una lesión que le ha tenido apartado de las pistas desde el pasado 12 de julio. El campeón de tres grandes, que se enfrentará ahora a una baja aproximada de otros seis meses, sumando en total un año en blanco, tratará de regresar a la competición en la gira de hierba, coincidiendo con la celebración de Wimbledon, aunque no dejará que las ganas de jugar le hagan caer en un retorno precipitado.
Los acontecimientos cambiaron diametralmente en menos de una semana. El miércoles, Murray bajó los brazos al anunciar su renuncia al torneo de Brisbane, donde tenía previsto reaparecer, y el jueves dijo que también se bajaba del Abierto de Australia y que se volvía a casa para meditar sus siguientes pasos, a la vez que expresó a través de una emotiva publicación de Instagram su deseo de mantenerse lejos del quirófano e insistir con los tratamientos que había estado empleando hasta entonces. Esa, sin embargo, no fue la realidad. El británico se montó en un avión a Melbourne y empezó a prepararlo todo para operarse, cerrando así la vía conservadora de la rehabilitación y atacando el problema de frente.
Murray, por supuesto, no eligió a O’Donnell por casualidad. El doctor que estuvo a cargo de su operación es uno de los cirujanos de artroscopia de cadera más experimentados del mundo, un argumento importantísimo a la hora de confiarle el futuro de su carrera. El británico, que empezó a tener contacto con el médico cuando sus problemas se agravaron en Wimbledon, se atrevió a dar el paso que no quería después de entrenarse en Brisbane con rivales exigentes y verse muy lejos de una versión que le permitiese salir a competir con unas mínimas garantías.
Así, a los 30 años, Murray se enfrenta a una de las batallas más grande de su vida como deportista: lleva seis meses sin jugar un partido de competición, acaba de operarse la cadera porque la rehabilitación no le ha servido de nada y tiene por delante otros seis meses en los que seguirá parado, aunque con suerte podrá comenzar a trabajar en pista en unas 10 semanas. Cuando vuelva, quizás sobre el mes de junio, el británico habrá cumplido 31, estará sin ranking y tendrá óxido hasta en las cejas.
El desafío de superar todo eso para volver a alcanzar el nivel que le llevó a conquistar la cima de su deporte hace bien poco no es cualquier cosa.
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