Hay quien de la noche a la mañana pasa de practicar vela o gimnasia artística a jugar a rugby. "Hay gente pa to", que diría el famoso torero Rafael 'El Gallo'. Eso es lo que hizo Rosa Calafat cuando dejó su isla de Menorca para trasladarse a Barcelona a estudiar INEF.
"Quería probar algo diferente y aquello me encantó. Fíjate si me encantó, que estuve 14 años jugando”, afirma la capitana de 'Las Leonas' entre 1994 y 1998. Su puesto era de medio melé que, pese a la fama de mandonas que tienen las jugadoras con el '9' a la espalda, asegura que no era de gritar: "¡Qué va!, si me hacían muchísimo caso sin apenas decirles nada".
Rosa define su puesto en el campo como el de una "interlocutora" que actúa de "enlace" entre la delantera y las tres cuartos y que eso, unido a la experiencia que dan los años, "te suele convertir en una pieza importante en la dirección del juego".
De su etapa universitaria queda el trabajo de fin de carrera en un curso de alto rendimiento en el INEF titulado 'Estudio sobre la correlación de la habilidad para el placaje de las jugadoras'. Ahí es nada. Hace cuatro años regresó a su isla para "desconectar" y hacer un cambio de vida.
Se despegó del rugby y, a pesar de que le hicieron alguna propuesta para entrenar, pesó más la idea de dedicarse a su hijo y al nuevo trabajo que había conseguido como profesora en un instituto. Pese a sus éxitos con la Selección muy pocos habían oído hablar de ella ni de sus hazañas deportivas hasta que un periódico local publicó tres páginas donde recogía sus logros.
"Al ser un deporte minoritario se sabía muy poco. La gente se sorprendió al enterarse de que hubiéramos ganado un campeonato de Europa y hasta me preguntaban si eso era cierto", espeta.
Como jugadora guarda un buen recuerdo de su paso por Inglaterra en el Richmond de Londres: "Allí ibas con cinco marchas más". Eso, entre otras cosas, le sirvió para que a su regreso fuera nombrada capitana de 'Las Leonas'. "¿Qué hace este tío?", se preguntó en voz baja ante la decisión que había tomado el entonces seleccionador Tomás García.
"Debió ver que jugaba muy revolucionada y con mucha energía. Eso, y que como él también había sido medio melé, a lo mejor pensó en mí porque jugaba en ese puesto", admite Rosa. A día de hoy sigue sin saber por qué fue la elegida: "Nunca me lo comentó y eso que estuve con él cuatro años". Ahora también imparte ciclos formativos en su isla a chicos y chicas del grado superior. El módulo, por supuesto, está dedicado al rugby "y flipan con lo que les cuento".
Paz Estevan
La historia de Paz Estevan, capitana de 'Las Leonas' entre 1998 y 2000, es curiosa, pero no única. "Al principio, como muchas otras, me escondía porque no me atrevía a decir a mis padres que jugaba a rugby", confiesa. De hecho, estuvo bastante tiempo diciéndoles que iba a ver un partido donde jugaban sus amigas cuando en realidad practicaba el deporte que le apasionaba.
Hasta que llegó el momento de confesarlo todo. "Mira mamá, la verdad es que juego a rugby porque es divertidísimo". La madre veía mal que pudieran hacerle daño a su hija o que sufriera "pero al final aceptó y estaba contentísima". Y por partida doble, porque una hermana de Paz decidió también seguir sus pasos.
La excapitana se retiró en 2003 después de 14 años en un deporte que le ha dado los "mejores" momentos de su vida. "Es que hay un muy buen ambiente y se comparten unos valores que no los encuentras en ningún otro lado. Créeme si te digo que no conozco a nadie que haya entrado y luego haya dicho que no le ha gustado", añade.
Se emociona, incluso, cuando relata la victoria en 2000 frente a Escocia en un partido disputado en Murcia. "Hasta entonces solo salíamos como bichos raros de vez en cuando en algún reportaje para explicar que éramos chicas normales y que había médicos o inefas. No se conocía nada de lo que habíamos hecho, ni siquiera que cinco años antes habíamos ganado el campeonato de Europa en Italia", se lamenta Paz.
Ese partido fue distinto. Por primera vez La 2 de TVE lo emitió en directo "y fue la bomba". Supuso "un antes y un después" para un deporte minoritario como el rugby. Como capitana fue la portavoz de un grupo y la encargada de explicar que España estaba al nivel de otras potencias mundiales como Francia "a las que también habíamos ganado" o que habían entrado en el V Naciones "algo de lo que nadie se había enterado".
Ha vivido malos momentos como el día que vio salir del campo en camilla a varias compañeras en un partido "durísimo" celebrado en El Central de Madrid contra Francia. Entre los "muchísimos" buenos recuerdos le viene a la cabeza un tercer tiempo con las chicas de Nueva Zelanda después de que les ganaran en el Mundial de Holanda.
"Tenían guitarras y cantaban a voces. Fue espectacular. Ahí estaban las campeonas del mundo, a quienes teníamos una admiración absoluta, demostrando ser cero prepotentes", afirma. Su alma de jugadora de rugby no cesa de loar lo que su deporte favorito significa: "Da igual que te encuentres con alguien que no conoces y que haya jugado en la Selección, en un club o una pachanga porque siempre se crea una conexión que no se da en otros deportes".
