Bien entrada la madrugada, resguardada de la húmeda lluvia del exterior y escuchando rebotar sus propios aullidos contra la cubierta del estadio, Karolina Pliskova remató una remontada de vértigo: la checa, que perdía 2-5 en el tercer set y llegó a salvar un punto del partido al resto, derrotó 6-2, 6-7 y 7-5 a Garbiñe Muguruza en el primer partido de la Copa de Maestras de Singapur y se puso líder del Grupo Blanco, donde Svetlana Kuznetsova también se estrenó con victoria al inclinar 7-5, 1-6 y 7-5 a Agnieszka Radwanska, vigente campeona. La española, autora de una recuperación espectacular (perdía 2-6 y 1-3; llegó a mandar 2-6, 7-6 y 5-2) se apagó incomprensiblemente cuando lo tenía todo hecho. [Narración y estadísticas del partido]
“Al final, estos partidos se reducen a tres puntos”, resumió en castellano Muguruza, con los ojos vidriosos. “El punto de partido podía haberlo jugado mejor. Me hizo volear y no me salió bien. Cometí una doble falta y luego ella empezó a sacar bien. Fue todo un poco carambola. Ahora mismo es lo único que estoy pensando, en ese punto”, prosiguió la número seis. “No sé qué imagen doy desde fuera, pero desde que he entrado a la pista tenía las mismas ganas de ganar. Quizás, muchas veces no aparento estar animándome todo el rato, pero en mi interior tengo la misma tensión”.
Garbiñe encontró en Pliskova a la rival complicada de siempre, la misma a la que derrotó por primera y única vez en Roland Garros 2013 (sobre tierra batida) y que luego le ganó los tres partidos siguientes (Dubái e Indian Wells en 2015, Cincinnati en 2016), siempre en pista rápida. Para Muguruza, la checa es una contraria enrevesadamente compleja porque en los enfrentamientos entre ambas es incapaz de ser protagonista, le cuesta dominar, llevar la iniciativa, tener el control de lo que sucede. En consecuencia, Garbiñe no puede ser Garbiñe y ponerse en la piel de otra es complicado hasta para la mejor actriz de Hollywood.
Una vez más, la checa empezó jugando rapidísimo y fortísimo, apuntando a las líneas y acertando casi siempre. Todo ocurrió a alta a velocidad, pese que la pista de Singapur es bastante lenta para ser cubierta. En 20 minutos, Pliskova mandaba 4-1 tras romperle dos veces el saque a Muguruza, que comenzó el partido con una doble falta y fue incapaz de leer el poderoso servicio de la checa, uno de los mejores golpes de la número cinco mundial y así lo confirmó la estadística: Garbiñe solo consiguió hacer suyos siete de los 24 puntos que jugó al resto en el primer parcial, estadística que necesitaría ir acompañada de un milagro para aspirar a algo que no fuese una derrota.
Con el partido prácticamente perdido, (2-6 y 2-3 y saque de Pliskova), Sam Sumyk, el técnico de la número seis, le pidió paciencia, que no se desesperase porque hay cosas que son incontrolables, como un saque imposible de contestar o un tiro ganador. Con su pausado mensaje, el entrenador francés vino a decirle a Garbiñe que no entrase en el juego de echarle una carrera al reloj y se centrase en explorar la vía de la variedad, mimando más la pelota, pegando con curva y moviendo a la checa de lado a lado. Abierta al diálogo, aparcando su volcánico temperamento, la campeona de un grande aceptó la propuesta y hacerlo le cambió la cara al cruce.
Muguruza pasó de estar fuera (1-3) a romperle dos veces consecutivas el saque a Pliskova para sacar con 5-3, buscando empatar el encuentro. La española, obligada a reponerse de un nuevo golpe (perdió el servicio en ese momento crucial y acabó disputando un tie-break a cara de perro), demostró corazón y garra por primera vez en mucho tiempo: remontando un 0-3 inicial en el desempate, Garbiñe ganó el segundo set, empató el partido y se plantó en la tercera manga apretando el puño, de grito en grito, anunciando que estaba dispuesta a abrochar la victoria.
Desperdició una bola de partido
De entrada, Muguruza le propinó un parcial de 4-0 a Pliskova, con la cara desencajada tras dejar escapar una triunfo con el que seguramente ya contaba. Al intentar cerrar el partido, casi en línea recta desde el final del segundo set, Garbiñe se topó con la oposición de la checa, que no sacó bandera blanca jamás y eso provocó el colapso de la número seis, incapaz de aprovechar la enorme renta que se procuró (5-2, desperdiciando bola de partido al servicio con una volea estrellada en la red).
“¿Por qué me hablas tan despacio?”, le preguntó Garbiñe a Sumyk, cuestionando la charla de su técnico antes de perder el saque y dejar que Pliskova colocase el 5-5 en el marcador. Para entonces, llegados a ese punto, el encuentro estaba justo cómo quería la checa: con Muguruza bailando con sus nervios, desquiciada y fuera de combate, empujada irremediablemente a una derrota de las que duelen mucho.
Antes de la batalla, Muguruza apareció con los tobillos blindados (fuertemente vendados y aislados por unas protecciones blancas) y se marchó con la cabeza agachada. La número seis, que parará durante al menos tres semanas al acabar en Singapur para someterse a un tratamiento en su tobillo izquierdo después de provocarse un esguince en el torneo de Linz (tuvo que retirarse cuando peleaba por una plaza en semifinales contra la suiza Golubic tras una brusca caída), no tuvo problemas para moverse con seguridad, pero se bloqueó cuando había conseguido lo más difícil ante una impasible Pliskova, debutante en la Copa de Maestras, candidata a todo en Singapur después de un año para enmarcar y un primer partido competido con mayúsculas.