Hace casi cinco años, Fernando Alonso se subía al podio. Levantaba los brazos en la que era su segunda victoria de la temporada –antes lo había hecho en China– y veía el circuito desde lo más alto, entre botellas de champán y rutina aparente. Era piloto de Ferrari, competía por ganar Mundiales (ya tenía dos, en 2005 y 2006 con Renault) y nadie atisbaba su caída futura. Ni siquiera él podía imaginar que sería su último triunfo. Después, no hubo más. Ni con la escudería italiana ni con McLaren, donde recaló la siguiente temporada. Su figura fue menguando. Quizás no en lo mediático, pero sí en lo deportivo, pasando a un segundo plano.
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Ahora, tratará de recuperar –al menos, parcialmente– algo de aquel Fernando Alonso que se quedó congelado en el podio del circuito de Montmeló cinco años atrás. Tras una travesía demasiado larga por el desierto, esta temporada atisba mejores sensaciones en el Gran Premio de España y, sobre todo, buenos resultados. Con el cambio de motor (de Honda a Renault), el asturiano logró un quinto puesto en su debut en Australia y tres séptimos puestos en las siguientes carreras (Bahréin, China y Azerbaiyán), ocupando la sexta posición en el Mundial de Fórmula 1.
Fernando Alonso, por tanto, está de vuelta. Y, aunque sus posibilidades de estar en el podio no son muchas, lo cierto es que su McLaren podría llegar a luchar por las tres primeras plazas a lo largo de la temporada, tal y como ha reconocido el español en varias ocasiones. Esa es su ilusión y su objetivo. Sobre todo, después de incluir novedades para este GP: el monoplaza –prácticamente nuevo en Montmeló– introducirá un morro espectacular en el que la marca británica lleva trabajando desde hace meses. Y, además, también se percibirán cambios en los alerones, los deflectores, los laterales, el fondo, el borde trasero y la ventilación de los frenos. Y, quién sabe, quizá todo esto lleve al asturiano a estar más cerca de los puestos de cabeza.
Eso es lo que le falta en la Fórmula 1, volver a estar entre los mejores. Por conducción, debería estar en la lucha, pero le falta un monoplaza a su altura. Justo lo contrario le ha ocurrido en el Mundial de Resistencia, donde debutó el pasado fin de semana en el circuito de Spa-Francorchamps. Allí, el asturiano, junto a Buemi (campeón en 2014) y el japonés Nakajima, se proclamó campeón con uno de los mejores prototipos del circuito, el Toyota TS050 Hybrid.
En la localidad belga, Alonso volvió a subirse al podio. Recuperó, de pronto, aquellas sensaciones que le llevaron a ser uno de los mejores pilotos del mundo. Y lo hizo como preparación para la que será su gran carrera del año: las 24 Horas de Le Mans. Ese es su objetivo en pos de acabar levantando la Triple Corona (incluye esa prueba, las 500 Millas de Indianápolis y el Mundial de Fórmula 1).
Con esa meta, mientras, seguirá progresando en el circuito de Montmeló –haga podio (o no)– y retándose a sí mismo. Tiene 36 años, está en buena forma y, sobre todo, tiene ganas de seguir haciendo historia. Fernando Alonso está de vuelta. Con coche o sin él, el asturiano mantiene su ambición, y esa es la mejor noticia posible para el mundo del automovilismo español.
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