Elena Díez de Lastra
Es difícil pensar qué montaña sería incapaz de escalar Elena Díez de Lastra. Si algo define a la excapitana de 'Las Leonas' entre 1999 y 2001 es su tesón. Comenzó a jugar a rugby con 19 años en el equipo de Medicina de la Universidad Autónoma. Durante sus estudios compaginó su actividad deportiva dentro del rugby en el equipo universitario y en el Liceo Francés.
Su primera maternidad, en 2002, le obligó a abandonar un tiempo su carrera deportiva, pero la retomó en cuanto pudo. Ya con el segundo lo volvió a dejar porque "no me daba tiempo a todo". Optó porque pasara una década desde el nacimiento de su tercer y último hijo para con 41 años volver a ponerse la camiseta de El Liceo. "Tenía mono", se justifica.
A su regreso a las canchas, y "a pesar de que estaba en forma y me sentía bien", aparecieron la lesiones. Una rotura de peroné y luego otra de cruzado cuatro años después de su regreso fueron señales inequívocas de que su reiterada estaba próxima. Eso y la frase de uno de sus jefes que en plan broma le dijo: "Mira bonita, dedícate al ajedrez".
Y es que el trabajo de Elena es de una enorme responsabilidad, y más en los tiempos que corren. No dudó, sin embargo, en entregar un poder notarial a una amiga para la elección de su plaza de MIR y poder acudir al Mundial de Holanda en 1998. Ahora es médico en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Parapléjicos de Toledo.
"Hemos tenido suerte con lo del Covid-19 porque los pacientes que nos llegaban no estaban tan malos, así que nos hemos dedicado a liberar camas a pacientes de otras UVIs para dejarles sitio". Como la totalidad de los sanitarios, agradece la solidaridad en forma de aplausos que los ciudadanos les han dedicado a diario.
"Eso emociona porque reconoce el esfuerzo que se está haciendo y la situación en la que estamos. No hablo solo de los sanitarios sino también de otros colectivos como los trabajadores de un supermercado, pero me temo que es una cosa pasajera porque después del aplauso algunos van a juntarse por ahí con gente sin mascarilla ni nada”, se lamenta.
De sus primeros partidos como número 8 recuerda como anécdota divertida los que se jugaron en el campo de Cantarranas cuando el árbitro pitaba "charco". Lo que se señalaba, en realidad, era el peligro real de que alguien se pudiera ahogar en un maul o en una abierta por el considerable tamaño del charco.
Ahora todo ha cambiado a mejor. "Hay campos de hierba artificial", afirma. A Elena le gustaría desterrar esa fama de deporte violento que va asociada a la práctica del rugby. "Es un deporte de contacto en el que hay riesgo de lesiones como en el esquí o en el balonmano, pero si haces las cosas bien el riesgo de lesiones disminuye", añade.
Por eso, en la balanza entre beneficios y riesgos la excapitana de 'Las Leonas' lo tiene muy claro. "A un chaval, en su etapa de formación como persona, el rugby le va a aportar más aspectos beneficiosos y va incluso a influir de forma positiva en su forma de ser o de ver las cosas que el riesgo que pueda tener de lesión", argumenta.
Coral Vila
Empezó de zaguera, después pasó a ser segundo centro, en ocasiones lució el 10 a la espalda y en una gira por Gales llegó a jugar de pilier. Es Coral Vila, una profesora de educación física que vive en Girona y que se define como "polifacética".
Probó con el fútbol sala, el balonmano, taekwondo (cinturón azul), atletismo (participó en los campeonatos de España) y practicó el vóley en la universidad. Hasta que descubrió el rugby "donde llevo más de media vida".
Jugó hasta 2003 porque "al año siguiente tuve mi primera hija". Pasó por el equipo de INEF de Barcelona, y de allí fue a Girona para enrolarse en el GEIEG "donde al principio era la única que sabía jugar". Era un grupo, como ella misma dice, "bastante peculiar" con chicas del entorno okupa y de un tipo social "un poco complicado", así que a los tres años se deshizo y partió rumbo a Perpignan.
Vila es una apasionada del rugby "a pesar de que nunca serás ni rica ni famosa". La excapitana subraya que después de practicarlo más de veinte años "te llevas todo lo que has disfrutado, lo que has conocido y las amistades que hayas hecho". También para el recuerdo "todo lo que te ha aportado el tener que esforzarte en el campo".
Todo ello supone para la exleona una "experiencia de vida" que ha ido encontrando también en otras mujeres "que están súper agradecidas de lo que el rugby les ha enseñado".
En su faceta de entrenadora lo que pretende transmitir a sus jugadoras es que "en el momento de actuar quien tiene el balón tiene el poder y que el resto del equipo trabaja para que ese balón esté vivo y se pueda seguir jugando". Es más, les reitera que cuando una compañera toma una decisión "errónea" lo que tienen que hacer las demás es "apoyarla y tratar de que la jugada acabe lo mejor posible".
También habla de las muchas horas que pasaron juntas las jugadoras en las concentraciones de la Selección. La mayoría eran catalanas y madrileñas pero de política se hablaba "muy poco". Como mucho alguna broma "cariñosa" sin ninguna mala intención: "Alguna vez sí hablé con una jugadora vasca –añade Vila-, pero sin que afectara al grupo de forma negativa".
Las pocas discusiones que surgieron eran por las críticas a la Federación "que nos proporcionaba ropa de hombre que se nos caía por todos los sitios" aunque las quejas de las algunas iban más bien dirigidas a la necesidad de mejorar el equipo médico y de fisios. "Afortunadamente creo que todas esas historias hace tiempo fueron solucionadas", afirma.
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