El doloroso calvario de Juan Martín Del Potro (Tandil, Argentina; 1988) se resume fácil: tras ganar con 20 años el Abierto de los Estados Unidos en 2009, entrometiéndose en la generación que el mundo bautizó como The Big Four (Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray), el argentino vio frenar en seco su carrera.
Cuatro operaciones en las muñecas (la primera en la derecha, la otras tres en la izquierda), detuvieron la ascensión de un jugador destinado a marcar una época y pusieron en grave peligro su vida en la élite. Después de regresar el pasado mes de febrero en Delray Beach, tomándole el pulso a la competición a fuego lento, el exnúmero cuatro mundial, seleccionó muy bien su calendario. Así, renunció a Roland Garros y se preparó para la gira de hierba, donde volvió a jugar un Grand Slam en Wimbledon más de dos años después.
Tras vencer al francés Robert, y antes de su cruce con Stan Wawrinka, Del Potro se sentó a solas con EL ESPAÑOL en Londres para hacer un viaje desde lo más profundo del infierno al cielo que ahora empieza a disfrutar.
¿Está curado por completo?
No, todavía no puedo decir que esté curado del todo. Es algo que se ve a simple vista. Basta con mirar mi nivel actual y sobre todo mi revés. Lo bueno es que estoy en el camino correcto. Torneo a torneo siento una mejoría evidente desde que volví este año en Delray Beach. Me encantaría que fuese de la noche a la mañana, pero es un proceso que tiene su tiempo y es bastante lento. ¿Cuánto tarda una persona en recuperarse después de una operación de muñeca? Pues imagine tres. Todavía hago varias horas diarias de kinesiología, aunque hoy ya estoy preparado para entrenar más fuerte y pegarle duro a la pelota. Tengo un nivel aceptable.
Desde su vuelta, sus rivales le han atacado descaradamente por la zona del revés, sabiendo que tenían barra libre por ese lado de la pista. ¿Le ha perdido el miedo a golpearlo?
Voy teniendo cada vez menos miedo y menos inseguridad con mi revés. Volver a tener confianza es complicado, pero por fin estoy haciendo la parte técnica como tengo que hacerlo. Durante mucho tiempo, por dolor y también por miedo, he ido cambiando la forma de golpear el revés, buscando soluciones antinaturales. Eso no era avanzar, era retroceder. A medida que voy dando estos pasitos, por muy pequeños que sean, estoy recuperando la técnica correcta.
¿La muñeca le deja marcarse objetivos?
Más que antes. Al menos, he dejado de pensar solo en médicos y revisiones. Estoy contento de poder jugar, de hacerlo cada vez mejor y por supuesto de ganar partidos. Le estoy pegando fuerte a la bola, que es bastante importante. Pero este año va a ser totalmente de adaptación al circuito, a la velocidad de pelota actual y a los torneos. Me gustaría terminar sano y en buena forma para hacer una gran pretemporada. El objetivo es ir a por todas en 2017.
Usted, campeón de Grand Slam, llegó a caer al 1045 de la clasificación. ¿Se vio sin salida, en un punto de no retorno?
Pensé en retirarme, lo veía todo muy negro. Estaba deprimido. Lo único que hacía era comer y subir de peso, engordé bastante. No podía entrenar porque tenía un yeso que me llegaba casi hasta el hombro. Esa situación la he vivido tres veces con mi mano izquierda. Tres veces son demasiadas. Después de cada operación creía que llegaría la solución definitiva y no, estaba equivocado. Volvía a verlo de nuevo todo negro. Me rodeé de gente que me apoyaba y animaba, pero los fantasmas no paraban de dar vueltas.
¿Y entonces?
Un día me levanté más optimista que otras veces. La mano me hizo una señal, se lo aseguro. Pensé que valía la pena intentarlo una vez más. Empecé a trabajar el físico, sin usar mi muñeca. Luego probé con la raqueta, intentando golpes sencillos. Ha llevado tiempo, trabajo y sacrificio. Han sido momentos muy duros. He sufrido para salir adelante porque he estado muy cerca de no volver a jugar. Sin embargo, hoy puedo decir que estoy jugando un Grand Slam más de dos años después. Y he conseguido ganar la primera ronda. Aunque el tren se me ha ido durante mucho tiempo estoy acercándome cada vez más.
“Estoy aquí gracias a ustedes, que son mis amigos y que me apoyaron cuando estuve muy mal. Todo el esfuerzo que hago es para que puedan disfrutar de verme jugar”. Ese fue un mensaje que usted mandó a los suyos hace meses.
Antes de la tercera operación, que fue la más difícil de todas, tomé la decisión de seguir y ahí estuvieron mi familia y mis amigos para apoyarme. En esos momentos te das cuenta de las personas en las que puedes confiar. Te das cuenta de quien te quiere como persona y no como tenista. A ellos no les importa si gano o pierdo, solo quieren que sea feliz. No estaría aquí sin la ayuda de los míos.
Le robaron un rosario bendecido por el Papa Francisco hace unos años en París. ¿Cree en Dios?
Sí.
¿Rezó?
Claro que recé. Las cosas pasan por algo. Desde arriba saben bien qué cosas difíciles se le pueden poner a cada persona. He intentado verlo desde ese lado. Tenía una hermana que falleció hace mucho tiempo y desde allí arriba me cuida y me guía, no tengo ninguna duda. Me han puesto piedras muy grandes en el camino durante toda mi vida, pero siempre he creído que podía saltarlas. Cada vez estoy más cerca de conseguirlo. Siempre voy a estar agradecido a Dios.
¿Tiene la sensación de haber perdido el tiempo? Ganó el Abierto de los Estados Unidos con 20 años, hace siete temporadas, y desde entonces…
Como le decía, todas las cosas vienen de arriba y pasan por algo. Esto me tenía que tocar a mí para saber si realmente era tan fuerte como creía y estar hoy aquí, sentado en una sala de Wimbledon haciendo esta entrevista con usted. También pienso que Wawrinka y otros jugadores han ganado torneos del Grand Slam siendo mayores que yo. Tengo 27 años, sigo siendo joven. La mayoría de los tenistas juegan ahora mucho más tiempo gracias a los cuidados físicos. Tengo que verlo por otro lado. Tuve dos años sin tanta exigencia tenística. Así que ahora estoy más descansado que otros para poder jugar más tiempo.
¿Es complicado ser Juan Martín Del Potro en Argentina?
A veces, es complicado ser Juan Martín Del Potro en Argentina. A veces, es muy bonito. Siempre he tratado de ponerme metas complicadas, ambiciosas, pero sabía que con esfuerzo podía alcanzarlas. Gané el Abierto de los Estados Unidos en 2009, que era mi sueño desde niño. Levantarme cada día y ver la copa de campeón en mi casa es una gran satisfacción. Tengo una medalla olímpica, algo que nadie consiguió en Argentina en categoría individual. Soy de una ciudad como Tandil, que el mundo entero conoce por la mayoría de los tenistas. Eso me hace feliz. El tenis acaba, pero la vida continúa. Llega un día en el que uno se cansa y no quiere jugar más porque terminó su ciclo. Lo mejor que te puede pasar es que te reconozcan como persona, más allá de haber sido un buen o mal jugador.