“Es como si estuviéramos en los viejos tiempos, enfrentándonos cada fin de semana”. Antes de medirse a Rafael Nadal en la final del torneo de Miami, Roger Federer se sorprendió por lo que volverá a ocurrir este domingo: por tercera vez esta temporada, y todas en los tres torneos más importantes que se han jugado hasta ahora (Abierto de Australia, Indian Wells y Miami), la legendaria pareja de contrarios formada por el suizo y el español se cruzará de nuevo, escribiendo el capítulo número 37 de la rivalidad que cambió la historia del tenis (23-13 para Nadal) y subrayando algo que se venía venir desde enero: ni mucho menos han dicho su última palabra en el circuito, todo lo contrario.
“Antes de venir a Miami pensaba que llegar a semifinales sería suficientemente increíble”, aseguró el campeón de 18 grandes tras sobrevivir al australiano Kyrgios en semifinales. “Ahora estoy en la final. Todavía siento que tengo una montaña por escalar ante Rafa. Él no ha ganado nunca el torneo y estará mucho más fresco que yo, pero sé que eso no será un problema porque estaré listo para el domingo”, prosiguió el suizo, que en cuartos salvó dos puntos de partido contra Tomas Berdych. “Recuerdo la final que jugué ante Nadal aquí en 2005. Fue un punto de inflexión en mi carrera. Me ayudó a mostrarme a mí mismo que podía mantenerme centrado durante mucho tiempo. Ahora, volver a jugar otra vez con él… Es como si estuviéramos en los viejos tiempos”.
La final de 2005, que Federer tiene guardada bajo llave en su memoria, fue el primer gran partido entre los dos. Un año antes, Nadal le había ganado al suizo en la tercera ronda del mismo torneo el encuentro que inauguró su historial de enfrentamientos. El mallorquín, número 34 mundial, dejó helado a Federer, que era número uno y ya había ganado Wimbledon (2003) y el Abierto de Australia, meses antes. En 2005, y en la reedición del duelo (con la recompensa del título), Nadal se colocó dos sets arriba (6-2 y 7-6), pero acabó cayendo (2-6, 6-7, 7-6, 6-3 y 6-1) en una remontada espectacular de su contrario. Luego, los dos oponentes se encargarían de hacerse un lugar en la eternidad midiéndose en todos los rincones del planeta y dando vida a un puñado de momentos únicos.
“Hemos jugado tantas veces…”, rememoró Nadal después de batir al italiano Fognini en semifinales. “Sería nostálgico si no hubiésemos jugado tantas veces, pero nos hemos visto las caras en casi todos los lugares del mundo. Es un partido más, aunque hay que disfrutar. No creo que queden muchos Federer-Nadal en una final de Miami”, avisó el balear.
“En Australia estuve muy cerca de ganarle, lo que tengo que hacer el domingo es jugar mejor que en Indian Wells”, apuntó el campeón de 14 grandes, que por primera vez llega a un enfrentamiento con Federer después de perder tres seguidos (Basilea 2015, Abierto de Australia e Indian Wells 2017). “En términos de competitividad, todo fue demasiado rodado para él la última vez. Tengo que evitar que esto suceda. Si el partido se enreda un poco, si el marcador se ajusta más, mis opciones aumentarán y no podrá jugar con tanta alegría. En Indian Wells, me rompió el saque muy rápido en los dos sets y estando en ventaja tiene mucha confianza con su servicio. Si evito que eso suceda, voy a tener mi oportunidad”.
A diferencia del partido que jugaron en Melbourne, donde Nadal llegó a estar 3-2 y saque en el quinto set, Federer abrumó al español en Indian Wells, jugando a una velocidad supersónica y sin dejarle opciones de hacer nada. En poco más de una hora, el español estaba rumbo al vestuario y su rival celebraba el vendaval con una sonrisa, consciente de que había fabricado un cruce redondo. En Miami, si el cuerpo se lo permite, la idea inicial es más o menos la misma: salir en tromba, abrir brecha y mandar hasta el final.
“Esperaba estar más dolorido”, reconoció Federer, que a los 35 años lleva encima una buena paliza de partidos (19 jugados), obligado a consumir los tres parciales en los dos últimos que ha disputado en Miami. “A lo largo del partido con Kyrgios no tuve ningún problema. Tener un día libre va a ser bueno, podría jugar mañana, pero definitivamente es mejor para mí”, insistió el número seis del mundo. “Y sabiendo que no voy a jugar por un tiempo… Será más fácil comprimir toda la energía y dar un último empujón. Me esforzaré el domingo en la final. Quiero ganar el título”.
En 2006, el año en el que más veces se han enfrentado, Nadal y Federer se midieron en seis ocasiones. En 2017, más de una década después, llegarán a tres cuando salten el domingo a la central de Miami para pelear por el trofeo de campeón. Y quedan más de seis meses de temporada por delante. Esto no es una segunda juventud, es otra cosa completamente distinta para la que hace falta inventarse un nombre.