El Gran Premio de los Estados Unidos deja un podio dominado otra vez por los de siempre. En esta ocasión, ha sido fruto del ‘trabajo’ de un irresponsable Max Verstappen, que ha arruinado no sólo su carrera sino la de su equipo. Puso en bandeja un nuevo doblete para los alemanes de Mercedes, abortando la remontada de Hamilton sobre Rosberg en la lucha por el Mundial.
La fuerte y difícil pendiente que precede la primera curva que caracteriza al circuito americano se convirtió en un puerto de primera categoría para Nico Rosberg. Se vio superado por un Ricciardo en plena forma, mientras que el revivido Kimi Räikkönen le acosaba por detrás.
Tras los cuatro primeros, Vettel sufría el síndrome Verstappen y no era capaz de plantar cara al holandés. Cerraba el grupo de los tres grandes, que juegan en una liga diferente al resto.
Las carambolas de los toques en la parte media del grupo en la primera curva fueron aprovechadas por Carlos Sainz, Fernando Alonso y Jenson Button de forma brillante. Propiciaron unos puestos avanzados que se convertirían a la postre en grandes resultados para los pilotos españoles.
Sobreactuación de un Verstappen subido de tono
Max Verstappen protagonizó el cambio de rumbo que mató la carrera en cuanto al resultado de las primeras posiciones, pero que regaló una lucha espléndida entre Sainz, Massa y Alonso.
El piloto de Red Bull primero desobedeció a su ingeniero de pista destrozando sus neumáticos. Era un intento por arrebatar la posición a Nico Rosberg, complicando sus opciones de carrera.
“¡No estoy aquí para ser cuarto!”, gritaba vía radio a las peticiones de calma de su ingeniero. La soberbia del joven holandés le pasó factura con una caída de prestaciones que complicaba su estrategia de carrera. Tuvo que regresar al box en la vuelta 26 para su segundo cambio de gomas.
El problema es que nadie le había dicho a Verstappen que entrara en esa vuelta. Cuando el monoplaza de la bebida energética llego al pit lane, nadie estaba preparado para recibirle.
Tres vueltas después del embarazoso ‘papelón’, su transmisión dijo basta. En lugar de aparcar su coche en una vía de fuga, el holandés trató de llegar sin éxito a boxes, dejando finalmente su monoplaza en la puzolana sin insertar punto muerto.
Los comisarios tardaron en retirar el coche, provocando la salida del coche de seguridad virtual. Los caprichos de Verstappen no sólo acabaron con su carrera, sino que destrozaron todas las opciones de terminar en el segundo escalón y hasta de ganar el Gran Premio por parte de su compañero de equipo, Daniel Ricciardo.
El australiano había montado los Pirelli duros para acabar la carrera, pero el coche de seguridad permitió proteger posición a los dos Mercedes. Gracias a las imprudencias de Verstappen, aseguraron el enésimo doblete.
La fiesta no terminó ahí. Kimi Räikkönen podía dar juego en cabeza, pero Ferrari volvía a fallar, esta vez con un pit-stop que dejó una rueda suelta que obligó al finlandés a terminar prematuramente una gran carrera.
Los españoles salvaron el espectáculo
Acabado el espectáculo de las primeras plazas, Carlos Sainz y Fernando Alonso luchaban por la quinta y sexta posición con un Felipe Massa que hacía de tercer espada incómodo en un duelo hispano por una plaza que horas antes ninguno de los dos hubiera soñado.
Alonso y Sainz regalaron la esencia de lo que debe ser una carrera de Fórmula 1, con una lucha sin cuartel por la quinta plaza que significaba más que un duelo entre españoles. Replicaba el enfrentamiento por la sexta plaza del mundial de constructores y los millones que lleva consigo entre Toro Rosso y McLaren-Honda.
Carlos Sainz ha demostrado este domingo que tiene lo que hay que tener para estar en el primer equipo, Red Bull. Resistió con un coche con motor de 2015 y las ruedas en las lonas a un Williams con motor Mercedes última evolución. También a Fernando Alonso hasta la última vuelta, donde el asturiano, gracias al DRS, pudo superar a su amigo y protegido. Cuando eso sucedió, gritó un americano “Yihaaa” lleno de emoción, al igualar su mejor resultado en carrera desde Mónaco.
Las últimas vueltas del GP de los EEUU dejan una pregunta en el aire. ¿Se imaginan a Carlos Sainz y Fernando Alonso al volante de un monoplaza verdaderamente competitivo?