Este año ha vuelto a ocurrir, como tantos otros desde hace un tiempo. La víspera de Roland Garros ha estado cargada de hipótesis, favoritos y campeones. Como a todos nos encanta jugar a ser adivinos, hemos seguido al detalle lo que ocurría en todos los torneos de tierra, mirando con mucha atención hacia Montecarlo, Barcelona, el Mutua Madrid Open y Roma para ver cómo era la evolución de los principales candidatos a la Copa de los Mosqueteros, por tradición e historia una de las fechas más emblemáticas del calendario.
A diferencia de otras temporadas, se pueden sacar algunas conclusiones claras antes de que empiece Roland Garros este domingo. Nadal, que no está de vuelta porque nunca se fue, dio una demostración de pasión competitiva al levantar los títulos en los dos primeros torneos de la gira en Mónaco y Barcelona. Su puesta a punto ha sido asombrosa, pero lo que más me fascina es cómo ha conseguido volver a ganar los puntos importantes de los partidos, algo que le costaba más en 2015.
Ese es un síntoma de seguridad que le ha distinguido durante toda su carrera. Personalmente, siempre he tenido claro que alguien con la categoría de Rafa necesitaba muy poco para volver a entrar en una dinámica ganadora, dejando atrás los malos momentos que atravesó el año anterior. En esa fase está ahora mismo el mallorquín.
Djokovic y Murray (extraordinarias sus actuaciones en la Caja Mágica y en el Foro Itálico, donde se llevó el trofeo, demostrando que es un excelente jugador y que siempre está presente) son dos de los otros grandes aspirante al título. La baja de Federer, cortando una inmaculada racha de 65 grandes disputados de forma consecutiva, es un duro golpe, pero el suizo es un gran señor que nunca pasará de moda, sufra los contratiempos que sufra.
Con el trofeo entre ceja y ceja, Nole tiene una confianza abrumadora después de lo que ha conseguido en los últimos años. Juega muy fácil a tenis, todo lo hace sencillo. Sin embargo, y ya se demostró en 2015, tiene de nuevo por delante el reto que puede cambiar su carrera para siempre: si gana Roland Garros, el único grande que le falta, entrará automáticamente en la eternidad. Inevitablemente, Djokovic piensa en eso (ahí está la prensa para recordárselo si se olvida por alguna casualidad) y tiene que lidiar con la presión de ser el favorito. Una vez más, todo el mundo espera que gane. No lo va a tener fácil, al margen de la lucha que mantenga con él mismo para encontrar el equilibrio necesario en un torneo de tanto desgaste, físico y sobre todo mental.
¿El problema de Djokovic? Yo lo tengo muy claro. Veo a Nadal con hambre e ilusión. Veo a Nadal listo para aspirar a todo. Veo a Nadal campeón de Roland Garros por décima ocasión. Yo pude ganar dos veces en París y me sigue pareciendo algo increíble. ¡Dos veces! Conquistar un Grand Slam requiere mucho esfuerzo, sacrificio, trabajo y valentía. Es el mayor desafío para un jugador de tenis, el sueño que nos da vueltas por la cabeza desde pequeños. Que Rafa tenga nueve títulos en París es irrepetible. Que desde mañana intente buscar el número 10 es sencillamente un bendito disparate que tenemos la suerte de vivir en nuestro tiempo.