Rafael Nadal lo definió como “una liga diferente”. Antes de perder la final del torneo de Pekín con Novak Djokovic (2-6 y 2-6), el campeón de 14 grandes no tuvo problemas en reconocer que la distancia que le separa hoy del número uno del mundo es todavía demasiado amplia. Fue como una corazonada razonada para celebrar su sexto título en Pekín (donde tiene una impresionante racha de 29 victorias consecutivas y ninguna derrota), el serbio se permitió engullir de un bocado el cruce, que coronó con otra exhibición de juego impermeable, solo perturbado por las buenas intenciones del español en la primera manga. Así, y sin perder más de cuatro juegos por partido en toda la semana (¡cuatro juegos!), Djokovic siguió camino del Olimpo de su deporte con la octava copa del año tras el Abierto de Australia, Indian Wells, Miami, Montecarlo, Roma, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos, colocando este 2015 en la rampa de lanzamiento para convertirlo en el mejor año de su carrera. El resumen de la final fue sencillo. Como tantos otros jugadores en los últimos tiempos, Nadal se enfrentó a la inspiración vestida de tenista.
“Obviamente, hoy es mejor que yo”, reconoció el balear sobre su rival tras la derrota, que es la tercera seguida tras caer este mismo curso en las semifinales de Montecarlo y en cuartos de Roland Garros. “Cuando alguien está jugando como Djokovic es muy difícil de superar, sobre todo en su superficie favorita”, continuó sobre la pista de Pekín, que con su bote bajo anula la derecha combada del español y facilita los golpes del serbio. “Creo que el resultado del primer set es demasiado abultado, tuve muchas opciones que no aproveché. En el segundo, perdí un poco la concentración, pero al final terminé jugando bien otra vez”, dijo sobre la última manga del encuentro, en la que necesitó ser atendido de su pie derecho como consecuencia de un mal apoyo durante un intercambio. “En general, estoy muy feliz por la forma en la que he jugado esta semana. He sido capaz dmejorar partido a partido, especialmente en cuartos de final tras perder el primer set con Sock. He estado más cerca de la línea de fondo. Jugué un buen partido”, repitió el balear, con claridad para valorar lo positivo pese a caer en la pelea por el título. “Estoy contento de la forma en la que estoy evolucionando. Como dije al principio de la semana, cada partido es importante para mí y todas las mejoras son positivas, incluso si son pequeñas”, insistió.
La radiografía del español fue certera. Nada más comenzar la final, el serbio le arrebató el saque en el primer juego, le empujó a pelotazos con un ritmo de crucero asfixiante y se puso a repartir desde atrás, cambiando direcciones con una facilidad que dejaría en ridículo la sencillez de un parpadeo. Pese a eso, Nadal se obligó a quedarse dentro de la pista, dispuesto a aguantar las embestidas de su oponente sin retroceder. Rafa consiguió atacar la pelota al resto desde el primer tiro, se atrevió con los paralelos y tuvo las manos rápidas para tolerar los peloteos más veloces de la final. Le faltó, sin embargo, decisión en la propuesta y olfato para aprovechar las ocasiones (un 0-30 y un 15-40 malgastados). Un peaje carísimo ante Nole. Sin poder mantener de forma regular la cadencia de Djokovic, el número ocho se encontró desnudo cuando los intercambios se llenaron de mordiscos escalofriantes que el campeón de 10 grandes lanzó sin inmutarse, con movimientos felinos.
“Sinceramente, el partido de Rafa me ha gustado”, aseguró a El ESPAÑOL Francis Roig, uno de los técnicos que acompañan a Nadal en Pekín. “Evidentemente, después de ver el resultado puede sonar raro, pero si lo comparo con el que jugamos aquí con Djokovic en 2013 [6-3 y 6-4 para el serbio], me quedo con el Rafa de esta vez”, prosiguió el entrenador catalán, que desde hace años se reparte las semanas del calendario con Toni Nadal, aunque en China están los dos juntos para trabajar a conciencia con él. “Ha jugado valiente, ha hecho las cosas que le hemos pedido y ha sido capaz de competir con Djokovic y no correr todo el rato”, continuó, desgranando los brillos de su pupilo en el encuentro. “¿Qué le falta? Abrir la pista con el revés por la parte derecha del rival, que los desplacemos cuatro o cinco metros más. Buscar cambios de direcciones y atacar antes el paralelo con el drive. Y, sobre todo, que cuando le tiran fuerte no recule, que aguante la posición. En definitiva, ir a golpear a pelota más adelante, que no la deje caer tanto”.
