Brisbane

La primera señal de la derrota está a la vista de todos los periodistas. El viernes por la noche, las zapatillas naranja fosforito de Rafael Nadal descansan apoyadas junto a la puerta de la sala de prensa del torneo de Brisbane. La segunda exige una ojeada más detallada. Los zapatos que el campeón de 14 grandes acaba de usar en el partido contra Milos Raonic llevan su firma estampada con rotulador negro en el lateral, un regalo para el torneo, el clásico detalle que Nadal deja allá donde pasa por primera vez y que luego alguien colocará con mimo en una vitrina, como si formase parte del tesoro de Barbanegra.

Antes de irse a Sídney el sábado a mediodía, donde jugará una exhibición el próximo lunes (bajo las reglas del formato FAST4 Tennis), el número nueve del mundo se autoanaliza, y tiene mérito que lo haga en caliente porque la victoria ante Raonic se le escapa por un par de detalles, como casi siempre ocurre con el canadiense. El Abierto de Australia, sin embargo, arranca en Melbourne el próximo 16 de enero. Es el primer Grand Slam de la temporada, la cita más importante del calendario hasta Roland Garros en mayo. Nadal encara el desafío tras estar parado tres meses por una lesión y con pocos partidos encima (tres oficiales), pero con la tranquilidad de haber hecho una pretemporada inmejorable y después de arrancar a buen nivel el año. ¿Cómo llega entonces?

“Me gustaría llegar habiendo ganado aquí y habiendo ganado la Copa de Maestros, pero la realidad es que no pude jugar en Londres y en Brisbane he perdido en cuartos de final”, responde el campeón de 14 grandes, con camiseta blanca y gorra de béisbol azul. “Soy sincero: habría firmado llegar así al Abierto de Australia tras muchos meses sin poder competir, o compitiendo a trancas y barrancas”, prosigue. “Me retiré en Roland Garros, fui a los Juegos Olímpicos de mala manera y el único torneo en el que estuve en condiciones óptimas fue en el Abierto de los Estados Unidos. En Pekín y Shanghái volví a competir de muy mala manera y luego tuve que parar”.

Nadal se lamenta durante el partido contra Raonic. Steve Holland Reuters

Nadal, por supuesto, no olvida de dónde viene. Desde que se lesionó la muñeca en los cuartos de final del Masters 1000 de Madrid ante Joao Sousa, el mallorquín volvió en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, ganó de milagro la medalla de oro en dobles junto a Marc López y el impulso le duró hasta después del Abierto de los Estados Unidos, porque ni en la eliminatoria de Copa Davis contra La India ni en la gira asiática pudo competir sin limitaciones en la articulación, una barrera bien alta.

“Son muchos meses sin tener continuidad ni garantías de jugar sano, sin poder jugar en igualdad de condiciones”, reconoce el español. “He trabajado mucho durante la pretemporada y creo que estoy jugando bien, pero no vamos a analizar mi estado ahora, vamos a dar un poco de margen”, continúa. “No puedo analizar mi juego o mis resultados solamente por lo que ocurra en Brisbane o en Melbourne. Cuando tú vuelves tras un período de tiempo sin jugar al tenis necesitas tiempo, cada vez un poco más. Este inicio del año ha sido positivo, pero no puedo enfocarlo todo a cómo lo haga en Australia”, insiste. “Dejemos que juegue tres meses y después veremos cómo estoy porque ahora puedo ir a Melbourne y jugar bien, pero al mismo tiempo puedo perder. Nunca sabes cómo te va a ir”.

El mallorquín sabe de lo que habla. En 2016, después de un prometedor arranque de temporada (título en la exhibición de Abu Dhabi y final en el torneo de Doha), Nadal aterrizó en Melbourne pensando que estaba preparado para aspirar a cosas importantes. Llegó el sorteo del cuadro. La suerte le colocó a Fernando Verdasco en la primera ronda. Perdió en cinco mangas. Así, y de un plumazo, toda la euforia se esfumó, con una derrota complicada de digerir.

“Por eso, probablamente tras Miami sea un buen momento para analizar qué está pasando y ver de manera realista dónde estoy”, apunta el balear. “Puedes jugar buenos partidos, pero necesitas jugar unos cuantos torneos seguidos para analizar mejor tus actuaciones”, sigue, pidiendo paciencia antes de ponerse una nota. “¿Para el Abierto de Australia? No sé lo que puede pasar. ¿Que me siento preparado a día de hoy para intentar estar competitivo, luchar y ver lo que puede ocurrir? Pues sí”.

En Melbourne, cuando la primera quincena de enero llegue a su fin, Nadal empezará a despejar incógnitas. ¿Cómo está? ¿Qué le falta? ¿Cuánto pesan los cinco sets después del parón? ¿A qué puede aspirar? ¿Es imposible pensar en el título? De momento, preguntas sin respuesta.

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