Coincidiendo con el momento en el que los americanos pretenden tomar el control de la Fórmula 1 a través de la adquisición del paquete de acciones de CVC por parte de Liberty Media, como anunciamos en EL ESPAÑOL, la máxima categoría se prepara a pensar en grande con la adopción de nuevos neumáticos tamaño XXL, con el fin de devolver el glamour y las prestaciones de antaño.
Esta semana, el equipo Mercedes ha tenido la ocasión de probar por primera vez sobre el circuito de Paul Ricard los Pirelli llamados a cambiar la cara de la Fórmula 1 en 2017, donde todo cambiará con el fin de acabar con la hegemonía del equipo teutón.
De acuerdo con los test pactados entre la FIA y Pirelli, Pascal Wehrlein se subía a una bala de plata de 2014 modificada con el fin de simular las cargas aerodinámicas del nuevo reglamento que entrará en vigor el año próximo sobre la pista del sur de Francia.
Mientras, a 500 kilómetros de distancia por carretera, Kimi Räikkönen hacía lo mismo en España completando 110 vueltas para Pirelli a bordo de su Ferrari SF15-T transformado con ‘minigonna’. Un elemento prohibido en F1 que sella el fondo plano del monoplaza incrementando el efecto suelo.
Las pruebas se realizan con monoplazas de 2014 que simulan la aerodinámica de 2017 para cumplir el reglamento acordado por equipos y FIA. El uso de coches con dos años de antigüedad garantiza que los equipos no obtengan beneficios que puedan incorporar a los monoplazas con los que compiten en la presente temporada.
Durante la presente semana, los alemanes han podido saborear las sensaciones que deparan al futuro del Mundial, aportando datos preciosos a los ingenieros de Pirelli que se suman a los obtenidos por Ferrari y Red Bull, quienes ya han catado las nuevas gomas.
El equipo italiano, que trata de superar la crisis de resultados de una temporada por debajo de sus expectativas, se ha tomado los test muy en serio, llevando a sus dos pilotos titulares a tierras españolas. Räikkönen rodó el martes y este miércoles ha sido el turno de Sebastian Vettel.
Retorno al pasado para salvar el futuro
La Fórmula 1 vive una transformación que pretende recobrar los valores y la estética del pasado para ganar en velocidad y atraer al público más joven, que huye de una categoría que ha perdido sus principales rasgos de identidad durante los últimos años.
Los equipos y la FIA han confeccionado unas normas dirigidas a cambiar la fisonomía de los monoplazas con el objetivo de hacerlos más veloces y difíciles de pilotar en comparación con los dóciles coches actuales.
Las ruedas traseras y delanteras de gran tamaño para aumentar la adherencia mecánica se unirán a un alerón trasero con más superficie y mucho más bajo que los actuales. El objetivo es generar mayor carga aerodinámica en unos coches que serán más anchos que los actuales, acercándose a aquellos que muchos aficionados guardan con melancolía en sus retinas.
La enésima revolución normativa pretende conseguir monoplazas que representen un verdadero reto a la hora de exprimir todo su potencial para los pilotos, quienes tendrán que dar el máximo desde el punto de vista técnico y físico. El aumento de la carga aerodinámica multiplicará las fuerzas G que sufren los pilotos en cada curva a la hora de hacer caer los tiempos de los circuitos del Mundial de los últimos años.
Los cambios normativos, unidos al incremento de las prestaciones de las unidades de potencia, pueden hacer caer el paso por vuelta en cuatro o cinco segundos respecto a la presente temporada. Suficiente para que los bólidos de 2017 sean máquinas difíciles de domar para los pilotos y exalten las diferencias entre ellos y la importancia del ‘factor humano’.