Hacerse con el cetro de campeón del mundo de Moto2 era una cuestión de tiempo, porque las seis victorias y 12 podios cosechados esta temporada le otorgaban una ventaja de 78 puntos en la general sobre Tito Rabat, ganador la pasada temporada y el único que podía retrasar su coronación. Lo que nunca pensó Johann Zarco (16 de julio de 1990, Cannes, Francia) es que tres lustros después iba a suceder a su compatriota Arnaud Vincent –campeón de 250cc en 2000- sin necesidad de disputar la prueba nipona. “No esperaba que pudiese ganar de esta manera. Tenía mucha ventaja en la general y mi idea era hacerlo bien aquí, pero el trabajo ya está hecho y soy campeón".
"Es difícil decir qué podría haber pasado si Tito hubiese estado bien”, reflexionó el piloto francés después de que Rabat, que el pasado lunes se fracturó el radio de su brazo izquierdo entrenando en Almería, sólo pudiera dar ocho vueltas al Twin Ring Motegi y se viera obligado a renunciar a la disputa del Gran Premio de Japón.
La ironía del destino ha querido que Zarco se coronara campeón en Motegi, donde en 2011 consiguió su primera victoria mundialista en 125cc en las filas del equipo de Aki Ajo. Cuatro años después su camino volvió a cruzarse con el trazado japonés y con el manager finés en la escudería Ajo Motorsport, pero para llegar hasta aquí no ha transitado por un camino de rosas precisamente. Con 13 años abandonó su domicilio familiar en Cannes para marcharse a vivir a Avignon con Laurent Fellon, el hombre que creyó en su pilotaje y que ha terminado construyendo su carrera profesional poniendo dinero de su propio bolsillo. Lo que iba a ser un cambio de residencia sólo para unos pocos meses terminó prolongándose a lo largo de una década, hasta que hace un par de años el nuevo campeón del mundo de Moto2 decidió independizarse y alquiló un apartamento próximo a la residencia de los Fellon, su segunda familia.
Juntos han recreado una escuela para niños que sueñan con ser pilotos y juntos lucen en el casco del piloto francés, porque desde esta temporada sus caricaturas están presentes en la parte trasera de la calota. Lo que no ha variado con el paso de los años es la presencia de la bandera del Sol Naciente, el símbolo de guerra que utilizaba la armada imperial: “Es un homenaje a los pilotos japoneses a los que admiro: Ueda, Sakata o Wakai. Fellon me contaba sus historias y sus formas de competir”.
Zarco vive por y para las motos. Por eso, en lugar de irse a pernoctar a un hotel durante el fin de semana de carreras, duerme en el camión del equipo junto a sus cuatro mecánicos españoles: David García, Noe Herrera, Guille Alonso y Marçal Johe.
Por eso y pese a ser ya campeón del mundo, sólo piensa en ganar el domingo para celebrar la victoria y el título, como lo ha hecho en otras seis ocasiones a lo largo del presente curso: con un salto mortal hacia atrás. “Lo aprendí en la escuela jugando con mis amigos”, recuerda el recién coronado campeón. Un acróbata en el trono de Moto2.