París

La escena lo dice todo. Tras perder la final de Roland Garros con Stan Wawrinka, Novak Djokovic llegó a Wimbledon y se puso a entrenar con el suizo. Era el jugador que días atrás le había arrebatado la posibilidad de ser eterno ganando el único Grand Slam que le falta y entrando a formar parte de una reducida élite de campeones que han coronado las cuatro catedrales más importantes del circuito: Fred Perry, Don Budge, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal.

El entrenamiento no fue una casualidad. Lejos de huir de lo sucedido, el número uno decidió atacar el problema de frente (una de las mayores decepciones de su carrera, con el título a tiro tras superar a Nadal en los cuartos de final) y aprovechó para exprimirse en una paliza con Wawrinka, de la que posiblemente salió fortalecido.

Novak Djokovic durante los cuartos de final de Roma contra Nadal. Ettore Ferrari EFE

Ahora, la prueba final llega a toda velocidad. Roland Garros, donde el serbio puede convertirse en mito y el mallorquín hacer suyo el infinito, marca desde este domingo el inicio de un desafío ciclópeo para ambos: Djokovic juega por la leyenda, Nadal por rozar un imposible.

“Las expectativas son grandes, pero no sólo por mi parte”, se arrancó el número uno del mundo, que debutará frente a Yen-Hsun Lu. “Todos saben que es el único Grand Slam que no he ganado. La gente está ansiosa por saber si será este año o no”, prosiguió el serbio, con un cuadro amable (un jugador de la previa, Federico Delbonis, Roberto Bautista o Tomas Berdych) hasta las semifinales, donde podría enfrentarse a Nadal.

“No es la primera vez que me encuentro con esta presión”, continuó. “Estoy listo. La preparación ha sido la adecuada y no voy a cambiar nada. Voy a mantener mis rutinas, las mismas que llevo respetando desde hace muchos años”, añadió. “Ahora, sólo tengo que terminar la puesta a punto. Necesito conseguir energía y frescura para poder jugar todos los partidos necesarios al mejor de cinco sets sobre la superficie más exigente físicamente”, dijo el campeón de 11 grandes.

De favorito a candidato

“Los deberes están hechos”, avisó Nadal, al que espera el australiano Groth para abrir su camino en el segundo grande del curso. “El año pasado no los había hecho porque llegaba tras haber perdido partidos con rivales que no debía”, siguió el número cinco del mundo, con un camino mucho más peligroso (Fabio Fognini, Dominic Thiem o Jo-Wilfried Tsonga) que el de su máximo oponente.

“Esta temporada he perdido contra Murray y Djokovic en dos encuentros en los que he competido”, insistió el mallorquín. “No he tenido altibajos. He jugado un poco peor en Madrid que en el resto de torneos, pero he conseguido mantener una línea bastante regular. He tenido opciones de ganar y de perder, pero he competido bien contra todo el mundo”.

Nadal, pese a su evidente mejoría (títulos en Montecarlo y Barcelona), sabe que el trono de París ha dejado de pertenecerle. Ahora, y después de casi una década de dominio incontestable, el número cinco es un candidato más, pero ni mucho menos el máximo favorito. Aunque sus números en Roland Garros siguen siendo inmaculados (nueve títulos, resumidos en 70 victorias y dos derrotas), el mallorquín es más vulnerable que hace años. Nole, en cualquier caso, también tiene sus propios problemas y son bastante serios.

“Por eso, todavía tengo muchos años por delante, algo que me da confianza y me quita presión para esta temporada”, explicó Djokovic, intentando quitarse la mochila que lleva encima, llena de expectativas incumplidas. “Como todo el mundo, voy a intentar ganar el título este año. Pero si no ocurre, si no sucede, habrá otro año. Por otra parte, si nunca llego a ganarlo, tengo que ser muy humilde y realista para ver todos mis resultados. Debo estar satisfecho con todo lo que he logrado en mi carrera hasta ahora. No estoy obsesionado con este torneo”, cerró antes de enfrentarse a la última pregunta.

“¿Podrías imaginar que no suceda nunca?”, le preguntaron con tono afilado. “Puedo, porque hasta el momento no ha sucedido”, respondió Nole con una sonrisa desafiante. “Así que me lo estoy imaginando todos los días, pero también estoy imaginándome ser el ganador. Vamos a ver lo que la vida me tiene reservado”.

La respuesta es fácil porque la cuenta atrás ya ha empezado: en menos de 15 días, Roland Garros resuelve el enigma. Antes, un chaparrón de emociones sobre la superficie más dura del mundo.

Rafa Nadal ante Novak Djokovic en su último partido en Roma. Alessandro Bianchi Reuters

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