El público que se daba cita en el histórico circuito de Silverstone no era el único que no salía de su asombro ante el vergonzoso gesto de la la FIA que bajo la presencia de la oscura figura de Jean Todt ejecutaba, a través de Charlie Whiting, un nuevo golpe al espectáculo privando a millones de aficionados de una oportunidad única para disfrutar de una lucha de habilidad al volante entre pilotos donde por una vez no fuera determinante la mecánica, chasis ni motor.

Silverstone es un circuito donde se dan cita aficionados considerados entre los que mayor cultura automovilística del mundo poseen, que se unen con las familias y representantes de las factorías donde se diseñan y construyen la mayor parte de los monoplazas que desde hace décadas toman parte en el mundial de Fórmula 1.

El cinturón de la pista británica recoge la mayor parte de las sedes de los equipos del Mundial y sus trabajadores conocen muy bien el clima británico, que no es obstáculo ni para ir a trabajar ni mucho menos para asistir a los cientos de carreras que se celebran durante cada año en los circuitos y pistas del país bajo condiciones climatológicas mucho peores.

15 minutos robados

Quince minutos, quince, ha mantenido la FIA el coche de seguridad mientras el sol secaba la pista del aguacero matutino a toda velocidad mientras que aficionados presenciales y los telespectadores permanecían atónitos al desfile de coches que vetaba los sueños de una carrera apasionante, competida y abierta que nunca pudo darse como consecuencia del puritanismo radical que reina en las mentes de quienes toman las decisiones en la Federación.



La pulcritud y la enfermiza búsqueda de la seguridad total en la Fórmula 1 ha conseguido dar saltos enormes para mantener la integridad física de los pilotos por parte de la Federación. Pero una vez que los estándares han llegado a niveles de excelencia, Jean Todt ha emprendido una cruzada que pone en peligro la propia identidad de una categoría con más de seis décadas a sus espaldas.

3 días de prohibiciones

El viernes Ferrari volvió a probar el Halo que destruirá, según Niki Lauda y muchos otros, el DNA de la Fórmula 1 para siempre, evidenciando cómo este polémico elemento no termina de garantizar al cien por cien la integridad de los pilotos. Las últimas pruebas han demostrado que los pilotos son más difíciles de extraer del monoplaza y hasta de acceder al 'cockpit' por parte de estos.

Sebastian Vettel se ha quejado de la visibilidad, cosa nada extraña cuando se tienen un pilar justo delante del casco en la linea de visión natural del piloto.

El sábado los comisarios de pista se hinchaban a cancelar los tiempos de los pilotos que se salían de la pista en determinadas partes de unos circuitos donde cada vez hay más escapatorias asfaltadas. Ese mismo día el 'paddock' se hacía eco de la advertencia del endurecimiento de la vigilancia hacia las comunicaciones vía radio entre el piloto y el muro del equipo que produjeron la polémica posterior por los mensajes de los ingenieros a Rosberg a pocas vueltas del final de carrera.

La peor Fórmula 1 de la historia creada por el capricho de Jean Todt, en contra del criterio de los aficionados y Bernie Ecclestone, ha traído consigo los coches más caros de construir, más complejos de configurar y pilotar desde el punto de vista técnico.

Fernando Alonso los califica de “astronaves” por su extremada complejidad. Los monoplazas llevan un ordenador donde existen cientos de configuraciones diferentes. Ahora el piloto debe manipular ante cualquier inconveniente a más de 300 km/h sin recibir ningún tipo de ayuda por parte de los ingenieros de más nivel que existen en el mundo.

El domingo se capó el espectáculo

El domingo el miedo a un accidente, a una melé o una colisión múltiple, la filosofía del riesgo cero, provocó que el coche de seguridad rodara tanto que cuando se retiró los coches entraron a cambiar gomas porque los neumáticos de lluvia ya no servían para nada.

Las condiciones de Silverstone presentaban unas condiciones difíciles, sí, pero en la Fórmula 1 corren los 22 pilotos más preparados, los mejores del planeta Tierra, a los que unos charcos no suponían un elemento insalvable, sino más bien un reto a su pericia.

Quien lleve viendo la Fórmula 1 algunos años recordará carreras memorables, imposibles hoy en día, que consagraron gracias al líquido elemento a pilotos para la eternidad como Ayrton Senna o que fueron el comienzo de una historia mítica como la primera victoria de Michael Schumacher con Ferrari bajo el diluvio universal del Gran Premio de España.

Una carrera bajo la lluvia permite igualar a los equipos y sus monoplazas, eliminando el factor motor, aerodinámica o chasis que en circunstancias normales son obstáculos insalvables. Pero cuando un circuito esta bañado el talento individual y la capacidad de leer una pista que es diferente en cada vuelta determina la suerte y el resultado final para los pilotos.

Lamentablemente el espectáculo del arranque de carrera se centraba en las quejas de los pilotos vía radio mientras que las redes sociales se llenaban de quejas por el robo del espectáculo.

¿Gran Premio Virtual también en la Fórmula 1?

Quizás la próxima vez que llueva en un circuito durante un Gran Premio de Fórmula 1, Jean Todt ponga en marcha un GP virtual como el que Alejandro Agag realizará en Las Vegas en 2017 con la Fórmula E. En realidad lo virtual es hoy en día tan real como la vida misma, si no que se lo digan a las víctimas de los Predator del ejército norteamericano que demuestran que un drone puede ser tan efectivo en un bombardeo como un avión de combate tradicional.



Si lo que de verdad se busca es la seguridad total para los pilotos, sea bajo la lluvia o en cualquier otra circunstancia, esta se puede conseguir con con monoplazas ‘drones’ conducidos a distancia por los pilotos. El problema es que los pilotos a día de hoy siguen prefiriendo subirse a un coche y compitiendo en la pista, como han demostrado a través de las quejas vía radio durante los quince minutos de vergüenza vividos en Silverstone.

Los pilotos se sienten perseguidos y castigados

Tras el Gran Premio, muchos han sido los pilotos que han mostrado su disgusto sintiéndose de vuelta al colegio. Como afirmaba Nico Rosberg, “cada día tengo que estar ahí arriba castigado en una esquina como en la escuela” ante la inquisición de la FIA en su frenesí de prohibirlo todo. El español Marc Gené lo dejaba claro ante los micrófonos: “En la Fórmula 1 necesitamos menos normas y mucho más claras”.



El universo de la Fórmula 1 se aleja aún más de la realidad de los aficionados quienes cada día continúan yendo a trabajar, sea invierno o verano, sobre carreteras llenas de baches y sin escapatorias, con lluvia, nieve o hielo sin coches de seguridad que les guíen. Quizás sea este el motivo de que las audiencias no paran de caer.

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