Lo que Roig detalla de carrerilla es lo mismo que Nadal lleva persiguiendo desde Cincinnati, cuando tomó la decisión de buscar soluciones fuera de sus propios límites. Después de la peor temporada de su carrera, el español entendió que para volver a ser competitivo debía dar un paso al frente afilando su raqueta. Así, el número ocho se grabó a fuego un puñado de principios innegociables en el viaje de vuelta a lo más alto. Restar metido dentro de la pista. Ir al encuentro con la bola en lugar de esperarla. Apuntar los paralelos. Ser valiente. En definitiva, abandonar su versión más conservadora para atacar, que es la tendencia habitual en el circuito. Cueste lo que cueste.
“No es fácil hacer ese cambio ahora”, reconoció a este diario Carlos Moyà tras la final de Pekín. “Es cierto que lleva tiempo intentándolo, buscando ser más agresivo, pero en los partidos es normal que vuelvan los nervios”, apuntó el ex número uno del mundo. “No es miedo a perder, es respeto a la derrota por abandonar un poco el patrón de juego que ha tenido toda la vida”, siguió Moyà, poniendo el acento en la dificultad que conlleva introducir variantes a estas alturas de la carrera de un tenista. “Ser más agresivo exige confianza porque implica más riesgos. La evolución es complicada, más aún con dudas y derrotas, pero Nadal está en el buen camino. Nunca va a llegar a ser un jugador tan agresivo como Federer o Wawrinka, pero puede evolucionar. Ahora está fallando menos y eso quiere decir que puede intentar ser más agresivo. Lo importante es que él y su equipo lo tienen claro”, celebró el campeón de un Grand Slam, pareja habitual de Nadal en los entrenamientos.
“Rafa siempre ha buscado su comodidad, golpeando pelotas que sabía que no iba a fallar”, recordó Roig sobre el campeón de 14 grandes, acostumbrado a jugar con un margen de error muy alto, santo y seña de toda su carrera. “Ahora tiene que buscar incomodar al rival, aunque eso le exija más y le provoque más fallos. No hay otro camino y él está convencido”, reiteró. “Todo esto es un proceso. Estamos corrigiendo cosas en los entrenamientos que ahora mismo son difíciles de aplicar. Todavía es pronto, pero lo más importante es que Nadal se atreva a hacer estos cambios. Esta semana lo ha hecho con frecuencia. Estamos probando un patrón de juego para ser competitivos dentro de unos meses contra los mejores, no solo ante Djokovic”.
¿Y por qué viene exigido ese cambio? ¿Está variando la forma de jugar al tenis? ¿Es una consecuencia de las canas que le han salido a su raqueta tras más de una década en la élite? “El circuito te obliga a evolucionar si no te quieres quedar estancado”, respondió Moyà, que como tantos otros ha visto a los mejores jugadores del mundo introducir mejoras en sus distintos tipos de juego. “Federer ha vuelto a ir más hacia la red, por ejemplo. Wawrinka cada vez juega más directo. Djokovic también sube con mayor frecuencia. Nadal ha ido evolucionado, aunque no tanto”, dijo el mallorquín. “Ahora está jugando bastante encima de la línea. Eso le obliga a estar más atento y a tomar más riesgos. Es una evolución lógica, también por su edad”, recordó sobre el número ocho, que en junio cumplió los 29 años. “Es normal perder velocidad con el paso del tiempo. No tienes las mismas piernas y la misma recuperación a los 20 años que a los 30. Eso le está marcando mucho el patrón que tiene que seguir con su juego. Está claro que le ha dado confianza jugar la final de Pekín, ganando partidos duros como el de Fognini, que había perdido tres veces este año con él. Es una buena manera para seguir adelante. Lo que queda de este año debe ayudarle a posicionarse bien para 2016”, cerró Moyà, uno de los que confía en volver a ver al español peleando por grandes títulos.
“Mi objetivo principal es tratar de estar listo al 100% para el comienzo de la próxima temporada”, repitió Nadal, que tras caer en la tercera ronda del Abierto de los Estados Unidos ya avisó de cómo pensaba afrontar la última recta del curso, donde jugará en Shanghái, Basilea, París-Bercy y la Copa de Maestros de Londres, siempre que cierre su clasificación. “Una semana como esta ayuda mucho. Espero volver a pelear con los mejores jugadores porque tengo la motivación de hacerlo. Estoy trabajando duro y bien. Tengo confianza. Creo que puedo hacerlo de nuevo”, se despidió el balear, que debería debutar en Shanghái contra el ganador del Karlovic-Chardy, siempre que su pie derecho no se lo impida.
Al final de la tarde, Pekín despidió a Nadal después de verle llegar a una final en pista rápida por primera vez en 19 meses (Miami 2014, también cedió ante Djokovic), con la clasificación para la Copa de Maestros prácticamente cerrada (más de 1.600 puntos sobre el francés Gasquet, ahora mismo noveno en la carrera por llegar a Londres) y tras remontar un encuentro peligroso (Sock) y acabar con Fognini, que le había inclinado tres veces en 2015. La derrota con Djokovic no tendría que ser un problema. Todo lo contrario: debería actuar como un trampolín para el futuro.