La victoria fue de coleccionista y la recompensa también: en el torneo de Shanghái, Roberto Bautista jugará este domingo su primera final de un Masters 1000 tras derrotar 6-4 y 6-4 a Novak Djokovic en un encuentro controlado como los más grandes, superado pese a ver cómo el número uno del mundo le anulaba las tres primeras bolas de partido (6-4 y 5-3), le rompía el saque (6-4 y 5-4) y le obligaba a cerrar el triunfo al resto con un tiro que ya nadie podrá borrarle de la cabeza. A los 28 años, y tras un año que le ha visto celebrar dos títulos (Auckland y Sofía), el español peleará por la copa contra Andy Murray (derrotó a Gilles Simon por 6-4, 6-3) en el mejor momento posible.
“No puedo describir cómo me siento”, acertó a decir Bautista tras el partido. “La primera vez que jugué contra Djokovic pensé que era de otro planeta y ahora creo que estoy más cerca de él”, prosiguió el español, que con la victoria se garantizó estrenar su mejor ránking (13 del mundo) el próximo lunes y mirar inevitablemente hacia el top-10. “Para eso necesito jugar más semanas como esta. Estoy planeando el trabajo con mis entrenadores y estamos haciendo muchas cosas bien. Por eso, los resultados están llegando”.
En su primer torneo tras el Abierto de los Estados Unidos, donde perdió la final ante Stan Wawrinka después de dos discretas semanas de tenis, Djokovic no pudo ocultar algo que lleva tiempo siendo evidente: está muy lejos de ser el jugador intocable de la primera mitad de la temporada, le falta mordiente en sus tiros, confianza para pegarle a la bola y el fantasma de los problemas personales que reconoció haber pasado todavía sigue colgado de su raqueta.
“No me siento bien mentalmente”, confesó nuevamente Djokovic después de caer eliminado. “Hay cosas que necesito recuperar desde el punto de vista emocional y mental. Tal vez, solo estoy agotado por la cantidad de partidos que he jugado en los últimos 15 o 20 meses, pero tenía que pasar por esto antes o después. Sabía que no podría jugar al más alto nivel durante tanto tiempo”, prosiguió el campeón de 12 grandes, que no jugará ningún torneo hasta París-Bercy (desde el próximo 31 de octubre) y aprovechará para celebrar el segundo cumpleaños de su hijo. “Hoy todo el mérito lo merece Bautista porque ha sido el mejor jugador sobre la pista. En los momentos importantes ha estado más consistente, más solido. Y yo he acabado cometiendo muchos errores no forzados”.
Así, y como reconoció el serbio, Bautista le echó al lazo al encuentro acumulando méritos en cascada, como demostró durante los puntos más importantes del duelo. En la primera manga, con 4-4 en el marcador, el español salvó una pelota de break que habría dejado a Nole sacando para tomar ventaja en el partido. Lo hizo fabricándose un golpe imposible, de los que estarán a final de año en el resumen de los tiros más espectaculares. A continuación, y con la sangre fría que distingue al buen francotirador del mediocre, Bautista le arrebató el servicio al número uno y amarró el primer parcial mientras el serbio reventaba su raqueta, dejando que la ira tomase el control.
“¡Bravo Carlos!”, le dijo Djokovic a Bernardes, juez de silla del partido, mientras aplaudía la decisión del árbitro de sancionarle por rasgarse la camiseta en mitad de un juego (con 2-2 en el segundo parcial) y acudir al banquillo a cambiársela por una nueva. En ese momento, con el segundo set disputándose de tú a tú, Djokovic abrió la puerta para dejar entrar a su versión más colérica y empezó a vomitar demonios, disparando a todas partes porque sobre la pista no encontraba la manera de frenar al número 19, incapaz de desbordarle ni en sus fases más brillantes del partido.
Como desde atrás no podía con Bautista, como en los peloteos el español llevaba la iniciativa y normalmente terminaba haciéndose con el punto, Djokovic se decidió a irse a la red y allí demostró una malísima gestión para tomar decisiones, acrecentada por el brillante juego de su oponente. Bautista, que empezó siendo conservador y acabó rompiendo la bola desde las dos alas de la pista, posiblemente clave en la victoria, tuvo que enfrentarse a la presión de cerrar el encuentro más difícil de su carrera y lo hizo demostrando arrojo y madurez, dos cualidades que le distinguen.
Con 5-3, sacando por la victoria, el español dejó escapar tres puntos de partido en un juego de casi 12 minutos de duración. Es mi oportunidad de salir vivo, debió pensar Djokovic, imaginando que a Bautista le temblarían hasta las uñas tras dejar no aprovechar esos tres trenes hacia la final. Si pensó eso, se equivocó rotundamente: en el siguiente juego, el español cerró su clasificación al resto, ganando la última bola con un estacazo colosal, de museo. Allí, arrodillado sobre la pista de Shanghái, Bautista celebró algo más que una victoria: para vivir un día así ha necesitado muchos años de trabajo silencioso.