En medio de toda la emoción del momento de recoger su décima Copa de los Mosqueteros en Roland Garros, Rafa Nadal dejó, de forma involuntaria, un guiño a su afición por el Real Madrid. Cuando su tío Toni apareció en escena para entregarle una réplica del trofeo del Grand Slam parisino, al tenista manacorense, nervioso ante tal trascendental instante, estuvo a punto de caérsele el galardón.
A él no le ocurrió, pero sí a Sergio Ramos. Uno de los momentos más célebres protagonizados por el capitán madridista tuvo lugar cuando su equipo conquistó la Copa del Rey de 2011. En la rúa de celebración tan recordada por el azulgrana Gerard Piqué últimamente, al camero se le cayó el trofeo al suelo cuando lo enseñaba desde lo alto del autobús descapotable en el que viajaban los campeones.
El vehículo, que estaba llegando a Cibeles, arrolló la copa para sorpresa de todos. Los futbolistas del Madrid tuvieron que concluir la celebración sin el objeto de deseo que habían ganado, completamente aplastado. Lo único que pudo hacer Ramos para intentar paliar su descuido fue tranquilizar a los aficionados: "La Copa está bien". Al final, aquello fue anecdótico en comparación con el triunfo deportivo en cuestión que logró el equipo blanco. Como ocurre ahora en el caso de Nadal.
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