“El juego de las damas”, dice Juan Antonio Montero, “es uniforme: todas las piezas son iguales. El ajedrez tiene una riqueza incomparablemente mayor: el general que mueve su ejército, o el empresario que dirige una plantilla, tiene recursos diferentes y necesita armonía. A veces, la partida requiere sacrificios; el peón (la humildad) tiene premio. Y hay un Rey, gran diferencia con otros juegos estratégicos. Se han creado muchos, pero ninguno lo ha superado…”.
Montero (Cádiz, 1963) es un psicólogo de formación que lleva ocho años en excedencia como funcionario y dedica su tiempo al ajedrez y a la formación como presidente del club Magic de Mérida, la ciudad donde vive desde 1998. El Magic, muy respetado en el ambiente ajedrecístico, es el único campeón de Europa español por equipos.
Presenta, además, la peculiaridad de haber sido pionero en el ajedrez terapéutico y social: un camino que le ha llevado hasta colaborar con la Fundación Kasparov para Iberoamérica en el desarrollo de un programa para las cárceles de máxima seguridad mexicanas. Alcanza incluso al preso más famoso del mundo, el narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, que en situación de aislamiento total pidió un iPad ‘tonto’ (cargado únicamente con los cursos y otros libros de ajedrez) para aliviar su incomunicación. “En el ajedrez terapéutico o social”, explica en Mérida el monitor Juan Francisco Calero, “no se trata de que una persona con parálisis cerebral juegue al ajedrez, sino de intentar que las funciones residuales que hay tras la lesión, sea cual fuere, se estimulen a través de nuevas conexiones y la plasticidad”.
En el club Magic atienden a pacientes con síndrome de Asperger, autismo, parálisis cerebral o adicciones y a personas mayores, encarceladas y desempleadas. “La base”, continúa Calero, “es el entrenamiento cognitivo: la rehabilitación y estimulación cognitivas a través de baterías de ejercicios diseñados con el tablero y las piezas de ajedrez. En principio no hace falta saber ni ajedrez: lo que se transmite es pensamiento estratégico, aplicar el modo de pensar de un ajedrecista a la vida diaria. Se aplica a personas que no han pensado mucho a lo largo de la vida, porque no han podido o porque no han pensado bien y han actuado por impulsos”. Y recuerda la frase del excampeón mundial Vasili Smyslov: “En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo”.
Es viernes por la tarde y las instalaciones del club Magic están llenas de niños, niñas, tableros, piezas y relojes. Algunos de sus profesores son gente que ha logrado salir de infiernos personales a través del ajedrez y creen en él con una pasión contagiosa. El pedigrí del Magic es elevado: en 2004, cuando era un joven Maestro Internacional de 13 años y el número 400 del mundo, ficharon al noruego Magnus Carlsen, que años después se convertiría en el segundo campeón mundial más joven de la historia (tras Garri Kaspárov). También jugó con ellos el actual aspirante a ese título mundial, el ruso Sergei Karjarin, el Gran Maestro más joven de la historia. Y desde hace tres años lo hace el actual campeón mundial juvenil, Mijhail Antipov.
Todos ellos han recorrido Extremadura con el club y representado al Magic en torneos. Además de campeón de Europa, el club emeritense es campeón de España (tanto a nivel de clubes como individualmente, con el juvenil Manuel Pérez Candelario en 2002 y 2003). Su faceta no deportiva comenzó, como tantas otras cosas, “por casualidad” en 2007, seis años después de su nacimiento.
Les ofrecieron participar en una actividad piloto de pensamiento estratégico para desempleados en escuelas-talleres de toda Extremadura y se inventaron un programa llamado ‘Jugando Corto, Pensando en Largo’. “Jamás esperamos que nos fuese tan bien”, reconoce hoy Montero. Desde entonces, han formado a casi 1.500 jóvenes desempleados. La experiencia les animó a crear otro programa de envejecimiento activo para ancianos, “siempre manejando el ajedrez: una metodología de entrenamiento cognitivo basado en estimular la atención y la concentración para obtener mejoras socio-sanitarias”.
Primeras prisiones
En 2009, el Magic pisó por primera vez la cárcel (Badajoz y Cáceres) con ‘Nuestro ajedrez reinserta’, financiado por Fundación Jóvenes y Deporte de Extremadura. Se habían organizado ya cursos de ajedrez en algunas prisiones españolas, incluso torneos entre equipos de reclusos. La diferencia, según Montero, “estuvo en la continuidad de los proyectos. Aquí no se trataba de enseñar ajedrez, sino de fomentar un cambio de valores y estilo de pensamiento”.
Al otro lado del Atlántico, la Fundación Kasparov de Ajedrez para Iberoamérica (con sede en Ciudad de México) había nacido en 2002 con el objetivo de “acercar las ventajas y privilegios educativos del ajedrez a niños y jóvenes principalmente, de entre 6 y 18 años, en los colegios de toda la región”. Posteriormente fueron ampliando su acción a otros colectivos desfavorecidos, como explica su presidente, Hiquíngari Carranza, a este periódico: “La vida penitenciaria en México es muy diferente a la de Europa: el hacinamiento, el tipo de delitos… Todo es diferente. [...] El ajedrez, sin embargo, ofrece resultados significativos si se aplica una estrategia integral enfocada a desarrollar la autoestima y el pensamiento crítico entre la población más vulnerable”.
