Antiguamente, en los pueblos, las campanas eran las encargadas de dar las noticias. Existía el toque a muerto (para anunciar la defunción de alguien), el de rebato (cuando había peligro) y el de júbilo (cuando todas sonaban al mismo tiempo sin parar). La iglesia, en cierto modo, era la portavoz; y el pueblo, al otro lado, el receptor. Y de ahí surgieron, como es inevitable, algunas expresiones, como la de “lanzar las campanas al vuelo” –en referencia a la alegría–. Pero, dejando a un lado el refranero popular –y aunque la España deportiva es muy dada al optimismo sin mesura a poco que las cosas vayan bien–, en la selección, a pesar de cantar bingo en la fase de grupos con un pleno de victorias, nadie ha dado por finalizado su trabajo. En primera instancia, porque este sábado hay otro reto por delante: los octavos ante Brasil (20:45 horas, TDP).
Lo cierto es que la selección, aunque no quiera, tiene razones para “lanzar las campanas al vuelo”. España lo ha ganado todo en este torneo (cinco de cinco en la fase de grupos), es el mejor combinado en ataque (160 tantos) del Mundial y tiene al cuarto máximo goleador (Valero Rivera, 30 goles, a 14 del macedonio Lazarov). Sin embargo, entre los jugadores manda la prudencia. Al fin y al cabo, de poco sirven estos buenos datos si este sábado se cae ante Brasil, un combinado al que conoce bien el hoy Hispano Jordi Ribera (Sarriá de Ter, Girona, 1962), seleccionador de la canarinha durante dos etapas (2005-2008 y 2012-2016) con buenos resultados: dos oros (2006 y 2008) y una plata (2014) en los Campeonatos Panamericanos, y una buena actuación en los últimos Juegos (cuartos de final).
Esta coyuntura de octavos, circunstancial, pone inevitablemente el foco sobre el actual técnico español, Jordi Ribera. Él es el artífice de este nuevo esplendor germinal de la selección y él, también, será el protagonista este sábado si consigue ser verdugo de su antiguo equipo, Brasil. Sin embargo, lo hará desde el anonimato. “Él adolece de ese afán de protagonismo”, reconoce Toni García Guerrero (Granollers, 1968), hoy segundo entrenador Hispano, en conversación con EL ESPAÑOL.
Jordi, si puede, intenta evitar los focos. No le gustan. Es “trabajador”, “meticuloso”, “detallista”, “calculador” y “metódico”, según lo describe su entorno, pero nunca protagonista. Y eso lo transmite en el día a día. Se levanta temprano, es observador y se puede pasar horas hablando de balonmano. “Una de sus virtudes es que analiza muy bien todo lo que pasa en su propio equipo, a los rivales, los posibles cruces… Y eso es muy importante”, reconoce su preparador físico, Jesús Rivilla, en conversación con EL ESPAÑOL. De ahí, por ejemplo, que España haya sabido reaccionar durante este torneo en las dificultades. Contra Eslovenia, por ejemplo, estando seis minutos sin anotar, pero ganando el partido (36-26).
Hombre de mundo y lector voraz
Jordi Ribera, antes de entrenar a la selección, pasó por el Sarriá, el Arrate, el Gáldar, el Deportivo Bidasoa, el Ademar, la selección argentina y la brasileña. De ahí que a su experiencia en el balonmano se le sume un bagaje personal amplio. “Se acuesta y se levanta pensando en su profesión, pero también tiene una perspectiva global de la vida”, reconoce Rivilla. De ahí que “tenga una vasta biblioteca en su casa”, añade Toni García. O que compagine sus días en Francia leyendo Más agudo, más rápido y mejor, un libro del Pulitzer Charles Duhigg que tiene como objetivo explicar por qué es más importante controlar cómo pensamos que el propio contenido de nuestras reflexiones.
Con ese bagaje, el seleccionador confeccionó su cuerpo técnico de cara al Mundial contando con dos personas con las que nunca había trabajado. Uno de ellos, Toni García Guerrero, actualmente director técnico de la base del Barcelona y profesor en una escuela de Granollers: “Me llamó por sorpresa y le dije: ‘Hostia, Jordi, me sorprende porque no hemos trabajado juntos’. Y él me dijo que no quería alguien que le apoyase, sino que le aportara nuestro trabajo en el balonmano. Y a los tres minutos ya tenía claro que quería estar con él”, reconoce. Y, al otro lado, Jesús Rivilla, profesor del INEF y preparador físico: “Tuvimos una reunión a tres con Manolo Laguna, director técnico de la Federación, y encontramos buena sintonía”.
Ambos, desde cerca, se han encontrado en la selección con un “cum laude del balonmano”, como lo define Toni. “Una enciclopedia. Si te soy sincero, he estado con muchos entrenadores y todos le echan mucho tiempo a esta profesión, pero él pasa 26 horas, cuando sé que el día tiene menos. Su dedicación es plena. Por lo demás, en lo personal, come poquito, se alimenta bien, es tranquilo, tiene sus reglas de funcionamiento –que no las varía demasiado- y una idea de rectitud y funcionalidad que le gusta llevar”, aclara.
Y en la misma línea lo define el puertollanero Jesús Rivilla, que valora mucho “el profundo respeto que transmite a todo el que trabaja con él”. Se rodea de personas a las que "valora" y deja que esa confianza mutua acabe siendo la llave de los éxitos. De momento, cinco victorias en cinco encuentros fruto de otras muchas virtudes. “Él sabe lo que quiere y eso le permite no perder la perspectiva de los objetivos que tiene a corto-medio plazo. Y, por otra parte, tiene una enorme capacidad para escuchar y sacar conclusiones”, finaliza el preparador físico.
Virtudes, loas o comportamientos de una persona que no busca protagonismo, pero que es inevitable que lo gane conforme suma victorias con la selección. Será una buena señal para él, para el equipo y para cualquier aficionado. “Sin lanzar las campanas al vuelo”, ya saben. Poco a poco, sin hacer mucho ruido, pero dejando que el runrún Hispano vaya haciéndose cada vez más fuerte. Ojalá este sábado contra Brasil. O quizás el próximo domingo ante Francia, la anfitriona. Quién sabe. Igual, a pesar de todo, aunque no quiera, al final le corresponderá a él gritar aquello de ba-lon-ma-no -¿o no era así?- en París. Ojalá.
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