"¡No puedes montarte en un coche y recorrer de arriba abajo las calles a 200 kilómetros por hora!". Quien habla es Lucas Di Grassi, un viejo conocido de los fans de la Fórmula 1. El piloto brasileño, que corrió con Virgin una sola temporada (2010) en la élite del automovilismo -la cual finalizó en última posición en el campeonato-, es una de las voces más autorizadas dentro de la Fórmula E -el campeonato mundial de coches eléctricos- gracias a su tercer puesto y su subcampeonato en las dos primeras temporadas de la categoría.
Para Di Grassi, como para el resto de la parrilla, uno de los grandes problemas que afrontan los pilotos en la Fórmula E es la imposibilidad de conocer de primera mano los trazados en los que se disputan los ePrix. En entornos urbanos como el superpoblado centro de Buenos Aires o el de Hong Kong, las prácticas sobre el terreno se tornan imposibles. Parar el tráfico peatonal y de vehículos ya supone un problema burocrático importante para celebrar las carreras, por lo que la única manera de probarse en los circuitos es a través de sofisticados simuladores virtuales.
Por suerte, la Fórmula E tiene a su disposición uno de los mejores del mundo. "¿Cómo te preparas para algo en lo que no has estado en el último año? ¿O para un trazado que es completamente nuevo en el calendario como el de Hong Kong?", se pregunta Di Grassi. Y es que el piloto de la escudería alemana ABT Schaeffler Audi Sport es uno de los que más agradece el 'videojuego' al que le permiten jugar en AVL, una compañía austriaca dedicada a la tecnología relacionada con la automoción.
Un simulador que reproduce la física del entorno
"Intentamos ofrecer al piloto la sensación real que sentiría en el coche, la adherencia y las fuerzas de aceleración para conseguir el mejor 'feedback' y predicciones precisas del trazado", explicaba esta semana a la CNN Gerhard Schagerl, jefe de ingeniería deportiva de AVL. "No sólo es el hardware, si no también el software, los gráficos, el sonido, la física... Todo ello desarrollado con potentes modelos matemáticos", asegura, al tiempo que cifra el coste del simulador en un millón de euros.
"Se necesita desarrollar todo esto para cada nueva carrera y para unos clientes muy específicos [los pilotos]. Muchos ingenieros participan en el proyecto". Un proyecto que, lejos de basarse exclusivamente en motores virtuales, parte de la física real de los entornos. Así, cada trazado es escaneado con una tecnología de sensores remotos -llamada LIDAR-, la cual utiliza pulsos láser para mapear el terreno.
"En la Fórmula E específicamente, la batería, el motor eléctrico y la electrónica son modeladas a través de un programa que ayuda a los pilotos a preparar la carrera", apunta Schagerl, quien reconoce que cada aspecto de la simulación debe corresponderse lo máximo posible con la realidad. Sin duda, un elemento tan necesario como el propio coche o el mismo trazado. Para la próxima cita, en Ciudad de México el próximo 1 de abril, Di Grassi y compañía ya tienen trabajo que hacer.
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