La Fundación Kasparov había hecho “acciones puntuales en cárceles”, pero la propuesta piloto que le hicieron en 2015 a la Comisión Nacional de Seguridad mexicana era mucho más ambiciosa: llevar su metodología al Cefereso [Centro Federal de Readaptación Social] 1 Altiplano, el centro de seguridad máxima más antiguo de México (y modelo para los otros 16 existentes). La prisión estaba de actualidad: el ‘Chapo’ Guzmán se acababa de escapar de ahí poco antes.
Primeros pasos
La idea fue bien recibida, y se acordó una conferencia inicial impartida por el periodista y especialista español Leontxo García y Juan Antonio Montero. A la primera asistieron funcionarios de prisiones de todos los estados, incluido Ciudad Juárez, encabezados por el número 3 de la seguridad en México: “No se imagina el operativo de seguridad que nos encontramos al acceder por primera vez al recinto penitenciario”, recuerda Montero. Más de media hora para pasar 25 puntos de control que en su día había eludido Guzmán a través de un túnel de kilómetro y medio. “Las autoridades de la Comisión Nacional de Seguridad quedaron realmente satisfechas”, dice Carranza con un deje de sorpresa: “Les encantó, les llamó mucho la atención”.
El plan fue aprobado definitivamente. En el presidio vivían entonces más de 1.000 presos, un 25% más que su aforo. Entrenaron a 60 técnicos (entre sociólogos, psicólogos y pedagogos con experiencia en otros Ceferesos) y configuraron unos cursos en dos modalidades -presencial y a distancia- culminados con un ciclo de conferencias pronunciadas por Leontxo García.
Por motivos de seguridad, dividieron a los presos en 16 grupos de 60 personas máximo cada uno; García dio, por tanto, 16 veces la misma conferencia. El ambiente en la prisión era “complicado”, detalla Carranza: “Los presos estaban agresivos, alterados y decaídos, estaban castigados después de la fuga del ‘Chapo’... Les habían quitado los televisores, etc. [...] Esto vino a desfogarles de ese estrés, a liberarles. Hubo sólo un incidente, sin mayor trascendencia, escuchando durante 75 minutos”.
En las semanas siguientes, los reclusos tuvieron un ciclo de cine sobre ajedrez (Buscando a Bobby Fisher, Life of King o Lecciones privadas). La última fase del programa piloto era un torneo al que se apuntaron 200 presos. “Ajedrez puro para influir en la vida de personas sin techo, drogodependientes, discapacitados o presos”, como resume Montero. Tras la buena acogida del módulo de prueba, la Fundación Kasparov suscribió un convenio con el club Magic para trasladar (“y adaptar”, recalcan ambas instituciones) el sistema de trabajo que desarrollaban con los presos extremeños.
Menor violencia y corrupción
“México está muy atrasado. Los presos, los delitos, los funcionarios de prisiones y el contexto son diferentes a España”, reflexiona Hiquíngari Carranza. “Pero está comprobado”, agrega, “que el ajedrez ofrece múltiples beneficios en diversos ámbitos del conocimiento y del saber: aumenta la atención y la concentración, mejora el razonamiento lógico-matemático, desarrolla la memoria, la percepción, la creatividad, la expresión verbal, la imaginación y la intuición, fomenta y refuerza los hábitos de estudio, facilita el análisis y la síntesis, favorece la iniciativa. Desarrolla también el autocontrol, el sentido de la responsabilidad y de organización, promueve el esfuerzo, despierta la reflexión, fomenta la toma de decisiones y fortalece el control de las emociones. Todos estos beneficios fortalecen la autoestima y permiten contrarrestar los índices de violencia, restablecer el tejido y la seguridad social, contribuir en la lucha contra la corrupción”.
En la segunda edición del programa, 2016, las clases en el Cefereso Altiplano 1 duraron tres meses; el ‘Chapo’ había vuelto a ser capturado y los presos habían recuperado algunos privilegios. En abril, cuando terminaron las clases, el Segundo Torneo de Primavera del centro penitenciario contó con 580 participantes (de una población de 760: el hacinamiento se había reducido poco antes). Hubo incluso que hacer dos categorías. El ambiente era muy diferente, recuerda Carranza: “Había mucha libertad de acceso y mucha seguridad para los maestros”. Los reclusos acabaron agradeciendo incluso la preparación del curso.
Hoy la Fundación Kasparov está “lista para lanzar el plan a los otros 16 penales de máxima seguridad”, replicando el plan del Altiplano. Una aspiración que pasa primero por “formar a formadores” (varios miles). “Nuestra misión es abrirlo a todo el territorio mexicano”, afirma Carranza. Y es precisamente este mes de octubre cuando se aprobarán los cursos para todas las cárceles con un módulo específico del Club Magic para formar a técnicos penitenciarios.
Su presidente está convencido de que el programa tendrá éxito y la aplicación terapéutica del juego de las infinitas posibilidades acabará siendo exportada a otros países. “El ajedrez es como la vida…”, explica. “Un mal paso te mata, hay que mantener la concentración y la atención, no te puedes relajar. Y a veces hay que arriesgarlo todo por lanzar un ataque que acabe con el adversario". Parece que habla sobre luchas entre narcotraficantes, pero se refiere al mágico tablero de 64 escaques: "Los programas en cárceles son mis favoritos: pones en juego todo lo que sabes como psicólogo y como ajedrecista, hasta el extremo”.